Las tres cumbres de la literatura occidental
La 'Odisea', la 'Divina Comedia' y el 'Quijote' son las obras maestras que han influido en toda la literatura posterior
Si me preguntaran por las tres obras maestras de la literatura occidental de todos los tiempos no dudaría ni un instante: la Odisea de Homero, la Divina Comedia de Dante y Don Quijote de La Mancha. Cosa sabida, dirán muchos con razón. Y es verdad, los cánones y quienes los han compuesto y heredado nunca han dejado de citar estos tres títulos literarios, dos en verso y uno en prosa, a la cabeza de las cumbres clásicas e inamovibles. Por lo menos, y hasta el momento presente, estas tres obras literarias no han sido superadas por otras obras maestras. Además, toda la literatura occidental, la divina y humana, la poética y la prosa, está impregnada por esos títulos que hemos citado arriba.
La Odisea está escrita en griego homérico, en hexámetros dactílicos de una precisión asombrosa. Queda la duda de su autor. Atribuida a Homero, narra las aventuras de Ulises (u Odiseo) en sus viajes por el Mediterráneo de vuelta a Ítaca, su casa, tras el final de la guerra de Troya.
La escuela clásica, y la mayoría de los maestros y helenistas, la atribuyen a Homero, pero hay escuelas —entre ellas, una oxoniense— que sostienen que el autor fue una mujer, y se lo atribuyen tentativamente a Nausicaa, la princesa que encuentra a Ulises en la arena de la playa y lo salva de la muerte tras uno de sus naufragios.
La suavidad del verso contrasta con la dureza del hexámetro de la Ilíada, texto donde las mujeres son la maldición del mundo y las causantes del mal, mientras que en la Odisea son todas benéficas, todas hadas madrinas por las que no pasa ni siquiera el tiempo, incluso aquellas que cubren en la obra el papel de brujas y no son otra cosa que mujeres mágicas que quieren el bien del mundo y de los hombres.
La duda sobre la autoría sigue. La tesis oxoniense, en la que se incluye al escritor Robert Graves, es que Ulises viajó hacia Poniente y no hacia Levante, que se perdió en el Mediterráneo, que Calipso lo conquistó ofreciéndole la vida eterna si se quedaba con ella y que Ulises aceptó y jamás volvió a Ítaca ni a ver a Penélope.
La Divina Comedia está escrita en tercetos encadenados, en lengua toscana, el origen del actual italiano, y es la perfección de la literatura occidental. La bajada al Averno es una aventura enloquecedora y terrible, una experiencia única, como la de Ulises, y Dante describe ese mundo de ultratumba en una obra en la que el número tres es clave en la composición y la simbología: la Santísima Trinidad, el mismo terceto encadenado y el triángulo como dibujo y fondo de la perfección. Más el triángulo que protagoniza la obra: Beatriz, Virgilio y el propio autor de la obra. Toda la lírica occidental, desde la amorosa a la más diabólica y maldita, está fuertemente influida por esta obra de Dante, gracias a la que se creó el adjetivo “dantesco”, cosa terrible (el deinós del griego clásico).
La novela vulgarmente llamada El Quijote, obra de Cervantes, es la madre de la novela universal. En ella se narran, como se sabe, las aventuras de un caballero andante —que sugieren o creen lectores y especialistas que está loco— que busca con desesperación la atención de su amada Dulcinea, una entelequia que cobra vida y pasión en la cabeza demente del protagonista.
Son tres textos sagrados, divinos y humanos, donde el hombre se lanza tras el amor de su vida (Penélope, Beatriz, Dulcinea) en una aventura interminable, uno por mar, otro en los infiernos y el tercero en un territorio llamado La Mancha que se ha hecho cada vez más grande gracias a la lengua española en la que se escribió El Quijote.
Está fuera de duda que El Quijote es la novela que más ha influido en los siglos posteriores en el género literario de la novela. Cervantes, que conocía las literaturas clásicas, se alimenta de ellas y casi las copia en algún que otro episodio de su novela cumbre: hay mucho de Ulises en Don Quijote, desafiando en su locura aquellos monstruos a los que Ulises se enfrenta en el mar; y hay mucho del poeta de la Divina Comedia, del Dante que recorre el mundo del más allá para encontrar a Beatriz, en las aventuras del Quijote. Y ese parentesco no es baladí, sino resultado de las lecturas de Cervantes y de la herencia de la tradición literaria occidental.
La Odisea y la Divina Comedia tienen un final feliz, pero ¿es un final feliz que el caballero loco, el genio del Quijote recuperado en Alonso Quijano, vuelva a la razón y se dé cuenta de la pérdida de tiempo que ha sido su vida, la vida que luego dará origen a la novela moderna de una vez y para siempre?
Siempre dije, y ahora lo sostengo una vez más, que es imposible escribir verdadera literatura sin haber leído estas tres cumbres de Occidente. E invito a mis improbables lectores a que entren en la aventura de leer estos tres títulos, porque es seguro que mirarán con otros ojos el trabajo del escritor, cualquiera que él sea, y la aventura en la que se interna al querer escribir una novela después de leer estas tres genialidades.