La habitación de los libros prohibidos (detalle). Colección Banco Sabadell
Lo que en la Blueproject Foundation llaman Il Salotto es un project room, una sala de proyectos. Un tipo de espacio que parecía en paulatina desaparición, seguramente asfixiado por el lastre del recuerdo de los presupuestos previos a la crisis abocados a la producción de obras que han quedado acumuladas en almacenes y por la aparición de fenómenos como el llamado giro educativo en arte que han puesto, precisamente, a la educación como prioridad generando más espacios de encuentro que de exhibición. Ahora en Il Salotto presentan una producción rotunda y contundente de Alicia Framis (1967), una artista que, fruto de esa emigración o huída necesaria que afecta a tantos artistas, hacía más de diez años que no exponía en su ciudad, Barcelona, precisamente también en espacios de proyectos.Una sola propuesta ocupa el espacio gris, renovado, de Il Salotto: una gran caja de madera, una especie de cubículo transportable, con unas puertas, y en su interior un espacio acolchado también gris, unos cojines del mismo color y estanterías llenas de libros con cubiertas negras. Son libros que Alicia Framis ha ido recopilando porque mantienen un elemento común: todos ellos en alguna ocasión, por un motivo u otro, han sido censurados.
Llaman la atención títulos como la Biblia o El Quijote de Cervantes y así señala lo contingente de la censura, lo sujetos que los libros están a los devenires políticos, sociales, culturales o religiosos. Y obviamente, también hay clásicos de la censura como Lolita de Nabokov. En todos ellos la portada está oculta por una nueva cubierta negra con texto blanco en el que como en una esquela, de manera escueta e informativa, la artista explica los motivos esgrimidos para ser censurado o prohibido y las circunstancias concretas. De tal forma que al leer, por ejemplo, que otro gran clásico de la literatura y clásico de la censura como Madame Bovary de Flaubert fue problemático por narrar la desesperación de una mujer frente a las limitaciones sociales en el seno de la sociedad burguesa, obliga a preguntarse si tales prejuicios y condicionantes socioculturales y políticos siguen vigentes. De esta manera, este espacio de los libros prohibidos, que de hecho es el título del proyecto, queda aislado como una especie de lugar ausente, ajeno, precisamente a las contingencias que nos califican.
La habitación de los libros prohibidos forma parte de una serie de habitaciones en las que Alicia Framis busca crear espacios aislados y apartados del contexto social y así cuestionar sus reglas (las ha hecho también para olvidar o, simplemente, reflexionar). De hecho, el reencuentro de Alicia Framis con su ciudad muestra cómo la artista ha seguido insistiendo en los mismos temas que siempre la han preocupado: cómo encontrar rendijas y grietas desde las que cuestionar los estereotipos sociales y poner en duda nuestro sistema, sin olvidar su origen en la performance.
La habitación de los libros prohibidos es un espacio de encuentro. Más allá de su contundencia formal, una caja en medio de la sala, la propuesta no está ahí para ser simplemente observada, sino para ser activada, para que cada espectador entre, se tumbe, hojee los libros, lea y él mismo lleve a cabo una performance.
@David_G_Torres