Vista de Oráculos de Juan Caramuel, 2001-2017

Galería Fernando Pradilla. Claudio Coello, 20. Madrid. Hasta el 9 de diciembre. De 16.000 a 50.000 €

Hacía tiempo que Fernando Sinaga (Zaragoza, 1951) no comparecía de este modo en Madrid. A pesar de ser una de las figuras mayores de la escultura española, y cuando, en sus manos, el término escultura ha experimentado una expansión, formal y narrativa, que le ha llevado mucho más allá de sus raíces minimalistas, desde su individual en 2001 en la galería Max Estrella, poco más hemos visto de él aquí que en alguna colectiva importante en el Museo Reina Sofía o en ARCO. Tuvo, eso sí, una importante retrospectiva en el MUSAC de León en 2011.



Es Sinaga un artista cuyo trabajo incide en la esencial y exigente reflexión sobre el hecho mismo de la existencia y las variables circunstancias que ha tenido que adoptar por las modificaciones sociales, políticas y económicas experimentadas en el mundo occidental en estas cuatro décadas, especialmente en las que van desde su extraordinaria exposición en Salvador Díaz, en 1997, Salve et coagula, hasta hoy.



El título de esta exposición juega con el enunciado de un antiquísimo tratado adivinatorio chino, el I Ching: El libro de las mutaciones o El libro de los cambios, al que él añade el término de las suertes, como si en estos tiempos de brutal incertidumbre, cuando un pensamiento económico unidimensional reduce y estrecha creencias y logros tan difícilmente alcanzados, cuando los cambios parecen encaminarnos a un oscuro futuro, fueran "las suertes", la fortuna formulada por tratados y horóscopos, la tabla virtual de salvación.



Una muestra que reúne obras realizadas entre aquel 2001 y este 2017, organizadas en cinco secciones que deletrean distintas formulaciones de una misma idea: "un escenario donde las preguntas ya no encuentran respuesta y donde la ansiedad acuciante por una vida mejor no puede producirse tal como la imaginábamos. Una transformación por llegar proveniente de una esperanza impregnada de miedo a no saber qué será de nuestras vida".



La formidable instalación Oráculos de Juan Caramuel, 2001-2017, ocupa la sala de entrada. Sesenta piezas realizadas en estaño y plomo con lacre y algodón; cuatro hexagramas del I Ching tallados en madera y dos urnas funerarias de bronce componen un universo adivinatorio que remite a las censuras del tiempo de Caramuel, y rinden homenaje al matemático del siglo XVII, autor de pioneros tratados de cálculo de probabilidades.



Desde ahí, destacaría varios elementos de las salas y piezas que le siguen. En primer término, la inmensa capacidad de Sinaga para hacer "lugar", para que el espacio se active merced a las obras que lo ocupan; segundo, la incidente coherencia de la secuencia que propone al espectador; tercero, la inusual riqueza de materiales de que se sirve y el revelador juego alquímico que alcanzan en sus manos y, por último, la fascinadora atracción y singular belleza de sus distintas composiciones, sean éstas mínimas, como la conjunción de cobre, hierro y madera, en la escultura Los consejos ciertos, 2012, o en instalaciones poderosas, como, por ejemplo, Contramundum, 2002, una de las más antiguas de la muestra, que ya vimos en el MUSAC, con su contrapunto de objetos cotidianos, simetrías en las formas, en un artista que no es en modo alguno formalista, y su diálogo con el propio escultor, disfrazado de una muy humana invisibilidad, en una fotografía hoy, como otras suyas, así El desayuno alemán, 1986, emblemáticas.