Desde los 90 el arte público ha venido sufriendo una profunda transformación. Entró en crisis el monumento tradicional, encargado por los poderes públicos y expresión de una ideología de clase. Antaño fueron esculturas de próceres o héroes y más recientemente, obras vacías de contenido, meros hitos urbanos para dignificar (revalorizar) el entorno.
Se trataba de arte en lugares públicos, pero no de arte (del) público. Un tipo de obra muchas veces realizada por medio de “artivistas” (activistas artistas) y de lo que podemos llamar Arte Comunitario, entendido como “la reunión de artistas y vecinos que emplean formas artísticas como medio de expresión, dándoles un uso crítico”. Este es el sustrato del trabajo de Boa Mistura.
Boa Misura (Buena Mezcla, en portugués) es un equipo de artistas procedentes del mundo de grafiti que nació en 2001 en Madrid. Sus cuatro integrantes combinaron sus trayectorias en arquitectura, diseño e ilustración para trabajar en el espacio público y con el público de ese espacio. Tal y como dicen: “Entendemos nuestro trabajo como una herramienta para transformar la ciudad y crear vínculos entre las personas”.
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Buenos ejemplos de ello son obras como Luz Nas Vielas (2012), en una favela de São Paulo. O Somos Luz, un mural sobre 50 viviendas en un barrio de Ciudad de Panamá. En la Cañada Real de Madrid, en 2021, encendieron la frase Nos están apagando, con 4.000 velas reunidas por los vecinos (4.000 personas sin acceso a la electricidad desde 2020, en el mayor asentamiento ilegal de Europa).
Sus obras son, en definitiva, intervenciones sobre conjuntos urbanos en los que pintan tipografías de gran tamaño. Por su escala, funcionan a corta distancia como meros motivos geométricos, de colores sabiamente contrastados, que se leen de lejos o a veces en anamorfosis. Los breves textos son siempre propuestos por los habitantes del lugar.
Ubuntu, el proyecto que ahora comentamos, toma el título de una palabra de la lengua zulú y xhosa, que corresponde a un concepto africano tradicional que podríamos traducir burdamente por compartir. Desmond Tutú lo glosaba así: “es saber que perteneces a una gran totalidad, que decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas”. La superposición de sus letras da lugar a una composición gráfica que a su vez es troceada en 36 cuadrados.
Cuando alguien adquiere uno de esos fragmentos, Boa Mistura se compromete a pintarlo en un lugar del mundo, de modo que el coleccionista, con su acción privada, se convierte en mecenas de un proyecto en el espacio público.
Al lado de obras tan acertadas, por bellas y emocionantes como las descritas, Ubuntu me parece que necesita una mayor maduración en su mismo planteamiento (establecer el diálogo con los coleccionistas en lugar de con los vecinos). O es que este no queda suficientemente claro en la exposición.