Loïe Fuller a caballo en el Cirque Molier (reimpresión de una fotografía de Louis-Jean Delton, hijo. Archives Hermés)
En la estela de la recuperación de singulares pioneras de las vanguardias, como la pintora Hilma Af Klint o la cineasta Alice Guy-Blaché, llega el turno de Loïe Fuller (Illinois, 1862 - París, 1928): bailarina, coreógrafa, iluminadora, inventora de efectos visuales, comisaria de arte y mediadora cultural, productora y empresaria. La primera en afirmar que "para alcanzar la perfección, la danza debe partir del desarrollo de una libertad expresiva absoluta".Como prototipo de mujer libre e independiente, desplegó su fascinación entre artistas e intelectuales -desde Mallarmé a Tolouse-Lautrec, Rodin, futuristas como Boccioni y Balla, o Anton Pevsner-; inventores y científicos como Thomas Edison y el matrimonio Curie. Y también entre la aristocracia y el público en general, cuyo reconocimiento absoluto alcanzó su culmen con el pabellón que se le dedicó en la Exposición Universal de París en 1900, tras la que realizará una gira por América Latina con actuaciones en La Habana, Buenos Aires, Montevideo, São Paulo y Rio de Janeiro. También llegó a nuestro país. Aunque sabemos que desde 1895 las filmaciones de su danza serpentina pudieron verse en los primeros cinematógrafos españoles, como el Teatro Eldorado o el Saloncito Edison de Barcelona, Fuller viajará a España en varias ocasiones junto a su compañía: en 1901 visita el Teatro Novedades de Barcelona; y todavía en 1921 inicia una gran gira, estrena en el Gran Casino del Sardinero de Santander Las danzas luminosas, y actúa en el Gran Casino de San Sebastián, así como en el Teatro Eslava y el Coliseum en Madrid y en el Teatro Romea de Murcia, donde comparte cartel con Raquel Meller.
La exposición, comisariada por Aurora Herrera, reconstruye a la perfección su periplo vital, desde sus inicios teatrales y en la escena de variedades hasta la presentación en 1892 de su popular "danza serpentina", aquí recreada en varias grabaciones de imitadoras y alumnas -ya que Fuller jamás se dejó filmar-, algunas dirigidas por la propia Alice Guy-Bache bajo el sello Gaumont Pathé. Entonces, fija su residencia en París e irradia su influjo en los círculos artísticos. Un año después, el exitoso Jean-Léon Gérôme la retrata al óleo y en una escultura en mármol, personificando La danza. Otros escultores del art nouveau, como Pierre Roche y su querido Théodore Rivière, también intentan inmortalizarla en bronce. Mientras, sus espectáculos se hacen cada vez más complejos, como ha destacado recientemente Jacques Rancière en su Aisthesis. Escenas del régimen estético del arte, donde ha elegido a Loïe Fuller para subrayar la vinculación entre arte y técnica en este periodo. En su actuación de 1897 en el Folies Bergère, anunciada en el cartel publicitario de Jules Chèret, cuando presenta La danza del lirio y La danza del fuego, Fuller llega a contar con un equipo de 38 técnicos en iluminación.
Loïe Fuller dansant dans un parc, entre 1900 y 1928, (Harry C. Ellis / Musée d'Orsay / Paris, musée d'Orsay/)
Ese mismo año inicia su relación con Gabrielle Bloch, conocida como Gab, su compañera, productora y coordinadora de compañías hasta el fin de su vida. Una asociación fructífera, ya que la descargará de la gestión favoreciendo que Fuller continue creando e indagando en nuevas soluciones técnicas, que registra en patentes, como los dispositivos a base de espejos que, por reflexión, multiplican las imágenes y las convierten en una suerte de "irrealidad", y que aquí se han intentado recrear en una gran pieza en torno al amplio vestido de las danzas, a cargo de la comisaria/arquitecta.Una relación decisiva pero no la única: esta reconstrucción está hilvanada de complicidades femeninas. También será importante su prolongada amistad con la reina María de Hungría, mecenas que la respaldará en su intento de promocionar un museo Rodin en Estados Unidos y en 1905, en la fundación de su laboratorio de investigación en París, asesorada por el astrónomo Camille Flammarion, el matrimonio Curie y Charles Henry, cuya Introducción a una estética científica tanto influirá en Fuller. Otra relación interesante será la que establece con la condesa Armande de Polignac, compositora y autora de teatro, con la que compone numerosos poemas sinfónicos y quien le abrirá las puertas de los círculos aristocráticos. En 1914 conoce a Alma de Bretteville, quien le pondrá en contacto con Samuel Hill, que a la postre recogerá su legado en el actual Maryhill Museum of Art. Redes de complicidad femenina también impulsadas por la propia Loïe, que funda una Escuela de danza para jóvenes, conocidas como sus Musas o las "Fullerets". En esta línea, por su valor simbólico, son bastante impresionantes las fotografías que se hizo tomar por Harry C. Ellis en su proceso de recuperación de la mastectomía que padeció dos años antes de su muerte. Es imposible dar cuenta hoy del impacto de sus inventos en la escena. Fuller se interesó y trasladó a la escenografía investigaciones sobre materiales fosforescentes, sales radioactivas y experimentos con proyecciones de rayos ultravioletas. Su concepción de la danza como "música para los ojos" le llevó a explorar la caja negra. Para esta exposición La Ribot, que se declara la última seguidora de Loïe Fuller, junto a Carles Santos, ha desarrollado el video experimental Beware of Imitations! Además, un ciclo de conferencias, cine y propuestas escénicas profundizará en su legado.