Isabel Guerra, retratos y bodegones
Estas obras están surcadas por haces de luz que chocan con superficies refractantes o traslúcidas, muchas veces colocadas de perfil: el pelo de las muchachas y niñas que sirven como modelos, la porcelana, los paños blancos, el papel, la madera, el cristal y el agua... La luz es polo de atracción y nota básica, eligiéndose cualquier motivo para trabajar con ella; luz venida de otro lugar, ajena a la materia, luz que hace acto de presencia una y otra vez y de manera siempre explícita. A la pintora le gusta retratar esa belleza cercana a la gracia divina.
Dotada de una notable técnica para el realismo formal, de intuición para la composición, Isabel Guerra puede parecer una pintora realista (y conforme a esa impresión muchos visitantes contemplan su obra) pero no lo es en sentido estricto. Su pintura busca encauzar la nostalgia de una belleza perdida e irreal, extremadamente dulce -ya se trate de bodegones o de retratos-, donde el recogimiento es sinónimo de alegría. La pintura de Guerra se convierte, así, en un ejercicio de ilusionismo donde el sentimiento religioso, una vez idealizado, lo impregna todo.