Néstor Sanmiguel Diest, austera abundancia
El pantano
1 noviembre, 2013 01:00El pantano, 2013
Su vida se sitúa en las antípodas del «star system»del arte contemporáneo. Trabaja sin asistentes y se encarga de todo el proceso. Entela y prepara el bastidor, le aplica las capas de protección, y pinta. Néstor Sanmiguel Diest estrena ahora galería en Madrid tocando el éxito de ventas.
No pensó en dedicarse por completo a la práctica del arte hasta casi entrado en los 40 años, viviendo ya en Aranda de Duero, y tras la que podría considerarse una larga trayectoria más o menos amateur, iniciada en 1972, con una primera exposición individual. En 1985, con otros artistas y escritores arandinos o residentes en la villa, como Jesús Max, Rufo Criado o Ramón Valladolid, fundaron el colectivo A Ua Crag, cuyo acrónimo, obtenido de agua que cruje, fue invento de Néstor, entonces y ahora volcado en lo textual, y cuyo objetivo era constituirse en un centro autogestionario e independiente, con una vocación internacional y una voluntad pedagógica, que compaginara la actividad extraterritorial con la introducción de los artistas en el incipiente mercado que nacía en España. Néstor Sanmiguel permaneció en el grupo hasta 1992, realizando fundamentalmente esculturas o instalaciones, aunque también incursiones en la pintura figurativa de corte más bien expresionista.
Hubo que esperar a 1998 para que se produjese la exposición que cambiaría el sesgo de su obra y que le sitúa, quince años más tarde, en uno de los puestos de preeminencia de la pintura. Fue en la Galería Trayecto de Vitoria, en una muestra conjunta con Javier Tudela, para la que Sanmiguel hizo un díptico de grandes dimensiones, realizado mediante el trazado sucesivo de líneas que circunscriben espacios fragmentados matemáticamente y cuyo sustento argumental no es figurativo sino procedente de una suma de estímulos, el principal extraído de la novela La mano izquierda de la oscuridad, de Ursula K. Le Guin. La galería reinstaló la pieza este mismo año.
Desde aquella exposición, su dedicación a la pintura ha sido exclusiva, una producción que exige fundamentalmente tiempo, pues las obras, amén de su dominio técnico, su depurada mezcla de técnicas, soportes y materiales, se realizan mediante la superposición de capas. Unas ocasiones, lo hacen sobre un texto manuscrito o mecanografiado que haya sugerido al pintor, cuya sucesión de títulos es en sí misma sugerencia de relatos posibles. En otras, las capas se superponen sobre trazos o imágenes que irán desapareciendo bajo las líneas o tras ideogramas y fórmulas gráficas de variopinto origen hasta constituir un palimpsesto visual generalmente armónico y totalmente abstracto.
Ahora, para su presentación individual en su galería madrileña, a la que sólo cabe felicitar por su elección, Sanmiguel ha colgado una única pieza, una pintura de dimensiones más que generosas, pintada con un azul próximo al klein y variantes del negro y gris, parcelada la superficie en rectángulo desiguales, en cuya base aparece un breve texto en dos líneas, que bien podría ser de su mano: "El acróbata estaba tan entusiasmado como la nava(ja) / tic tac todo va bien hermoso este pato este p(ato)".
No exige nada pero precisa de pausa, que no lentitud, para beneficiarse de la inversión del artista. La mirada puede y debe demorarse en la suma de incidentes solapados o apreciar la frescura del toque de la cuadrícula manual. Una amena austeridad que equilibra la abundancia de figuras y colores de otras obras suyas y que es un auténtico testimonio de la hoy reconocida valía de su trabajo. Su último éxito se extiende a la feria Frieze de Londres, donde su galería ha vendido todas las obras del stand, dedicado exclusivamente al artista.