Oteiza, el espíritu de la geometría
La Fundación Canal reúne en Madrid una treintena de obras del escultor
12 marzo, 2010 01:00Construcción vacía con cuatro unidades planas positivo-negativo, 1957
Maestro de la abstracción
De entrada, una contemplación "de conjunto" de la muestra prueba claramente el acierto de la designación que parte de la crítica actual -la encabezada por Margit Rowell- hace de Oteiza como uno de los maestros internacionales de la abstracción geométrica de registro metafísico, corriente que se inició en el primer tercio del XX por los constructivistas Gabo y Moholy-Nagy y que se interrumpió en la Segunda Guerra mundial. Fue precisamente el vasco Oteiza quien reelaboró en los años cincuenta esta tendencia formal y metafísica que se ha prolongado hasta hoy, la cual concibe la escultura como un objeto que, vaciándose o "desocupándose" de gran parte de la materia que lo constituye, e insistiendo en los valores de la estructuración abstracto-geométrica del espacio tratado de manera arquitectónica, termina definiéndose y funcionando como expresión poética -mística- de una realidad espiritual de orden superior, y también como expresión concreta -material- de ideales filosóficos. Recordando Oteiza las experiencias emocionadas que le produjo la realización de estas obras, escribía: "Comprendí (no fue inmediatamente) que me quedaba sin estatua, pero estrenando vida".
El misterio del vacío
Una mirada más detenida permite al espectador contemplar las obras expuestas y penetrarlas atendiendo a las diferentes características de los grupos formales y "familias" estructurales a que pertenecen. Para ello, la exposición proporciona un sencillo y estupendo catálogo-planning de mano que ayuda a localizar y distinguir las esculturas de los cuatro ciclos representados aquí. El primero se basa en los hierros de La desocupación de la esfera, que Oteiza deja de concebir como un cuerpo cerrado a su entorno, abriendo, en cambio, su superficie al vacío y reduciendo sus formas curvas a elementos mínimos. El ciclo siguiente trata de "desocupar el cubo" para descubrir las formas cristalinas o maclas geológicas de su estructura interna, inspirándose en la forma del cuboide de Malevitch, logrando obras emblemáticas como la piedra rosa de Macla de dos cuboides abiertos o el hierro pintado de rojo del Homenaje a Mallarmé. El grupo tercero es el de las célebres "cajas metafísicas", en las que Oteiza transforma el cubo en misterioso vacío arquitectónico y en espacio construido, como en los homenajes A Fray Angélico y A Leonardo. En fin, en el ciclo Unidades mínimas Oteiza sublima el objeto-estatua convirtiéndolo en elemento liviano, esencial, que flota en el aire y se expande en el entorno, proyectando su poética de amor a la geometría y su instinto espiritual.