No ha sido un año fácil para Xbox. La marca gaming de Microsoft lleva en crisis de una forma u otra más de una década, pero las últimas semanas han sido especialmente duras. El cierre inmisericorde de Arkane Austin (Prey, Redfall) y Tango Gameworks (The Evil Within, Hi-Fi Rush) cayó como un jarro de agua fría sober la comunidad y la industria en general. Arkane había fracasado estrepitosamente con Redfall el año pasado, pero su pedigrí hizo pensar a muchos que podrían disfrutar de otra oportunidad antes de que los ejecutivos de Bethesda, y por ende Microsoft, tomaran medias drásticas.
Con Tango el destino incluso fue más cruel. Hi-Fi Rush fue un éxito de crítica y receptor de varios galardones de alto calibre como los Bafta. Pero no vendió bien, por mucho que Aaron Greenberg fardara de métricas incognoscibles para el común de los mortales. El estudio parecía haber encontrado una veta de inspiración sólida en John Johannas a pesar de la salida del fundador Shinji Mikami, pero las órdenes de arriba eran claras. Después de la obscenidad que habían pagado por Activision Blizzard, Satya Nadella no iba a permitir que la división gaming siguiera permitiéndose sus habituales indolencias.
Por eso Xbox necesitaba urgentemente un chute de adrenalina en el brazo para levantar a una comunidad deprimida. Todo parece indicar que lo ha conseguido, aunque habrá que esperar a ver si es un espejismo o son capaces de llegar hasta el final. La conferencia de Los Ángeles, ocupando el vacío del ya desaparecido E3, les ofrecía el escenario perfecto por la incomparecencia de Sony, también ella enfrascada en sus propios delirios existenciales.
Ha sido un montaje como los de antaño, bien planificado y repleto de novedades que nos permiten mostrarnos optimistas por el futuro inmediato de la industria. El ritmo fue trepidante y no le veo mucho sentido a hacer una relación comprehensiva de todos los anuncios, pero sí me quiero detener en algunas cuestiones que considero relevantes, sobre todo para tratar de dilucidar el cambio de estrategia para esta nueva etapa de Xbox.
El anuncio más relevante es que una de las franquicias más poderosas del mundo va a estar a partir de ahora disponible el día del lanzamiento en Game Pass. Call of Duty: Black Ops 6 lleva en desarrollo cuatro años y es una secuela directa de Call of Duty: Black Ops Cold War (2020), poniendo en evidencia la forma tan arbitaria de nombrar los episodios de la franquicia. El juego tiene pinta de contar con una campaña de calidad y de ser un producto completo, muy diferente a la entrega del año pasado.
Al ponerlo de salida en Game Pass, Microsoft está renunciando a una cantidad ingente de ingresos, cientos de millones de euros en aras de engrosar el número de suscriptores de su servicio, que lleva varios meses estancado. Es la apuesta definitiva. Más no pueden hacer. Es la bala de plata que tienen para conseguir desbloquear la situación y hacer que el servicio sea rentable. ¿Surtirá efecto? Es muy díficil saberlo, pero en estos momentos diría que no. Es probable que se anuncien en algún momento subidas generalizadas de precios, pero aun así, el servicio debería explotar en popularidad para compensar todo lo que no van a ingresar por ventas directas.
Black Ops 6 llegará a PlayStation también para honrar los compromisos adquiridos con las entidades regulatorias que tuvieron que aprobar la adquisición de Activision Blizzard. Lo que no se sabía era que Doom: The Dark Ages también lo hará, un acto que confirma un cambio de paradigma. Está claro que van a ir con cuidado y tratarán de hacerlo poco a poco, pero los días de las exclusividades en consola han terminado. Es un cambio muy sustancial que evidencia la preocupación por mantener un modelo de negocio sostenible.
Algunos juegos llegarán a la vez a todas las plataformas, otros disfrutarán de un periodo más o menos prolongado de prioridad en Xbox, pero la gran mayoría terminarán en ambos frentes. Por cierto, el influjo medieval del nuevo Doom, que se espera para el año que viene, abre todo un abanico de posibilidades para la saga y estoy seguro de que Id Software va a superar el altísimo estandar de calidad que impuso con Doom Eternal (2020).
Por lo demás, la conferencia nos permitió vislumbrar los progresos en varios juegos en los que la marca lleva años trabajando. El que más me entusiasmó fue Perfect Dark, sobre todo después de todas las informaciones de severos problemas en el desarrollo. El juego de Crystal Dynamics (con el apoyo de The Initiative) tiene toda la pinta de ser un simulador inmersivo en una versión futurista de El Cairo donde la exploración, la investigación y la libertad de acción van a ocupar un lugar privilegiado.
El juego original, lanzado en el año 2000 para la Nintendo 64, es uno de los mejores juegos de la historia, pero hoy en día ha quedado muy desactualizado y es difícil entrar en su propuesta con una mentalidad moderna. Fue un adelantado a su tiempo. Rare supo darle una vuelta al género de los FPS con un acercamiento mucho más cerebral y una historia capaz de maridar Expediente X con el mundo de espías de James Bond y una buena dosis de humor blanco. Parece que todavía le quedan años al proyecto, pero la cosa promete.
Lo mismo se puede decir de Fable. Playground lleva más de un lustro peleándose con el proyecto, pero parece que por fin han conseguido doblar un recodo y han enfilado la recta final de un RPG con un indistinguible acento británico. Es un estudio que hasta el momento no ha hecho más que juegos de conducción (los excelentes Forza Horizon) por lo que Fable representa una prueba de fuego que determinará si es posible trascender un molde semejante. South of Midnight, de Compulsion Games, se sostiene sobre las técnicas de animación usadas en las películas de animación de Spiderman para narrar una historia de fantasía con una imaginería sacada del Sur Americano.
Para este otoño, Xbox apuesta por Avowed e Indiana Jones and the Great Circle. Los dos tienen una pinta fenomenal, pero hasta que no estén en nuestras manos es imposible asegurar si van a cumplir con las expectativas depositadas en ellos. Avowed es la secuela indirecta de Pillars of Eternity 2 (2018), pero en vez de un CRPG, como un juego a lo Skyrim. Es decir, dirigido a un público masivo. Obsidian es uno de los estudios con más talento en el género desde hace veinte años, pero siempre se han visto afectados por carencias presupuestarias y tiempos de producción imposibles.
Con Avowed, las cosas deberían haber sido muy diferentes. Por otro lado, Indiana Jones despierta muchas dudas en cierta gente por ser un título en primera persona, pero creo que MachineGames ha demostrado con los Wolfenstein que saben lo que hacen. Otra cosa será la historia, que al estar dictada por Todd Howard puede que no llegue a los estándares de la franquicia. El Macguffin en sí, el Gran Círculo, me parece un concepto bastante cochambroso, pero habrá que esperar.
La última sorpresa que Xbox nos tenía preparados fue Gears of War: E-Day, una precuela ambientada 14 años antes del primer título lanzado en 2006. Es decir, una crónica de la primera invasión de los Locusts. Es un periodo que siempre ha despertado interés y de alguna forma ha salido en los flashbacks de los juegos, pero creo que es la prueba definitiva que la franquicia está en las últimas.
Gears 5 se atrevió a cambiar la fórmula y el resultado fue asombroso, con un final apoteósico que dejaba todo listo para un cierre de la segunda trilogía por todo lo alto. Que hayan renunciado a terminar esa historia y hayan vuelto a los personajes de la trilogía original me parece un ejemplo de cinismo creativo lamentable. Parece un intento desesperado por insuflar vida a la franquicia dejando el timón a los focus groups.
Desde el estudio aseguran que volverán después para terminar la trama de Kait, pero dudo mucho que dentro de 6 años a la gente le siga interesando. No tengo dudas de que los valores de producción estarán por las nubes y será espectacular en todos los sentidos, pero aborrezco estas decisiones ultra mercantilistas que obvian cualquier pretensión artística en el medio. Hay que saber cuando cerrar las historias y pasar página. La alternativa es patética.
Con todo, el futuro inmediato de Xbox resulta halagüeño, por lo menos en cuanto a títulos, un frente en el que Sony, su principal competidora, está desaparecida. Redoblan la apuesta por Game Pass y hacen un cambio de estrategia capital al publicar los juegos en todas las plataformas posibles, aumentando los ingresos de manera considerable pero quitando razones para entrar en su ecosistema.
Demuestra que Xbox no se ha olvidado de ser un negocio pero que todavía tiene fondo de armario para arriesgar. Veremos cómo acaba todo, pero por primera vez en mucho tiempo, hay razones para ser cautelosamente optimistas sobre el futuro de la marca.