Este homenaje al burro perpetrado por Álvaro Tato y Yayo Cáceres, de la compañía Ay Teatro, es una audaz sorpresa teatral en los escenarios. Sus artífices han tenido la idea de retomar la tradición literaria del borrico -que es más abundante de lo que nos creemos- para reescribirla en un falso monólogo teatral y musical destinado a un actor de la categoría de Carlos Hipólito. Entre rebuznos y coces, Hipólito brinda una velada en la que pastorea a un público que acaba rendido a su talento.     

Por temática y formato diría que Burro es una obra más propia de un festival de teatro clásico y, sin embargo, llena todas las noches un teatro del circuito comercial madrileño como es el Reina Victoria y con la previsión de una larga gira por España.

Es evidente que Hipólito es una de las pocas cabezas de cartel del teatro actual, al que la televisión ha dado un espaldarazo por su prolongada colaboración como narrador en la serie Cuéntame. Y en Burro se nota que está cómodo, que se divierte, ya sea como asno fabulador, pollino cantante y hasta onagro pelín payaso.

[Los burros, por Manuel Hidalgo]

Álvaro Tato en las lides de dramaturgo y Yayo Cáceres como director le han fabricado un artefacto a su medida. Tato ha rastreado la bibliografía milenaria que sobre el burro se ha escrito para rescatar episodios inspiradores (fábulas de Esopo, El asno de oro, el rucio de Sancho Panza, Los caprichos de Goya, Platero y yo…).

El resultado es una especie de antología ágil, cómica en ocasiones, dramática en otras, tierna y adorable o con su punto irónico, por la que el actor transita transformándose en distintos personajes y a la manera de un fabulador.

Hipólito con su hermosa voz y su magnífica prosodia dispara las frases con naturalidad y a la vez con una musicalidad de tonos, acentos y silencios que tiene un efecto plástico en la imaginación de quien lo escucha: completa el paisaje y los detalles del relato que le oímos. Y esto es especialmente evidente cuando en la obra recita un pequeño fragmento de Platero y yo.

El actor no está solo, sino que tras de sí, en el foro, le acompañan un trío de músicos y actores (el guitarrista Manuel Lavandera, y los actores-cantantes Fran García e Iballa Rodríguez). Le apoyan con diálogos y en la recreación de las situaciones, también con las canciones compuestas por Yayo Cáceres, un simpático y alegre repertorio que permite a Hipólito lucirse en duetos y tercetos con las bonitas voces de Iballa Rodríguez, un descubrimiento, y Fran García.  

[Lo 'nueviejo' de Álvaro Tato y Yayo Cáceres que tanto gusta]

La doble partitura de texto y música, marca juglaresca de la casa, con la dirección de Yayo Cáceres cobra vida en el escenario con sencillez y economía de medios, exprimiendo al máximo el poder sugestivo del teatro (basta que Iballa agite unos pañuelos amarillos y rojos para que sepamos que algo se quema en escena) y acentuado por la pictórica luz de Miquel Ángel Camacho que nos ofrece imágenes potentes.   

Burro tiene su lectura humanista, ya que el burro, ese compañero y esclavo que ha acompañado al hombre a lo largo de los siglos hasta la llegada del automóvil, nos plantea una serie de reflexiones sobre la condición humana.

['Es peligroso asomarse al exterior', un Jardiel olvidado en un montaje para el recuerdo]

Dice Tato: el burro representa “nuestra ambigua quintaesencia, lo más alto y lo más bajo de la naturaleza humana: por un lado, el humor, la ternura, la inocencia, y por otro la estulticia, la ridiculez, la simpleza, los instintos más profundos y básicos que nos guían”.