Sin título, 2013.
El regreso de Ángel Bados (Olazagutía, 1945) a la actividad expositiva, después de un silencio de diecisiete años, y que en Madrid supera las dos décadas -su última comparecencia fue en la galería Fúcares en 1991-, era una de las noticias más esperadas, tanto por quienes tuvimos la fortuna de conocer su obra en los 70 y 80, como por los que han sido sus alumnos antes y después de su alejamiento de la escena pública, ya que su dilatada trayectoria artística ha tenido su correlato en otra más permanente en el ámbito pedagógico. Sin los cursos y talleres impartidos por Bados, y también por Txomin Badiola, en Arteleku y en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao en los 90, no hay manera de explicar el cambio de modelo y las innovaciones en el campo artístico, concretamente en la escultura realizada desde el País Vasco. Aunque Bados es básicamente un escultor, esta conceptual y penetrante exposición certifica que su ámbito creativo es mucho más amplio, avariciosamente absorbente de realidad, como ha sido y es la práctica contemporánea de la escultura, que él mismo ha contribuido a establecer.En su ideario dos figuras se han mantenido presentes en el paso del tiempo: Joseph Beuys y Jorge Oteiza. Su actividad artística siempre está ligada a una crítica de la realidad circundante, que con el paso de los años es menos convencional, y a una reflexión de la naturaleza del objeto artístico, que con el tiempo es cada vez más profunda. Un doble polo en el que Beuys y Oteiza se tocan sin rechazarse. En su trabajo también confluye minimalismo, arte povera y proposición conceptual. Asimismo, una puesta en cuestión del sistema del objeto y del sistema del arte. Rasgos, líneas de conducta y focos de atención que se mantienen incólumes y en permanente desarrollo.
Intervención de Ángel Bados en la fachada de la galería
Las obras se constituyen mediante un buscado engranaje entre ropas o telas -varias de ellas reconocibles del mundo árabe y otras tal vez de su propio vestuario, así una cazadora o unas zapatillas de deporte- y superficies contenedoras de cartón que las envuelven o recogen, que las cortan o sobre las que se asientan. Materiales precarios generan un juego de superficies y volúmenes en los que reconocemos las características de la escultura, a cuyas posibilidades geométricas añade un elemento fundamental: el pliegue, que conforma un espacio interior que tanto puede quedar vacío como ser habitado por materiales diversos.
Hay, así, un casi interminable diálogo de contraposiciones entre 'lo encontrado' y 'lo realizado'; entre el material simulado de la escultura y los simulacros de lo biomórfico. También, igualmente importante, entre lo privado y lo público, que hace referencia a una cultura, la musulmana, sin imágenes antropomórficas, de cuyas reglas extrae Bados rostro y singularidad, como si hubiese conseguido cierta antropomorfía abstracta.