El Museo de Cluny o Museo Nacional de la Edad Media, en París, es conocido por conservar una de las obras de arte más famosas del mundo: La dama y el unicornio, la llamada "Gioconda medieval". La institución reabre sus puertas tras una reforma integral que ha durado 11 años y ha contado con un presupuesto de 23 millones de euros.
“El museo entra en el siglo XXI con una renovación total, que va desde los monumentos a todos los espacios interiores, así como la remodelación de la museografía”, señala Séverine Lepape, directora del centro. “El Museo de Cluny posee ahora una atmósfera moderna, respetando el alma y la identidad del museo medieval con nuevos paneles de hormigón y madera; ha ganado en luz, y serenidad, algo que contribuye al esplendor de la colección”.
“Con la nueva presentación de las obras —afirma la directora—, el museo cumple plenamente su misión principal: hacer comprensibles todas las facetas de la Edad Media, desde las artes más preciosas hasta las realidades más cotidianas de un período de más de mil años sustentado en un complejísimo sistema de valores y referencias culturales que son la base de la construcción de la Europa de hoy. La Edad Media no es la época oscura de la que hablaban los humanistas y los ilustrados, ni la edad dorada que imaginaban los románticos del siglo XIX”. Y concluye: “Cluny es el único museo medieval cuyo edificio es también medieval. De hecho, su rarísima riqueza patrimonial arquitectónica le hace único”.
Situado en el corazón del Barrio Latino de París, el Museo de Cluny es el resultado del enigmático entrelazamiento de tres conjuntos arquitectónicos: importantes termas galorromanas del siglo I construidas en época de la Lutecia —la antigua París— de Julio César; la residencia de los abades de Cluny, la mansión privada medieval más antigua de París, del siglo XV; y las intervenciones del siglo XIX que llevaron a la creación del museo en 1843.
A estos diferentes estratos ahora unidos, se ha añadido una entrada con arquitectura contemporánea. El jardín de inspiración medieval ofrece una agradable extensión a la visita y establece un vínculo original entre las colecciones, el edificio y el entorno urbano.
Una colección extraordinaria
La colección de 24.000 obras del Museo de Cluny traza un panorama excepcional que ilustra la extraordinaria diversidad de la creación artística europea de la época medieval: pinturas, esculturas, tapices, vidrieras, piezas de orfebrería o marfiles. “El museo abre con un nuevo recorrido de la visita organizado cronológicamente y desplegado en 21 salas, a través de una selección de 1.600 obras, desde las piezas más antiguas de orfebrería de la edad de bronce y joyas celtas hasta la más moderna, un monumental tríptico de la Asunción de la Virgen, retablo realizado en el siglo XVI por los talleres de Adriaen Isenbrant”, explica Lepape.
Así, la nueva ruta parte de la Antigüedad galorromana y culmina en el amanecer del Renacimiento, llevando a los visitantes en un viaje desde Lutecia a Constantinopla por el Mediterráneo y desde Brabante hasta Alemania.
Entre las piezas más prestigiosas se encuentran esculturas de la catedral de Notre Dame de París, como la del hermoso Adán, o la rosa de oro —un regalo que el Papa ofrecía en Cuaresma a un devoto— más antigua que se conserva, procedente de la catedral de Basilea, del maestro Minucchio da Siena. También la Virgen con el Niño del siglo XV, una pintura al óleo (técnica entonces innovadora) sobre madera, realizada por Jean Hey.
Entre los objetos seculares de la vida cotidiana expuestos destaca una caja de juegos de azar, como el ajedrez o el backgammon, realizada con materiales preciosos: marfil, ébano y nogal, y perteneciente a una familia noble.
Obras relacionadas con España
Sophie Lagabrielle, conservadora del Museo y experta en el arte de las vidrieras, explica otras piezas únicas, como los fragmentos de las vidrieras de la basílica de Saint-Denis, muy importantes “porque representan origen del arte de la vidriera”, o las vidrieras góticas del siglo XIII de la Sainte Chapelle, reunidas en una misma sala. “Las mandó realizar Luis IX, el gran rey del medievo, hijo de Blanca de Castilla, quien plasmó sus orígenes castellanos con imágenes junto a su madre así como el uso del color, pues añadió al azul y rojo de Francia, el dorado de Castilla, y motivos de castillos”.
Otra obra maestra relacionada con España son tres coronas y diversas cruces del reino visigodo de Toledo, conocido como el Tesoro de Guarrazar, lugar de su hallazgo en el siglo XIX. La directora explica su adquisición: “El propietario del terreno las vendió a la Monnaie de Paris (la Moneda de París), y en 1941 Franco acordó con Pétain un intercambio por el que se devolvieron algunas coronas a España, por lo que conservamos solo tres”.
'La dama y el unicornio', la estrella de Cluny
La instalación cronológica finaliza con la estrella de la colección de Cluny: La dama y el unicornio, considerada la Gioconda medieval por lo hechizante que resulta su refinada belleza y los misterios que la envuelven. Materialmente asombrosa, es una de las más bellas creaciones del arte occidental.
Se trata de un conjunto de seis tapices tejidos suntuosamente en seda y lana fina, elaborados con la técnica de millefleurs (“mil flores” por su abundante flora y naturaleza paradisiaca) y utilizando una amplia gama cromática de más de cien tonalidades realizadas a base de ricos tintes naturales. El pintor de la maqueta fue el conocido como "Maestro de las Muy Pequeñas Horas de Ana de Bretaña" (llamado así por diseñar el diminuto libro de horas de esta reina francesa), un preeminente artista francés, aunque se tejieron en los talleres más expertos en la seda de la época, en el sur de los Países Bajos.
El conjunto, redescubierto en 1841 por Prosper Mérimée en el castillo de Boussac (Creuse) y celebrado en particular por George Sand y Rainer Maria Rilke, fue adquirido en 1882 por Edmond du Sommerard, primer director del Museo de Cluny.
La serie fue encargada hacia el 1500, cuando el arte del tapiz estaba en plena madurez, probablemente por Jean IV, señor de Arcy y jefe de la familia Le Viste de Lyon, cercana a la familia real, cuyos escudos están presentes en los tapices. El encargo fue de una serie cinco tapices, y cada uno representa uno de los cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto, mostrando a la “dama” del título al lado de la mítica criatura del unicornio, de un león y otros animales sobre fondo rojo. En todos, la dama está realizando alguna acción destinada a ejemplificar el sentido en cuestión.
Sin embargo, son seis tapices y queda por resolver el misterio de la interpretación de esta última pieza, que lleva una inscripción: “À mon seul désir” (Sólo por deseo mío). En este sexto tapiz la dama se representa devolviendo joyas (usadas en otros tapices) a un cofre que le entrega la sirvienta frente a una carpa en la que se leen esas cuatro palabras, tomadas de un verso del célebre poeta Charles d'Orléans (1394-1465), y que ha inspirado numerosas hipótesis.
Su acción no se conecta con la experiencia sensorial o empírica, como en los otros cinco tapices anteriores, sino que está impulsada por alguna fuerza alternativa, más cercana al alma o al mundo de los espíritus, que podría ser el corazón, la fuente de la belleza cortesana.
Sin excluir un significado en el registro del amor cortés, también podría designar el libre albedrío: la mujer, vestida con una rica indumentaria y un bonito tocado, renuncia a los placeres materiales temporales como un signo de su virtud, una expresión del dominio de su razón sobre las sensaciones físicas que experimenta en los demás tapices.
Este enfoque múltiple en el caso de la dama, se repite en la figura onírica del unicornio representado en los seis tapices, y que encarna superpuestas cualidades simbólicas y alegóricas. Las representaciones del unicornio plantean numerosas preguntas sobre cómo llegamos a conocer y cómo existe el conocimiento empírico junto con la tradición, la cultura, la imaginación y la expresión creativa.
“El unicornio es una figura que ha intrigado a viajeros, ha seducido a artistas y ha hecho soñar a poetas”, cuenta la directora Séverine Lepape. “En la edad media, se pensaba que el unicornio existía realmente; de hecho, Marco Polo volvía de sus viajes señalando que había visto unicornios, que probablemente fueran rinocerontes”.
Lepape añade: “El pensamiento medieval se caracterizaba porque consentía múltiples significados que se complementaban sin excluirse. La obra maestra La dama y el unicornio, con su acumulación de significados y misterios, encarna magistralmente la complejidad que cimienta el medievo. A la vez, simboliza lo más excelso del arte medieval, un arte de formas refinadas, de una sencillez apabullante, pero realizado con materiales riquísimos”.
Los seis tapices fueron totalmente renovados entre 2012 y 2013 con el patrocinio cultural de Japón. “La restauración ha descubierto todos los detalles un savoir faire excelso, una artesanía hecha al milímetro y a mano, que ahora, desgraciadamente, sería imposible. Es sin embargo un ejemplo que deberíamos perseguir”, señala la conservadora Sophie Lagabrielle. “Al restaurarse, los colores de la primera renovación del siglo XIX desaparecieron, y se han descubierto los originales de la Edad Media, tintes naturales de una calidad extrema. Lo excelso pervive en el tiempo y esa es la gran lección”.
Los tapices restaurados se presentan en una nueva escenografía que realza los colores, muy íntima, facilitando el contacto directo del visitante con la obra y siguiendo un orden de presentación que va desde los sentidos más materiales (tacto) al más espiritual (vista). “La escenografía es más sugestiva. Hemos recreado el tipo de espacio en el que se colgaban los tapices en la Edad Media”, agrega la directora, que concluye: “La dama y el unicornio es una obra misteriosa, como la Gioconda; una obra que invita a la contemplación y de la que siempre descubres algo nuevo. Cuando después de un día de trabajo con problemas me voy a la sala de la “dama”, contemplarla, misteriosamente, me calma y me apacigua”.