Performance de Simone Forti

Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 28 de octubre.





Para un acercamiento fructífero a esta exposición en el Museo Reina Sofía merece la pena empezar por la cuarta sala, titulada "Chambers Street", y a las horas en las que está programada la intervención de los performers. Allí, en el diáfano espacio de Sabatini reconocemos ciertas formas esculturales, pintadas de un gris neutro, como piezas de Robert Morris, a las que acompañan otros diseños del artista para el desarrollo de performances bde su mujer, Simone Forti, que ella bautizó como "construcciones de danza". Dos intérpretes, por ejemplo, trabajan en una rampa inclinada, moviéndose libremente y sujetándose a seis cuerdas en un ejercicio tan simple como contundente a nivel formal. Más sutilmente, otros se cobijan bajo dos grandes paralelepípedos rectangulares e inician un fascinador diálogo de silbidos.



La muestra supone un extraordinario resumen de los métodos de experimentación y ampliación de las convenciones artísticas que surgieron a finales de los 50 y principios de los 60 por un círculo de artistas que residían, mayoritariamente, en Nueva York. En Chambers Street estaba, por ejemplo, el loft de Yoko Ono donde se estrenaron, en mayo de 1961, estas performances que vemos ahora en el museo. Aunque el ámbito geográfico se extiende desde San Francisco a Darmstadt, en Alemania, el epicentro de la Nueva Música, cuyo mítico festival sonorio incorporaba innovaciones radicales en las que fue fundamental el pensamiento y la obra de John Cage. El abandono de la notación musical clásica conllevaba un cambio filosófico en el entendimiento de cuánto debía abarcar el arte y, más acusadamente, de cómo de abierto debía ser el resultado final.



La exposición se inicia con obras y nombres que participaron en la recopilación de La Monte Young y George Maciunas titulada An Antology, publicada en 1961, cuyo subtítulo describe el carácter que rige toda la muestra: "una antología de operaciones al azar, arte conceptual, antiarte, indeterminación, planes de acción, diagramas, música, construcciones de danza, improvisación, obras sin sentido, catástrofes naturales, composiciones, matemáticas, ensayos y poesía". Es preciso escuchar las composiciones emitidas en bucle en la segunda sala, en el suelo de la cual reposa la "partitura gráfica" de December 1952 de Earle Brown, junto a obras de Richard Maxfield, Toshi Ichiyanagi, Christian Wolff y Joseph Byrd. Interesante contemplar las obras primerizas de artistas como Walter de Maria, batería y músico antes de su dedicación a la escultura, el ya citado Robert Morris -cuyo estrecho pasillo An Environment, también de 1961, diría que anuncia y excede a las Torqued Ellipse de Richard Serra- y la Pintura en tres estrofas de Yoko Ono. Dediquen tiempo a la sala monográfica de John Cage, para ver lo que fue en aquellos años la laboriosa pesquisa de rutas y metas de las tendencias dominantes y del mercado artístico. Un empuje experimental que adquirió características globales y que tuvo su expresión, más tardía aunque no del todo extemporánea, en el arte español de los últimos años de la dictadura, como por ejemplo la existencia del laboratorio musical "Alea", en el que se gestó lo que serían, en 1972, los famosos Encuentros de Pamplona.



Sería curioso, y es una modesta proposición, estudiar ese impulso experimental no solo en las sociedades capitalistas, sino hacerlo también con los movimientos de resistencia cultural de la Europa comunista e incluso de la URSS o de las dictaduras de la Europa del Sur en aquellos 60. Seguramente obtendríamos una visión muy distinta a la que se va convirtiendo en tesis oficial y a la que esta muestra contribuye muy claramente.