'Spider-Man: Miles Morales', el alma de Harlem
Un videojuego comedido en sus dimensiones formales pero rebosante de personalidad. Un alegato sobre la diversidad entorno a un drama familiar con un firme pulso narrativo
Después de cosechar un éxito arrollador con el Spider-Man de hace 2 años, Insomniac Games ha preparado otro en tiempo récord para el lanzamiento de PlayStation 5, y el resultado no podría ser más positivo. En esta ocasión dejamos a un lado a Peter Parker para encarnar a Miles Morales, un adolescente afrolatino que, tras los sucesos del primer juego, está dando sus primeros pasos en el cargo de superhéroe con sus propias habilidades sobrehumanas. Es importante recalcar que es un juego con una extensión más reducida que la primera parte, algo que a la postre acaba beneficiándole porque en vez de saturar la ciudad de Nueva York con docenas de actividades sin ningún tipo de significado, los desarrolladores han optado por depurar cada elemento al máximo, otorgándole a todo una coherencia narrativa holística. El resultado es un relato donde el ritmo no decae en ningún momento, con personajes bien dibujados, unas actuaciones soberbias y donde la vibrante identidad de Harlem es alabada y homenajeada a cada momento.
Un año después de los acontecimientos de Spider-Man (2018), Miles Morales trata de aclimatarse a su nuevo rol como aprendiz de superhéroe. Cuando Peter Parker tiene que irse al extranjero como fotógrafo del Daily Bugle, el joven se queda como el único trepamuros para proteger Nueva York. Es Navidad y la ciudad entera se ha engalanado para la ocasión, pero las fiestas quedan interrumpidas por la guerra abierta entre la corporación Roxxon y una banda criminal que usa armas de tecnología punta. Al mismo tiempo, su madre, Rio Morales, entra en campaña para defender el barrio de Harlem de la agresiva gentrificación puesta en marcha por Roxxon para construir un reactor experimental y su tío, que mantiene su propia doble vida, trata de tender puentes con él después de la muerte del padre de Miles.
En el plano jugable, el título sigue el patrón ya establecido con anterioridad, con un mundo abierto donde la navegación por los escenarios sigue siendo un auténtico placer, con una gran fluidez a la hora de balancearse entre los edificios con las telerañas. En PlayStation 5, el mando DualSense ofrece una experiencia háptica que realmente transmite la sensación de gravedad y tensión de los cables. Es algo difícil de describir, pero el estudio se ha preocupado de sacarle el máximo partido a la tecnología para aportar una capa extra de inmersión, con la resistencia de los gatillos variando dependiendo de si estamos tensionando el cable o ya soltándolo. La principal diferencia con el primer juego es que Miles cuenta con un arsenal de poderes más expansivo que Peter Parker. A las habilidades propias del Spider-Man clásico se le suman los poderes eléctricos y la capacidad de volverse invisible. Al ser más poderoso, los enemigos también escalan en dificultad, planteando desafíos más pronunciados en escenarios repleto de opciones.
Los desarrolladores han sabido, de una manera muy inteligente, dotar a las actividades más mundanas de una pátina de significado que iluminan las relaciones de Miles con su entorno y su pasado. De esta forma, una simple yincana que su madre le monta para celebrar su cumpleaños y en el que tiene que recorrer la ciudad en busca de unas postales acaba deviniendo en un peregrinaje por las localizaciones que más influencia tuvieron en su vida y en la de su padre. Lo mismo pasa con su tío, que le anima a descubrir los diferentes sonidos de la ciudad para incorporarlos a sus creaciones musicales (Miles es un apasionado de la música y un productor en ciernes). Cada vez que identifica uno de esos sonidos, su tío le regala una anécdota que va rellenando los huecos y permite a Miles descubrir por qué la relación entre hermanos acabó rompiéndose de manera tan amarga. Todo el contenido opcional está orientado a enraizar a los personajes en la realidad neoyorquina, y más concretamente en Harlem, un icónico barrio para la comunidad afroamericana que se ha ido abriendo para albergar una verdadera multiculturalidad. Grandes murales de “Black Lives Matter” decoran las fachadas de los edificios mientras el baloncesto convive con la música latina y los bailes improvisados en mitad de la calle. Una comunidad vibrante que se ve amenazada por el corporativismo miope de Roxxon y las intromisiones del crimen organizado.
En el corazón del conflicto narrativo subyace la forma diferente que tienen los personajes principales de enfrentarse a la pérdida. La necesidad o no de buscar culpables, el ánimo de venganza, el sentimiento de culpa ante la ausencia impuesta, la frustración e impotencia por no haber podido hacer nada para evitarlo, por no haber arreglado las cosas antes de la partida prematura de la persona amada. Spider-Man: Miles Morales y su elenco de personajes principales configuran un prisma con muchas caras por el que mirar a las mismas realidades. Phin Mason, la amiga de la infancia del protagonista, es el gran contrapeso narrativo, y aunque su personaje incurre en un desarrollo algo trillado (con grandes dosis de angustia adolescente), la actriz que la encarna exhibe una actuación soberbia, y es una de las responsables de que el clímax de la historia explote en un arrebato de épica, tensión dramática y lírica sin parangón. Es un juego más comedido que el anterior, pero con una identidad más marcada y una coherencia que lo hacen superior. Sortea las limitaciones del género de los superhéroes para mostrar una realidad de la América actual que merece ser escuchada.