El mestizaje va camino de convertirse en lo que algunos hemos pensado siempre, una ideología de prestigio y de solución de los problemas identitarios que, en demasiadas ocasiones, buscan lo imposible: la pureza. Mal resultado el de la pureza en la historia del ser humano, en la que en los años y siglos que nos han precedido ser mestizo no era precisamente un blasón de prestigio y de futuro.
Estoy en Cádiz, en el IX CILE. Asisto a un atardecer esplendoroso, lleno de sol y azul, junto al mar americano de América, en el que mira al Nuevo Continente. Ya es un hecho lo que algunos hemos defendido siempre: que la lengua española es una lengua mestiza, que quienes hablamos y escribimos en esta lengua lo hacemos en lengua mestiza. Claro: todos hablamos en mestizo, porque cada vez somos felizmente más mestizos, más mezclados, menos buscones de esa "pureza" rara que siempre ha traído malos resultados a la Humanidad. Todos estamos contaminados: los unos de los otros y las lenguas también, felizmente, cada vez más.
Hace años estuve en la Isla de Aruba, en el Caribe venezolano, durante un mes. Me asombró la lengua que hablaba aquella gente, una lengua mestizada que se llama papiamento, con su gramática perfecta y con todas las de la ley. Una lengua mestiza, llena de anglicismos, galicismos, elementos de la lengua holandesa (ya mestizada), términos hispanos y otros muchos elementos que procedían de la lengua original africana de la isla (de las islas, porque también se habla papiamento en Curazao y Bonaire, islas cercanas).
Inútilmente traté de captar parte del alma gramatical del aquella lengua sorprendente, mestizada hasta en su médula. Me hartaba de ver y escuchar la televisión y las emisoras de radio, trataba por todos los medios de asomarme a aquel abismo lingüístico del que no saqué en claro más que lo que me decía un libro de su gramática que compré una tarde en una de las pocas librerías de aquella isla fantástica y amable a la que me prometí volver, aunque todavía no he cumplido mi promesa.
La diferencia entre el español y otras muchas lenguas mestizas del mundo, incluida el mínimo y extraordinario papiamento, es que el español es una lengua mestiza en expansión en todo el mundo; la diferencia es que el español es una lengua mestiza global, que crece en todo el planeta frente a otras lenguas que se han ido quedando limitadas a su territorio original. Tal la evolución de la Humanidad, tal la evolución de sus lenguas. Unas se quedan en su territorio y otras viajan por el gran espacio mundo.
Me congratulo de haber nacido en esta lengua española; me doy las gracias por haber estudiado desde que tengo uso de razón su esplendorosa gramática; me agradezco haber estudiado el español desde sus raíces latinas y griegas, me divierte y enorgullece haber estudiado dos años de aquella lengua hipotético que unos llamamos indio europeo y otros llaman indogermánico; de ahí venimos, así somos y así hablamos.
En el CILE ya nadie discute, aunque antes sí, que lo mejor de nuestra lengua es su magnífica impureza, su extraordinaria manía por viajar e instalarse en territorios y pueblos que antes no la conocían. El CILE de Cádiz está lleno de mestizos que hablan el hispanoamericano, el español americano tan diverso, rico, asombroso y revivificador (perdonen el palabro, soy un escritor libre…). Me siento eufórico de que, al menos en circuitos académicos, el término interculturalismo haya cobrado terreno y comprensión al multiculturalismo, conceptos a todas luces no sólo distintos sino opuestos: uno, el interculturalismo, es internacionalista; el otro, el multiculturalismo, es el triunfo del ghetto, del triunfo del nacionalismo perverso, del tribalismo, del primitivismo.
Lo que ocurre es que lo que cunde hoy, sobre todo en los medios informativos (y no digamos en lo que llamamos redes sociales), es el analfabetismo, que confunde los dos conceptos y los nombra como si fueran la misma cosa con el mismo contenido. El interculturalismo es integrador; el multiculturalismo, localista y provinciano.
Digo todo esto porque el IX CILE es un éxito ya por su título y su lema, "Mestizaje e interculturalismo": evidencias que, por parte del analfabetismo nada pasajero de nuestros tiempos, se trata de confundir. Así vence el analfabetismo: con la ignorancia de quienes organizan la vida de los pueblos con falsos fundamentos y con argumentos de embuste.
Veo atardecer a orillas del americano mar de Cádiz, por donde el español viajó a América hace siglos para transformarse en la lengua global que es hoy, sin fronteras ni alcabalas, con el mestizaje por bandera y futuro. Veo caer el sol en la mar, a orillas de América, el fresco de América flotando, bailando invisible en flamenco andaluz, una forma de vivir y hablar mágica y gloriosa. Doy gracias a la vida por esta fiesta de la lengua española y agradezco a América, mi amante imposible de asir incluso con la memoria más larga, poder bailar en el centro de la arena de la playa de la Victoria, en la orilla americana de Cádiz, un privilegio.