Lawrence Weiner, el arte sin espacio

Vista de la muestra Bajo el sol

"Hasta una idea existe en un cierto espacio". Aquella manifestación de Lawrence Weiner (Nueva York, 1942) en la histórica conversación que mantuvieron en 1969 Robert Barry, Douglas Huebler, Joseph Kosuth, Seth Siegelaub y el propio Weiner en torno a la posibilidad de "un arte sin espacio", sigue desarrollándose en sus intervenciones con "material lingöístico". El lenguaje, soporte intangible que Weiner equiparó a los objetos, articula el proyecto concebido para Castellón.

Con el radical contrapunto de una amplia selección de sus películas -que recorren y atraviesan toda esa extensa trayectoria artística materializada en libros, animaciones, canciones, camisetas, pins, tatuajes, pósters, bolsas de azúcar...- llama la atención la simplicidad de esas palabras y frases traducidas del inglés. Contenidas en formas geométricas simples o recorriendo esas típicas líneas curvas que simulan olas, son proposiciones que reclaman o aluden a acciones, espacios y presencias humanas. Resortes visuales que sobrepasan la ironía de la identidad hispana o lo que sería esa lúdica invitación al juego que delata el catálogo de la muestra para ampliar su sentido a distintos niveles discursivos.

Es decir, aunque podría ser el guión de esa peculiar performance consistente en volar cometas, saltar olas o matar toros, éste es un proyecto multidisciplinar que, apoyándose en la naturaleza polisémica del lenguaje y en su funcionamiento lógico y filosófico, cuestiona tanto el concepto de espacio como la naturaleza sígnica y significativa de la obra de arte. Es ese debate abierto en los sesenta sobre la naturaleza inmaterial del arte, que algunos artistas como Weiner han seguido desarrollando, abriéndose a esa riqueza de acepciones que, como en el caso del mismo lenguaje, proporcionan las nuevas coordenadas espacio-temporales de sus intervenciones.

Irónicamente concentradas en la invisibilidad de las acciones o conceptos sugeridos por frases como twisted & turned (ese giro de muñeca que iguala la estocada, el ritmo de la mano haciendo volar cometas, el movimiento de una ola y hasta esa escultura que habrá de instalarse en un parque de la ciudad si prospera el proyecto), la exposición de Weiner es una lúcida reflexión que insiste en recordarnos la huidiza entidad conceptual de lo efímero y lo permanente, lo físico y lo mental, confundiendo los sentidos de lo que ya existe con lo que aún tiene que existir físicamente.