El 6 de diciembre de 1993, la actriz mexicana Rita Macedo, ex primera esposa del novelista Carlos Fuentes, salió de su casa con un revólver en el bolsillo de su abrigo, se metió en su automóvil, aparcado junto a su casa, y se pegó un tiro. No quería seguir viviendo su vida. Rita Macedo tuvo una vida tan trágica como activa, llena de amores y amoríos, de despachos y desencuentros. Todos los que quiso con fidelidad consecutiva están en el libro que acabo de leer apasionadamente. Mujer en papel (Trilce Ediciones, 2019, México), es la memoria escrita de esta grandísima mujer (hasta hoy no me había enamorado de una mujer fallecida hace tanto tiempo gracias a la lectura de sus memorias, recopiladas y editadas por Cecilia Fuentes, su hija).
La primera novela que leí del “boom” fue La región más transparente, y el novelista que más admiré de esa época de lujo literario fue Carlos Fuentes. En el momento de ser publicada esa novela, Fuentes estaba recién casado con Rita Macedo, que ya tenía dos hijos de un matrimonio anterior. Se habían enamorado con verdadera pasión, tal como demuestra el texto de Rita Macedo en sus memorias, y vivían un tiempo de vino, rosas y miel que acabó años después, cuando Fuentes se fue a París a vivir con Silvia Lemus, “la princesa que llegó para quedarse”, según las memorias de la actriz.
Fuentes tuvo a lo largo de su matrimonio con Rita muchas “princesas”, así llamaba a sus confesados y reconocidos ligues. Fuentes era un colibrí, un bailarín irresistible, de una verbalidad brillantes y de un lenguaje asombroso. Era un actor y, como tal, había en su vida y en su postura pública mucho de farsa, mucho de Hollywood, mucho de teatro. Desde su supuesta ideología izquierdista hasta sus posturas de escritor universal. Pero era un buen actor, que acabó creyéndose uno de los mejores escritores del mundo sabiendo que no lo era. Sufría por esto mucho más que por todas las desgracias que le acompañaron en su vida, y que él mismo fue tejiendo de manera inconsciente. Rita Macedo es esclarecedora en este punto a lo largo de sus memorias, donde lo proclama farsante en varias ocasiones y episodios.
La verdadera persona trágica de este tragedia impresionante es la propia Rita Macedo, una mujer apasionada por la vida a quien su propia vida fue apagando e induciéndola al suicidio. Se preocupó de sus hijos como nunca Carlos Fuentes se preocupó de los suyos, aunque tampoco puede responsabilizarlo, no sería justo del todo, de la muerte de los dos hijos que tuvo con Silvia Lemus, Carlos y Natasha. Natasha vivía con un narcotraficante de altos vuelos y estaba embarazada del delincuente. Carlitos ya había muerto muy joven. Natasha embarazada fue secuestrada por una banda rival de su novio y a los pocos días apareció muerta en el peor y más grande basural de la Ciudad de México. Una tragedia inmensa. A los cuatro días de ese asesinato, yo tenía una cita en el Hotel Palace de Madrid con Carlos Fuentes, para hacerle una entrevista de una hora para mi programa de televisión Los libros, que se emitía en TVE2 y en Canal Internacional. Le dije a Carlos que podíamos suspender la entrevista, dadas las circunstancias, pero él me contestó con una frase única: “No, yo soy un profesional”. Me acuerdo del impacto intelectual que me produjo su respuesta. Siempre le tuve y le sigo teniendo una admiración enorme, sobre todo por sus primeras novelas, y por la complicidad con la siempre me trató, de modo que las memorias de Rita Macedo me han provocado un enamoramiento de fin de semana, apasionado y firme, por su persona y una ternura enorme por el actor y escritor que fue marido, el gran Carlos Fuentes, a quien desde el suicidio de su ex primera mujer le acompañó la ruina y la tragedia. ¿Son las memorias de Rita Macedo un ajuste de cuentas familiar, una venganza de tragedia griega, el monólogo de una actriz que sufre en su vida todos los embates y tormentos de la desgracia y la tragedia, son una venganza de la vida, un documento vivo contra la injusticia de la vida, el amor y la muerte? Después de leer Mujer en papel, estoy convencido de que el texto es todas esas cosa y muchas más. Y, además, descubre una mujer oculta hasta ahora en el glamour de la vida, también trágica, de Carlos Fuentes.
No hay biografía escrita sobre Carlos Fuentes. No hay libro autobiográfico, no hay nada que nos acerque a Fuentes tal vez como merecemos, con humanidad y ternura. El propio Fuentes nunca quiso que se supieran “sus cosas” y las tapó como pudo, menos el affaire tórrido que vivió durante una pequeña temporada con Jean Seberg, actriz que también terminó suicidándose. Un rumor recogido por los pelos en los pasillos de la FIL de Guadalajara hace unos días decía que había que hacerle una biografía a Fuentes. Y que había que encargársela a Gerald Martín... Difícil tarea, contesté, en el caso de que pueda escribirse. Una semana después me sumergí en esta espléndida tragedia griega que resulta Mujer en papel. En sus páginas está escrita una parte de la biografía de Fuentes. Pasan por ellas, por esas páginas, hombres y mujeres notables y sobresalientes de la época de oro del cine en blanco y negro y el teatro en México, desde Buñuel a Octavio Paz, mis primos los hermanos Gustavo y Rubén Rojo, su hermana y también actriz Pituka de Foronda, hijos todos de Mercedes Pinto de Armas. Pasan por todas esas páginas episodios y anécdotas de la historia de México, y el tout Mexique de la época se luce en muchos de sus capítulos.
Es difícil ya, a mis años de memoria y vida, que me olvide de Mujer en papel y de Rita Macedo. Nunca pensé que me fuera a enamorar de una mujer, fallecida hace más de treinta años, leyendo sus memorias, las memorias de una gran mujer, una gran actriz dramática, una gran esposa de sus maridos y amores, una de las grandes, olvidada largo tiempo en el silencio de su propio suicidio.