Boris Vian y Saint-Germain-des-Prés
Soy un afrancesado de tomo y lomo, qué le vamos a hacer. Desde niño, ya que Pamplona está a un paso de Francia. Me gusta lo francés y, por supuesto, el francés. No voy a dar detalles. De Francia, me gusta todo. Cuando algo de Francia no me gusta, una de dos, o hago la vista gorda, o hago, a mi pesar, una crítica, a veces irónica, que yo sé que a mí me duele casi más que a los franceses, si supieran de ella.
Últimamente, he tenido la oportunidad de volver a París varias veces con calma, de pasar varios días en la ciudad y, debo confesarlo, de conocer lugares imprescindibles que, por esas cosas que pasan, no había conocido antes.
Y me entusiasma, me divierte tanto, Boris Vian (1920-1959). Leí hace décadas sus libros, uno tras otro, con fruición y con gran satisfacción, todos o casi todos en Bruguera: La espuma de los días, Escupiré sobre vuestras tumbas, El arrancacorazones, La hierba roja, Con las mujeres no hay manera, El otoño en Pekín... ¿Alguno en Júcar, no? Como diría Umbral, no me voy a levantar ahora para mirarlo. Muchos han sido reeditados después por otras editoriales, Alianza y Tusquets sobre todo. Estoy hablando de memoria, ya digo.
Tampoco soy un experto en Vian. De hecho, no conocía el libro que acaba de publicar en castellano Gallo Nero, Manual de Saint-Germain-des-Prés, con un precioso mapa desplegable e ilustrado de Daniel Cauquil.
No me interesa ahora la discusión sobre si el barrio ha perdido algunos de sus encantos respecto a cuando fue, en los años 40, con sus cuevas, el paraíso mítico del existencialismo y la bohemia. Pues sí, seguro que algunos ha perdido. Vian ya se encarga de bromear sobre ello, de introducir humorística distancia, aunque el libro, según leo en la cubierta, le fue encargado en 1949, en pleno auge del fenómeno.
Yo sólo sé que me he alojado en el barrio y he disfrutado, pateando sus calles (el bulevar, Seine, Jacob, Bonaparte, Rennes, Beaux Arts, Visconti, Saint-Benoît), gracias al destino y a la compañía, de muchos de sus lugares y rincones.
Pero a lo que voy es al desparpajo, el ingenio, la libertad y la creatividad sin complejos de la escritura de Boris Vian. Estamos todo el día descubriendo "modernos", y bien cierto es que la modernidad -lo sabemos, pero lo olvidamos- cuando no peina canas es que, como en el caso de Vian, cría malvas con música de jazz.
Por ejemplo: Boris Vian, amén de titular con el concepto zumbón de "manual" -tan de hoy-, cierra el libro con un capítulo titulado "Posología e instrucciones de uso". Es una autoentrevista -lo simula- en la que con desenfado y con un frívolo y chispeante juego de preguntas y respuestas -¡toma Nuevo Periodismo y tantas cosas!-, Vian resume -y contradice, si le place- lo que ha dicho con anterioridad sobre el barrio del sexto "arrondissement" y sus excelencias de todo tipo. Escribe al inicio de esa autoentrevista (los guiones son míos), en un epígrafe llamado -otra broma- "Catecismo del germanopratense":
"-Así, de entrada, qué podemos esperar de Saint-Germain-des- Prés?
-De Saint Germain des-Prés pueden esperarse satisfacciones de tipo físico y satisfacciones de tipo intelectual.
-¿Cuáles son las más valiosas?
-Las satisfacciones de tipo intelectual, desde luego. Las ventilaremos en primer lugar para poder concluir en un tono más alegre".
¡Qué delicia la segunda respuesta, la mirada hacia sí mismo, hacia el barrio, hacia la condición humana y hacia la vida! "Desde luego", "las ventilaremos", "un tono más alegre". Es verano. Quizás algún lector quiera y pueda leer este libro de Boris Vian y pasear por Saint-Germain-des-Prés (evitar franquicias).