Morboria: “Seguimos siendo punkis, pero en verso”
La compañía continúa celebrando sus 35 años con 'Del teatro y otros males que acechan en los corrales', un texto metateatral que hacer reír hasta el tuétano
Morboria cumple 35 años y me siento encanecer porque a esta compañía la conozco desde que empezó dando sus primeros pasos, allá por 1985, cuando sus fundadores estudiaban en la Real Escuela de Arte Dramático de Madrid (RESAD), que entonces ocupaba lo que hoy es el Teatro Real. Los estudiantes se reunían en el cercano Café Real contribuyendo a su ambiente bohemio y cautivador. Los alumnos Eva del Palacio y Fernando Aguado ya eran pareja entonces y, junto con Álvaro Aguado, crearon un grupo que comenzó haciendo teatro de calle, en una estética voluptuosamente barroca y fantástica, que es uno de sus sellos de identidad. Así comenzó la aventura de la compañía, en las calles de un Madrid donde reinaba la Movida.
Para celebrar sus 35 años de andadura, el grupo estrenó antes del confinamiento su última pieza: Del teatro y otros males que acechan en los corrales, una divertida farsa escrita por Fernando Aguado, respetando la métrica barroca en lo que él llama su particular “verso macarra” y que trata de los avatares de una compañía de teatro. Un texto metateatral, que hacer reír hasta el tuétano, y que les ha salido testimonial, pues recoge muchas de las experiencias vividas por el grupo.
Dice su autor y también protagonista: “Está ambientada en el siglo XVII, he cogido toda la historia del grupo y la he versificado, me ha salido bastante biográfica. El primer conflicto que plantea es el de una compañía cuyos actores van a ser despedidos por el autor porque no hay negocio, así que se ven condenados a la miseria. Suena actual, ¿verdad? Pero en ese momento aparece un aristócrata dispuesto a ser su mecenas bajo una condición”. Testigos que vieron el estreno en Torrejón, el pasado mes de febrero, hablan como uno de los trabajos más desternillantes y redondos del grupo.
La pareja Eva y Fernando se ha mantenido tantos años como la compañía que fundaron, lo que tiene su mérito por partida doble. Quizá la clave está en que la formación es una empresa familiar. Fernando y su hermano Álvaro siempre han trabajado juntos, el primero como actor y autor, el segundo como actor, músico y hábil diseñador de atrezzo y máscaras. Eva ha ejercido como directora y actriz, también versionadora, y ha incorporado a sus hermanos Ana y Trajano. En 1985, de forma paralela a la compañía, montaron uno de los talleres pioneros de diseño y realización de caracterización y máscaras de Madrid, donde el látex es la materia de la que surgen todo tipo de prótesis y seres como muertos putrefactos, esqueletos, piratas, manos andantes, hadas, monstruos, dragones, enanos… un universo que hace muy divertida una visita a su almacén.
Sus inicios como compañía de teatro de calle propició que la plástica tuviera un papel fundamental en sus espectáculos, pues no escatiman en suntuosos vestuarios y maquillajes fantásticos. En los primeros desfiles (para Carnaval, para Reyes…) colaboraron con Markus von Wachtel, socio del grupo en sus inicios y cuyo interés por el circo le llevó a incorporar también saltimbanquis, tragafuegos, malabaristas, espadachines… e implicar a toda una tropa de jóvenes actores. Luego Eva, Fernando y Álvaro continuaron la línea de teatro de calle, con encargos como el que les hizo Tierno Galván para que revivieran El duende del Retiro. A partir de ahí han seguido creando espectáculos para lugares variopintos (castillos, murallas, barcos, escalinatas, fachadas…), de temáticas variadas (Espíritus del bosque, Misión galáctica), pero siempre con el sello de una caracterización y vestuario potente.
- ¿Que seáis una familia ha ayudado a manteneros durante 35 años?
- Eso hace bastante, explica Fernando, porque después del trabajo Eva y yo seguimos pariendo y teniendo ideas sobre el teatro que hacemos. Pero hemos sobrevivido porque hacemos muchas fiestas privadas, y hubo un tiempo que también trabajábamos en el taller para terceros. Ahora solo lo empleamos para autoabastecernos, es un lujo que nos permitimos.
- ¿De dónde procede el nombre de la compañía?
- Mi hermano y yo somos éramos muy aficionados a Flash Gordon y en sus cómics había un planeta que se llamaba Arboria, así que empezamos a jugar con las palabras, y como nos iban las cosas morbosas, nos salió Morboria. Entonces éramos muy punkis, ahora seguimos siéndolo, pero en verso.
Morboria dio el salto al teatro de sala en 1984, interesándose por un repertorio clásico, principalmente comedias de Molière, Shakespeare, Tirso de Molina o Agustín Moreto, en el que Fernando ha destacado como un divertido actor cómico. Se iniciaron con El burgués gentilhombre, la más premiada, aunque la que más recordamos sus admiradores es su versión de Sueño de una noche de verano, texto que parece hecho a la medida del ideal estético del grupo, pues la pieza está poblada de hadas, enanos, animales… que les permitió desplegar una imaginería en látex digna de El señor de los anillos. La estrenaron en 1998 y diez años después volvieron a reponerla. La producción se llevó el Premio al Mejor Espectáculo en el Certamen de Directoras de Escena de 2010.
En total han montado 35 títulos. Guardo muy buen recuerdo de Piratas, corsarios y otros temerarios, un desparrame en clave de farsa inspirado en los libros de piratería, diseñado como espectáculo de calle que luego los hermanos Aguado adaptaron a la sala en su “prosa macarra”; también de El lindo don Diego, pieza hecha a medida para lucimiento de Fernando y su gran vis cómica. Y El avaro, con versión, dirección y traducción de Eva del Palacio, y que se llevó el Premio del Público del Festival de Olmedo.
Ahora desafían el futuro con humor. Cuenta Eva que apenas les ha dado tiempo de ofrecer dos bolos Del teatro y otros males que acechan en los corrales, este homenaje a los cómicos de la legua en la que reflexionan sobre las glorias y penuarias de su oficio. “La perspectiva que se avecina es nefasta, pero tenemos previsto volver en octubre y noviembre a Madrid. En cualquier caso, seguiremos inasequibles al desaliento”.