Es una de las colecciones privadas más importantes del mundo. Comenzó con el matrimonio de Ana Isabel Gamazo de Hohenlohe-Langenburg y Juan Abelló, hace cuarenta años, y con un precioso lienzo de Santiago Rusiñol y Prats, Jardines de Aranjuez (h. 1899), lleno de luz y vibrantes pinceladas amarillas casi impresionistas. Esta pintura, precisamente, es la última imagen que se lleva el espectador en su retina cuando termina el recorrido de esta exposición, la entrada a ese jardín misterioso, y que Juan Abelló, el magnate de la industria farmacéutica, hereda de su padre, junto a una intensa pasión por el arte.
La colección Abelló, de unas 500 piezas, está especializada en la pintura española desde la Edad Media hasta la contemporaneidad y una de sus líneas de trabajo se centra en vistas de ciudades, en especial Nápoles, Venecia, Sevilla y Madrid. Hasta la fecha solo había protagonizado tres exposiciones individuales, de ahí la expectación por alguna de las maravillas que se exhiben actualmente en la Real Casa de Correos como los dos Goyas, los Antonio Joli o los Giuseppe Canella, siendo la primera vez que se exponen de forma monográfica.
La evolución de la imagen de la ciudad de Madrid, su diseño y transformación urbanística desde 1621 hasta 1860, sus vistas a lo largo de los siglos, el modo de habitar la ciudad y entenderla, es el propósito de esta exposición montada según los dictámenes de la museografía clásica y comisariada por Ángel Aterido, doctor y profesor de Historia del Arte por la Universidad Complutense.
Es esta una oportunidad única para disfrutar, por primera vez, de la riqueza de una colección que además funciona como innegable herramienta contra la desmemoria. A través de sus imágenes, muchos grandes formatos de entornos urbanos madrileños que hoy son Patrimonio de la Humanidad y que nos son tan familiares, como la Plaza Mayor, la callé Alcalá o el Paseo del Prado, convierten la visita en una experiencia casi inmersiva, un viaje en el tiempo en el que tenemos la sensación de recorrer las calles a través de la pintura y los dibujos arquitectónicos.
Madrid en la colección Abelló. Pinturas y dibujos de los siglos XVII al XX muestra 55 piezas, lienzos, dibujos y acuarelas en las que se aprecia el esplendor y la transformación de la ciudad durante tres siglos a lo largo de siete salas sin un orden cronológico, tan sólo incidiendo en el desplazamiento del foco de atención para los “retratistas” de Madrid. Comenzando por el emplazamiento originario sobre la vega del río Manzanares, hasta concluir en la serie de puertas y paseos con las que se alteró definitivamente el paisaje urbano en los siglos XVIII y XIX hasta llegar, por último, al entorno natural de los Sitios Reales.
La visita es una experiencia casi inmersiva, un viaje en el tiempo en el que tenemos la sensación de recorrer las calles a través de la pintura y los dibujos arquitectónicos
Otro de los aspectos interesantes de la exposición es la representación gráfica, el dibujo de la arquitectura. El espectador reconocerá las vistas de Antonio Joli o de Giuseppe Canella, pero también advertirá las deformaciones a las que estos artistas sometieron las calles, distorsionando las escalas, más grandes o pequeñas, forzando la perspectiva o planteando inexactitudes topográficas.
Los intereses de los mecenas promovían la manipulación de los encuadres, también el estilo y la repercusión de cada época. Así, el mismo Joli o François Ligier logran transmitir una impresión de capital moderna, con amplias avenidas arboladas y populosas calles. En pleno siglo XIX Canella y Genaro Pérez Villaamil, otros dos importantes pintores presentes en este relato urbano, reflejan situaciones pintorescas en esos mismos paseos, en los que la grandiosidad ha dado paso a un costumbrismo pintado en pequeños formatos, con sentido más ambiental que escenográfico.
La muestra es un imago urbis, una imagen poliédrica de la ciudad y sus transformaciones a través del tiempo, con especial relevancia en su pasado cortesano, hasta convertirse en una metrópoli moderna. No deben perderse la mirada de Antonio Joli y su espectacular Vista de la Plaza Mayor (1754), sus aguadas de tinta, unos exquisitos dibujos de la calle de Alcalá o la Plaza de Toros o la famosa Cucaña (1786-1787) de Francisco de Goya. Y cuando salgan, no olviden hacerlo por el jardín.