En una cálida isla del Caribe, Voodoo Detective (sí, así se llama el protagonista) recibe en su oficina a una joven que le encarga un caso muy especial: esclarecer su identidad.
Mary ha perdido la memoria y solo tiene para ofrecer como pistas un extraño medallón y el vago recuerdo de un encuentro con un anciano con bastón y pipa que Voodoo Detective identifica rápidamente como Papa Legba, el intermediario entre la humanidad y los lwa, los semidioses del panteón haitiano. La isla está invadida por una marabunta de turistas engorrosos, circunstancia que han aprovechado dos magnates locales, Victor Fontule y Gordon Crumbsford, para establecer un imperio de tiendas de souvernirs, hoteles y puestos de soul food. Lo que empieza como un caso cotidiano se va enmarañando con una conspiración que podría tener en su núcleo los poderes del mismísimo Barón Samedi, señor de los muertos.
Voodoo Detective es un juego que entra por los ojos. El cuidado apartado artístico nos retrotrae a The Curse of Monkey Island, obra que este año cumple 25 años y que se encuentra de rabiosa actualidad al anunciarse el retorno de Ron Gilbert a la franquicia con Return of Monkey Island (previsto para otoño). Al igual que el legendario juego de LucasArts, los fondos prerrenderizados se afanan en capturar el colorido caribeño, con tonos saturados y vibrantes que destacan en alta resolución. Los personajes se mueven sobre ellos con animaciones limitadas, que provocan cierta desconexión con los escenarios sobre los que se superponen, pero que a la postre están resueltas.
En cuanto a términos jugables, el título sigue de cerca la ortodoxia del género. Su principal aportación es la inclusión de un libro de encantamientos hoodoo de la abuela del protagonista que hay que utilizar para resolver varios puzles. La gran mayoría son de inventario (utilizar y combinar objetos desperdigados por los escenarios) y de una dificultad testimonial, que sin embargo está muy ajustada a las intenciones del juego; es decir, contar una historia divertida sin obtusos rompecabezas que nos provoquen atascos o rompan el ritmo.
Aquí no hay nada ni remotamente parecido a los temibles saltos de lógica que los diseñadores tendían a incluir en la época dorada del género, a principios de los noventa. Y no se echan de menos. Tan solo en una ocasión me vi incapaz de seguir adelante tras una sesión bastante larga. Pero solo tuve que dejarlo y volver al día siguiente con la cabeza despejada para resolverlo en cinco minutos. El diálogo ya de por sí ofrece pistas suficientes para hilvanar conceptos, por lo que no es realmente necesario acudir a guías.
Voodoo Detective es el primer juego de Short Sleeve Studios, un microestudio creado por dos amigos: Eric Fulton y Eric Ackerman. Se han preocupado de incluir una breve aclaración al principio explicando que se acercan a la mitología y a la religión del vudú haitiano con respeto y admiración, sin duda temiendo la posible acusación de apropiación cultural. El juego tiene un acabado muy meritorio, con una música de Peter McConnell (con una trayectoria reconocida en la que destaca su participación en Grim Fandango) y unas interpretaciones encomiables de un reparto volcado en el proyecto, la trama y sus personajes.
La falta de una campaña de marketing en condiciones probablemente haya hecho que el mensaje no haya llegado al público objetivo del juego (los adeptos a Sierra y LucasArts), pero con algo de suerte, el lanzamiento en más plataformas más allá de Steam o iOS haga que el título encuentre una segunda vida más allá del mes de lanzamiento.
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Por todo su conservadurismo y un humor seco que no suele funcionar del todo, Voodoo Detective ofrece un vistazo a una cultura que no suele contar con mucha representación en el medio. Gabriel Knight: Sins of the Fathers (1993) es el único título que viene a la mente cuando hablamos de sincretismo haitiano y el tono no podría ser más diferente. Las aventuras gráficas viven y mueren por la calidad de su narrativa y el ingenio de sus puzles. En ambos frentes, Voodoo Detective cumple con creces. Lo suficiente para recomendarlo sin reservas a los fans de las aventuras gráficas clásicas, tan desprovistos de sustento en estos tiempos modernos, y para esperar con atención lo próximo que cocinen estos dos creadores.