[caption id="attachment_875" width="560"] El elenco de Atchúusss!!!, con el director, Carles Alfaro, en el centro.[/caption]
Hace unos días discutía con colegas acerca del éxito de público de Atchúusss!!!, un espectáculo que lleva a escena media docena de relatos de Chéjov, protagonizado por famosos y buenos actores; un tipo de producción que estamos más acostumbrados a ver en los teatros públicos que en un teatro privado como La Latina, pues ni el citado autor ni el director, Carles Alfaro, se prodigan por los pagos comerciales.
Mantenía yo que el apoyo que estaba recibiendo del público hablaba muy bien de la evolución y el buen gusto de este. Pero mis sabios contertulios me alertaron, seguramente con razón, de que operaba el tirón mediático, pues el elenco reúne famosos intérpretes de la pequeña pantalla: los hermanos Alterio –Malena y Ernesto–, Adriana Ozores, Fernando Tejero y Enric Benavent. Y estaban convencidos de que hacer la misma obra con buenos actores pero no populares tendría una acogida poco más que mediocre.
Este argumento converge con las declaraciones recientes del director del Museo Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, sobre las dificultades que detectaba a la hora de programar un museo privado como el suyo: "El gran público solo quiere ver lo que conoce y conoce cuatro cosas". Parece que se impone, por tanto, ampliar su horizonte cultural y, luego, formarle el gusto. Pero, ¿cómo hacer para que los bienes culturales interesen? Y, más difícil todavía, ¿cómo hacer para que la excelencia vaya siendo apreciada por el espectador y gane su apoyo? De ser así, la radiografía del nivel cultural de nuestro país sería mucho más optimista.
El teatro es probablemente una de las artes más minoritarias en España, aunque cada año se venden unos trece millones de entradas (según el anuario de SGAE). Este país ha dedicado en los últimos 30 años bastantes recursos a difundirlo entre la población, creando auditorios y teatros públicos por casi todas las capitales de provincia y fomentando festivales y ferias en autonomías y poblaciones. La política que más o menos han mantenido todos los gobiernos –nacional, autonómicos y municipales– ha consistido en entradas a precios bajos, cuando no gratuitas. Y en aquellas comunidades con fuerte sentimiento nacionalista se ha potenciado su valor como herramienta identitaria. Parece como si la consigna en todo este periodo hubiera sido "llevar gente al teatro". El Estado la asumió y contribuyó a "popularizarlo", sin importarle demasiado competir deslealmente con el sector privado.
Pero hoy la consigna que se imponen los teatros tiene más que ver con la formación de las audiencias, el asunto de la segunda cuestión antes formulada. Son muchos los teatros que llevan tiempo trabajando este importante capítulo del marketing de empresas. Internet, las redes sociales, los sistemas de ventas de entradas... permiten también entrar en contacto directamente con los espectadores y no precisamente para conocer solo sus preferencias, también para abrirles el apetito sobre lo desconocido. Es una labor estratégica, con muchos obstáculos que sortear, y el principal, los medios de comunicación, que ayudan poco.
Siempre he defendido que los medios son un espejo que refleja nuestra sociedad y que la importancia que se le presta a las informaciones en los medios suele guardar una relación más o menos proporcional con la que le otorga la gente. Pero comienzo a pensar que el periodismo de este país está tan ideologizado que olvida a menudo reflejar manifestaciones singulares y noticias de interés social y cultural. En realidad, mi dedo señala a las televisiones. Y no me refiero a que tal o cual cadena debería hacer un programa dedicado al teatro, o la danza... Desde hace tiempo observo como algunas cadenas norteamericanas incluyen entrevistas con escritores, artistas o actores en el telediario, concediéndoles la misma importancia que tiene el político o el entrenador de fútbol en las nuestras. ¿Hace cuánto que no ocurre eso en una cadena española? ¿Cómo vamos a contribuir a que el común aprecie a los artistas como son y no como un grupito de privilegiados o apestosos si en las televisiones se les condena a programas estancos, y eso en en el mejor de los casos?
Por eso, porque las televisiones no van al teatro en nuestro país, no queda más remedio que el teatro recurra a la televisión para atraer al público. Y es lo que han hecho estos cinco actores de Atchúusss!!!, célebres por protagonizar series de televisión, pero con un prestigio forjado en las tablas mucho antes. Es fantástico que descubran al gran público un autor de la delicadeza y sensibilidad de Chéjov y le hagan disfrutar con sus pequeñas y deliciosas historias cómicas. Al aplauso de la crítica que están recibiendo, la compañía suma ahora el éxito que al final, en el teatro, cuenta verdaderamente: el de ganarse al público.