Una escultura de Juan Muñoz en la que un chino se frota las manos se sitúa en el centro de una sala. Este personaje, que nos habla de la imposibilidad de comunicarse, aparece rodeado de una gran cantidad de fotos de registro de averías del sistema de comunicación en nuestro país. Cada zanja o punto en el que se detectaba un fallo quedaba registrado. Y en medio de esta incomunicación el personaje de Muñoz queda aislado. Esta es tan solo una de las relaciones que traza el recorrido Conexiones en la Colección Telefónica, una exposición instalada en la tercera planta del Espacio Fundación Telefónica que pone a dialogar la colección de arte, el archivo histórico y el patrimonio tecnológico de la compañía.
“Hemos querido mirar la colección desde un punto de vista variado, con un prisma que nos permitiera observar lo mismo desde diferentes puntos de vista”, apunta Laura Ramón, comisaria de la muestra y responsable de la colección artística de la Fundación Telefónica. Dividida en seis ámbitos, la muestra recrea “una serie de conexiones formales, intelectuales y conceptuales”.
El avance de la telefonía
El primer ámbito, titulado Ciudad moderna, pone sobre la mesa la importancia “que tuvo la instalación de una red de comunicación automática en las ciudades españolas”. Estamos en los últimos coletazos del siglo XIX y en los primeros albores del XX, una época de grandes avances científicos y tecnológicos que supusieron la llegada de la modernidad. Aquí es donde nos topamos con una de las conexiones más sorprendentes del recorrido. En el collage Verres, journal et bouteille de vin de Juan Gris, fechado en 1913, aparece un pequeño recorte de un periódico de la época en la que se ve un poste telegráfico, lo que supone “un guiño a la modernidad”.
Esta obra se relaciona con un poste telegráfico de los años 20 y con una película en la que vemos varios tendidos telefónicos situados sobre los tejados de los edificios de Sol y fotografías de los reportajes encargados por Telefónica que recogen el proceso de modernización de las ciudades españolas. Pero también vemos Downtown, escultura de Eduardo Chillida “inspirada en el urbanismo estadounidense de los rascacielos”, que dialoga con los paisajes urbanos de las fotografías de Andreas Gursky o Thomas Struth o con imágenes de archivo de los años 20 en las que Alfonso deja el testimonio del “proceso de construcción del edificio de Telefónica, el primer rascacielos de España y durante unos meses el edificio más alto de Europa”, recuerda Ramón.
La exposición no está pensada de manera cronológica sino temática. Por ese motivo, nos topamos con piezas de diferentes épocas que profundizan en un mismo concepto. En este sentido, otra de las secciones conecta las piezas a través de la idea de lo invisible e intenta mostrar “qué hay detrás de los objetos y las cosas que no vemos a primera vista”. Un vídeo en el que un teléfono se monta es un guiño a los inventos que funcionan gracias a fenómenos físicos.
Tanto investigadores como artistas, cada uno en su campo, realizaron estudios que les llevaron a diferentes conclusiones. Así, “los cubistas lograron acercarse a su manera a lo que llamaban la estructura interna de los objetos”, mientras que los científicos descubrieron la bobina de onda corta o la válvula electrónica. La serie Campos de batalla de Bleda y Rosa cobra aquí especial relevancia al mostrar lugares en los que ocurrieron “batallas fundamentales para la historia de España y que aunque ahora son tan solo paisajes, por dentro guardan el recuerdo de lo que ocurrió en ese escenario”, apunta la comisaria.
Pero no solo hay espacio para las comunicaciones en nuestro país sino que la fundación también muestra un transmisor de onda corta con el que “se produjo la primera comunicación intercontinental entre Aranjuez y Buenos Aires en 1927”, o el teléfono con el que Alfonso XIII realizó la primera llamada trasatlántica con el presidente estadounidense Calvin Coolidge. Durante aquella época se instalaron repetidores de cable submarino para amplificar la señal y una serie de películas encargadas ex profeso recogen dicho proceso.
La cara b de la comunicación
Pero, ¿qué es la comunicación sin unos signos que la acompañen? Los poemas pintados de Huidobro, el lenguaje creado por Joaquín Torres-García en su obra, la simbología de los cuadros de Tàpies o los símbolos de Marina Abramovic dialogan con tecnologías como un teleimpresor o un teléfono de datos de los años 80.
Sin embargo, la comunicación tiene su otra cara, la incomunicación. En tecnología hablamos de una avería pero entre los humanos nos situamos frente a situaciones de silencio, soledad, indiferencia o incluso enfermedad. Destaca aquí la serie Sputnik de Joan Fontcuberta que narra la historia del astronauta ruso Ivan Istochnikov, desaparecido en 1968, o una imagen de Chema Madoz.
A su vez, toda avería puede ser restaurada como queda visible en algunas imágenes de brigadas descansando después de una jornada de trabajo, abriendo una zanja o trepando a una torre para poder reparar el hilo de la comunicación.
En una exposición que trata sobre la comunicación no podían faltar las primeras telefonistas que trabajaban en las centralitas poniendo en contacto a unas personas con otras a través de los cables. Aquí conviven carteles publicitarios y un audiovisual sobre las instrucciones de uso del teléfono, imágenes de las operadoras realizando su trabajo y una centralita de 1928 con obras como Condição humana de Jorge Molder o Whispers de Shirin Neshat.
La obra O Abraço de Helena Almeida cierra el recorrido con un mensaje que ahora sentimos como un homenaje a ese reencuentro que hemos podido vivir tras los instantes más duros de la pandemia.