Lucía Loren: Api Sophia, 2017.
De pocas exposiciones podemos decir que sean "necesarias". Las hay interesantes, oportunas, hermosas… El título se adquiere cuando la exposición se ocupa con solvencia de asuntos no sólo poco conocidos sino importantes. Y creo que el tema más importante en estas décadas, a nivel planetario y estrictamente individual al tiempo, es la catástrofe ecológica a la que asistimos imperturbables. Una indiferencia que indica no tanto falta de sensibilidad -pobrecito planeta herido- cuanto una irresponsabilidad colosal, que con los años juzgaremos con mayor dureza. No me gusta hacer aspavientos, pero la confluencia del final de los combustibles fósiles y el progreso del cambio climático forman una tenaza que puede aniquilar nuestra civilización. ¿Exagero? Las previsiones para 2050 son que Madrid tenga la temperatura de Sevilla. Pero entonces Sevilla tendría la temperatura de Marrakech. La problemática que se deriva es de una magnitud cuya resolución se complica si se cumple la previsión de que las fuentes de energía actuales se agotan rápidamente. Como decía antes, se trata de un problema que afecta a la población mundial, pero cuyas soluciones pasan necesariamente por cambios personales de hábitos y valores. Pero el cambio climático ya se está produciendo, lo que se puede y debe analizar es cómo aminorarlo. Y también, cómo crear nuevos modelos sociales sostenibles y adaptados al cambio. Disculpe el lector tan larga introducción, pero debía exponer las razones que hacen que considere "necesaria" esta exposición. Sucede que nuestras sociedades se internan en un mundo de cambios, problemas y oportunidades difíciles de imaginar. Y para eso sirve, desde luego, el arte: para ofrecernos los mejores frutos de la imaginación. Se han sucedido en las últimas décadas varias panorámicas de cómo se ocupa el arte de la salud del planeta, dicho sea todo ello sin mayores precisiones. Fragile Ecologies (1992), Ecovention (2002), Art and Climate Change (2006) o Radical Nature-Art and Architecture for a Changing Planet (2009), están entre las más destacadas. La exposición del MUSAC, brillantemente comisariada por Blanca de la Torre, es la primera de estas características que se realiza en nuestro país y eso la reviste de un interés indudable. Constituye un recorrido histórico, organizado sobre varios ejes, de las creaciones artísticas que se acercan a una naturaleza castigada, cuya situación hay que denunciar y, si es posible, remediar. Remedios en unos casos de carácter utópico y simbólico y en otros, perfectamente eficaces. En concreto, bajo un amplio epígrafe denominado "Soluciones" encontraremos por ejemplo, los trabajos pioneros del matrimonio Harrison sobre ecosistemas degradados o 7.000 robles, de Beuys, un hito en la reforestación urbana ligado a un proyecto artístico. Pero también obras contemporáneas. Por presentar dos casos radicalmente diferentes: Public Smog, de Amy Balkin, una propuesta poética, que propugna la creación de un parque de aire limpio de uso público suspendido en la atmósfera. Al otro extremo, Api Sophia, de Lucía Loren, una instalación dedicada a estimular y proteger la construcción de panales de abeja "naturales". Las abejas polinizan ni más ni menos que el 70% de los alimentos naturales que consume el ser humano. La explotación industrializada, junto con la polución orgánica y electromagnética han conducido a un alarmante deterioro de sus condiciones de vida y su mera supervivencia. En un punto equidistante entre el símbolo y la eficacia está la obra de Santiago Morilla, Fundar un bosque. Prototipo de bicimáquina para huerta-invernadero de interior #1. Es un vistoso ingenio que mediante un mecanismo a pedales activa una bomba para regar un jardín doméstico.Santiago Morilla: Fundar un bosque, 2016.