Ayer se estrenó en el Infanta Isabel La golondrina de Guillem Clua, un melodrama de temática homosexual, -o LGTB, como ahora se dice-,que supone, además de la vuelta de Carmen Maura a la escena teatral, uno de los primeros ejemplos dramáticos de cómo un argumento proscrito históricamente en el teatro dramático, ha dejado de serlo. Si los planes de enseñanza de Primaria ya incluyen temática LGTB, lo raro sería que no se abordara en los escenarios.
Se dirá que el teatro español, y ya encontramos ejemplos en el Siglo de Oro, cuenta con muchos títulos en los que la homosexualidad se expresa. Pero suelen ser casi siempre obras cómicas, divertimentos en los que aparecen personajes y tramas con un tratamiento humorístico, generalmente el del sarasa gracioso, o piezas de cabaret o revista. No es hasta el siglo XX cuando el argumento de la homosexualidad se normaliza en el teatro dramático, aunque casi siempre ligado a la idea de que es una práctica disoluta, que atenta contra el matrimonio y, por tanto, contra la perpetuación de la especie. Sobre esto, es interesante consultar Homosexualidad y teatro en España, de Antonio Castro y prólogo de Julio Escalada (ed. Academia de las Artes Escénicas).
Guillem Clua ofrece un texto bien trabado argumentalmente, que según ha explicado escribió a raíz del atentado del Bar Pulse de Orlando, en 2016, una discoteca de ambiente gay en la que murieron ese día 50 personas por los disparos de un islamista. Clua desarrolla dos líneas argumentales interesantes: la política, centrada en distinguir entre violencia (no hay motivación política, religiosa, racial…) y terrorismo (sí la hay) y en las respectivas responsabilides que genera, o sea, un debate en el que ni siquiera los expertos se aclaran; y el conflicto familiar de una madre a la que le cuesta aceptar que su hijo haya salido del armario.
Dos personajes antagónicos, Amalia y Ramón, defenderán sus posiciones de manera consistente. Carmen Maura (no actuaba desde 2013 con Carlota, de Mihura) nos brinda un personaje construido con ese grado de espontaneidad y naturalidad al que ya nos tiene acostumbrados. Es una delicia verla en su papel de madre doliente y dulce, nunca patética, mientras Felix Gómez le da una réplica acorde y honesta. Dirige José María Mestres.