'Bloodstained: Ritual of the Night', nostalgia noventera
El videojuego de Koji Igarashi es un homenaje a 'Castlevania: Symphony of the Night', uno de los juegos más memorables de la PlayStation original
La cultura popular lleva unos años atravesando un profundo viaje introspectivo, una auto referencia a tiempos pasados para explotar los sentimientos de nostalgia de los millenials, precisamente el segmento demográfico más codiciado por los anunciantes. No es casualidad el éxito de series como Stranger Things, el regreso de iconos de los 80 como Top Gun (la secuela de Tom Cruise está planeada para el año que viene) o que incluso el cine de superhéroes haya vuelto la vista atrás para vestir su diseño de producción (el neón de Thor Ragnarok o la ambientación tanto de Capitana Marvel como de Wonder Woman 1984). Esa idealización del pasado no le resulta ajena al mundo de los videojuegos, y los años 90, una década que fundamentó los pilares del medio con un tremendo derroche de creatividad e ingenio, encapsulan al guardián de las esencias para muchos jugadores en la treintena. El salto tecnológico ha sido demencial en estos veintitantos años, pero la industria también ha cambiado por completo, por lo que algunas de las propuestas que triunfaban entonces quizá ya no puedan justificar la atención de las grandes empresas. Por eso Kickstarter y la financiación colectiva desde un principio se centraron en estos proyectos. Tan solo un par de nombres y una serie de promesas eran suficientes para reunir millones de dólares, y aprobar proyectos que de otra forma nunca hubieran visto la luz del día.
Bloodstained: Ritual of the Night es un homenaje a Castlevania: Symphony of the Night, uno de los títulos más memorables de la PlayStation original y uno de los mejores exponentes de un subgénero de los juegos de acción y aventura conocido en el mundillo como metroidvanias (palabro que nace de la fusión de los dos nombres fundacionales, Metroid y el ya mencionado Castlevania). La única razón por la que no forma parte de la serie es por una cuestión de derechos, porque a todos los efectos es una puesta al día de los mismos principios que impulsaron su creación en las oficinas de Konami. Koji Igarashi, el productor, repite como principal responsable en este título, pero lejos de quedarse en un ejercicio de mero cinismo, Bloodstained consigue superar las expectativas con un juego bien diseñado, repleto de opciones de personalización y que triunfa en la faceta de exploración con un gigantesco mapa interconectado. Es precisamente el castillo, donde se concentra la acción de Bloodstained, el principal atractivo del juego. A pesar de sus grandes dimensiones y su diseño laberíntico, conforme avanza la aventura se imprime en nuestra mente la impronta de su arquitectura, con sus pasadizos y recovecos, pero también los obstáculos que impiden el progreso por el momento, a la espera de una nueva habilidad que los permita sortear. Esa conquista paulatina de tan vasto escenario, el uso inteligente del mapa y la inventiva exigida para solucionar los puzles deparan los mejores momentos de Bloodstained. El combate, a pesar de sus apabullantes opciones, no deja de ser un elemento más secundario, aunque constante.
Bloodstained: Ritual of the Night consiguió recaudar más de 5,5 millones de dólares en su campaña de Kickstarter, lanzada ya hace cuatro años. Solo Shenmue III ha conseguido superar esa cuantía en la historia de la plataforma en cuanto a videojuegos se refiere, pero su largo proceso de desarrollo deja entrever muchas dificultades. La comunicación con la comunidad que apoyó financieramente el proyecto ha permitido a Igarashi enmendar el rumbo en varias cuestiones clave, como el apartado artístico. Ramplón a más no poder al principio, la versión final luce bastante mejor, si bien se entrega por completo a los postulados anime más derivativos en cuanto al diseño de personajes, mientras los escenarios se sumergen en sensibilidades góticas con una paleta de colores saturados. La narrativa sí que está a un nivel de producción japonesa de tercera categoría, por lo que sorprende la cantidad de tiempo que el juego le reserva. Es un caso curioso, porque está en la delicada frontera que separa la sátira de la serie B del empeño sincero pero ridículo a más no poder. En cualquier caso, bastante prescindible. Pero los aspectos más lúdicos, así como las melodías musicales, están a un nivel muy notable, y componen un paquete primoroso para jugadores nostálgicos de un tiempo donde todo parecía posible.