Vista de la exposición en el MUSAC. Fotos: IMAGEN M.A.S.
Una retrospectiva de media carrera siempre es para celebrar, porque supone el reconocimiento público de un lenguaje artístico propio ya consolidado. En el caso de los artistas españoles, debido a las carencias y políticas erráticas de nuestro sistema, en los últimos tiempos se ha convertido en un bien tan escaso que no nos extraña que esta exposición de Alicia Framis (Barcelona, 1967), comisariada por Mirjam Westen, recale en León después de iniciar su periplo en Arnhem para concluir en Brujas. A modo de boomerang, a semejanza de la trayectoria de la artista que, recién terminados sus estudios en Barcelona y tras pasar un tiempo en París, recaló en Ámsterdam hasta llegar a representar a Holanda en la Bienal de Venecia de 2003, ciudad a la que ha vuelto para residir tras su estancia de unos años en China. Una intensa trayectoria internacional que, a pesar de que Framis nunca ha desatendido la presencia de su trabajo en nuestro país, hace esta visión de conjunto aún más necesaria.Muy pocos artistas mantienen casi desde el inicio una actitud tan reflexiva sobre la propia obra, sus líneas constructivas imprescindibles, inventadas y refundidasuna y otra vez, y la importancia de comunicarlo con claridad, como si se tratase de un proyecto específico más. De aquí que los tres ejes temáticos elegidos para mostrar piezas selectas de las últimas dos décadas: arquitectura social, moda y manifestaciones y muros de deseos, se evidencien y fluyan con naturalidad, desplegando un trabajo tan preocupado por la vulnerabilidad del individuo en la sociedad contemporánea como reactivo ante sucesos concretos del horror, como Guantánamo.
Para Framis, siempre se trata de revertir lo que pensamos y cómo actuamos, en una comprensión del arte como algo que debe ser útil para la gente, con una confianza irrenunciable en que las experiencias de los individuos pueden mejorar la realidad. Defensora confesa de la estética relacional planteada por Nicolas Bourriaud en los años noventa, muchos de sus trabajos son prueba de la colaboración con otros creadores de variados ámbitos del diseño, siempre para modelizar comportamientos, situaciones y encuentros compartidos, que van desde lo íntimo y personal a lo colectivo. Complicidades que a Alicia Framis no le es difícil conquistar gracias a la seducción narrativa que contienen las motivaciones de sus historias, cuentos en los que se empeña en cambiar el final.
Vista de la exposición
Reversible es una cualidad que conviene a su manera nítida y exacta de formalizar. Sus prototipos y piezas evocan la sensación novedosa y fresca, sorprendente y casi mágica de las prendas reversibles tan de moda durante la infancia y adolescencia de Framis, en los años setenta. Lo sórdido se convierte en luminoso y la experiencia traumática y tabú -como la muerte- en convivencia comunitaria, en un raro equilibrio, paradójico, entre la dimensión utópica que contienen sus propuestas y su materialización efectiva. Hasta el punto de que se da una intercambiabilidad entre los proyectos fallidos y las obras exitosas que han logrado largo y diversificado recorrido. Desenmascarando, más que la denuncia política de las imposibilidades, las posibilidades micropolíticas de actuaciones cotidianas. Todo siempre sustentado por una estética del cuidado, de motivación femenina y feminista, que convierte en entrañables las soluciones impecables, de aspecto prontime, admitidas y admiradas en nuestra sociedad de consumo.En esta retrospectiva quizás se halle lo mejor de Framis, lo último -como las Habitaciones del grito y del olvido, recientemente mostradas en la galería madrileña Juana de Aizpuru- y lo más antiguo -maquetas de habitabilidad, modos de relaciones de pareja y maneras de sobrellevar la soledad, que desde hace tiempo no podíamos disfrutar. También hay piezas poco conocidas o no vistas antes en directo, como el vídeo de la performance 8 de junio, las modelos libran y trajes Mamamen, incursiones en el rol de la masculinidad; junto a las muy conocidas anti_dog -vestidos y performances en vídeo contra la violencia de género-, Not for Sale -contra el abuso de la infancia-, y la absolutamente vigente Secret Strike, animando al empoderamiento individual y colectivo.
Pero si algo caracteriza y atraviesa en conjunto los tres ejes temáticos de esta Framis in Progress es la decidida voluntad de ceder el protagonismo a los públicos que recalen en esta exposición convertida en eventos. Podrán, desde fotocopiar los proyectos que les agraden, hasta probarse vestidos realizados por jóvenes de escuelas de diseño en León de Cien maneras de llevar una bandera -que ha sido la formalización con que Framis ha cruzado el autoritarismo y la polémicaindustria textil en China-; o bien, donar sangre a cambio de sushi en la conocida estructura circular propiedad del MUSAC, hacerse acompañar por gemelos hasta el centro de la ciudad, escribir sus deseos con tinta invisible y enviar Cartas al cielo.