Tamara de Lempicka, la mujer en llamas
Enigmática, sofisticada, animal nocturno, bisexual, icono pop, influencer del siglo XX. Se cumplen 125 años del nacimiento de la pintora rusa y lo celebramos con uno de sus cuadros estivales, 'En pleno verano'.
21 agosto, 2023 00:56“Mi obra es un autorretrato permanente” afirmaba, y es que todo en Tamara Rosalía Gurwik-Górska, es autorreferencial. Fue consciente de que su identidad y su propia imagen respondían a una construcción continua, a una performatividad. Se creó a sí misma como pintora, como amante, como diva.
Fue absolutamente libre, decidida, una trabajadora compulsiva –llegó a pintar entre 12 y 14 horas al día, hasta el amanecer, y se pasaba ocho horas tomando apuntes del natural o en el Louvre–.
Perfeccionista hasta la extenuación, fría y esnob, perversa y depravada, pero también sincera, amante de la belleza, auténtica y vulnerable. Luces y sombras para un referente del feminismo y de la liberación sexual: “Vivo la vida al margen de la sociedad, y las reglas de la sociedad no se aplican a los que vivimos al margen”, dijo la propia artista.
Tamara fuma tres paquetes de cigarrillos al día, bebe, trasnocha, consume cocaína, conduce su propio coche, mantiene relaciones extramatrimoniales y homoeróticas públicas, incluso participa en orgías. Su vida y su obra se entrelazan implacablemente; el personaje eclipsa a la persona.
Su madre, una socialité judía, le puso el nombre de Tamara por el poema homónimo de Mijaíl Lérmontov, un novelista y poeta romántico ruso que escribió los versos inspirados en una antigua leyenda georgiana basada en la representación fantástica de la reina Tamar de Georgia, la primera reina en gobernar el país por derecho propio en el siglo XII, así que su nombre ya resulta premonitorio del personaje que está por llegar.
Mantiene relaciones extramatrimoniales y homoeróticas públicas, participa en orgías. Su vida y su obra se entrelazan; el personaje eclipsa a la persona
Toda su vida se envuelve de misterio. No está claro el lugar y fecha de su nacimiento, probablemente en Varsovia, o Moscú, en 1898. También se desconoce el paradero de su padre, un rico abogado judío que desaparece en extrañas circunstancias.
Tras la separación de sus padres crece con su abuela Clementine y con su tía Stefa en Moscú, quienes la introducen en los círculos aristocráticos, incluido el mismísimo zar, y la agasajan con todas las comodidades. Con su abuela pasa un año viajando por Italia donde surge su pasión por los pintores del Quattrocento, que estudia y homenajea continuamente. Y también, Bellini, Bernini, Miguel Ángel, Caravaggio…
En 1914, con 16 años, se casa con Tadeusz Lempicki. Al año siguiente explota la revolución bolchevique y es arrestado. Lempicka cuenta que consiguió su liberación a cambio de sexo con el cónsul de Suecia. Se mudan a París y entre 1918 y 1939 comienza su despegue artístico.
Se matricula en la Académie Ranson, donde recibe clases de Maurice Denis, creador del manifiesto modernista, del que aprendió la utilización de los pigmentos minerales, el aplanamiento de los volúmenes, la elevación de la línea del horizonte prescindiendo de la perspectiva tradicional, también a realizar una personal síntesis entre clasicismo y realismo.
A partir de 1925 su carrera despega con la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas, que más tarde dio su nombre al estilo art déco. Su técnica era limpia, precisa y elegante, pero al mismo tiempo cargada de sensualidad. Su cubismo suave, metálico, gozó de una gran aceptación. Las texturas suaves de la piel herederas de Ingres y los tejidos lisos y luminosos de la ropa fueron los elementos dominantes de sus pinturas.
La obra más importante de Lempicka fueron sus desnudos, en los que mezcla un clasicismo seductor, pero no obsceno, con cierta agresividad sexual. Su punto álgido será el retrato en escorzo de La Bella Rafaela, una exuberante prostituta encontrada en la Rive Gauche de París que The Sunday Times considerará en 1973 “el desnudo más importante del siglo XX”.
También pintó temas menores, lienzos sencillos, como este retrato de bienvenida al verano, En plein été (En pleno verano, 1928). Un rostro suave, redondeado e inexpresivo de gesto vacío de una mujer que abraza unas flores y que mira al espectador. De nuevo declina su gramática pictórica de diagonales en bellas mujeres con labios rojos, mirada pícara, cuerpos voluptuosos y tez perfecta, en un lienzo amable, inocuo, de exquisita composición.
Lempicka se traslada posteriormente a Nueva York, donde se convierte en la pintora favorita de las celebrities. Dalí, Orson Welles, Greta Garbo y Rita Hayworth son solo algunas de los famosos habituales en sus fiestas interminables.
Ya en plena decadencia, enferma de arterioesclerosis, se traslada a Cuernavaca, en México, donde fallece el 18 de marzo de 1980. Su última voluntad fue que su hija Kizette arrojara sus cenizas desde un helicóptero al volcán Popocatépetl.
Una moderna
Tamara optó, para autorretratarse en 1929, por aparecer al frente de un Bugatti, emblema de la modernidad y de la vida veloz, claro símbolo de su espíritu independiente y empoderado.
En los años 80 y 90, coincidiendo con La Movida y con la fecha de su muerte y el centenario de su nacimiento, Tamara de Lempicka gozó de una notable popularidad en la España que vivía su propio salto a la modernidad, pues en su pintura y en ella misma había algo que conjugaba muy bien con el espíritu de ruptura que se respiraba.