Tres exposiciones en galerías que no hay que perderse
Coinciden en tres galerías madrileñas las muestras de Elena Alonso, Rosa Tharrats y Rosalía Banet. Hay que ir a verlas. Por lo demás, aquí no pasa nada.
25 junio, 2022 03:18Aquí no pasa nada, excepto por lo que hace Elena Alonso (Madrid, 1981) en Espacio Valverde, una artista con una amplia trayectoria en la invención de fórmulas misteriosas, casi mágicas. En lugar de despejar las incógnitas las multiplica y sin errar los resultados construye mundos hápticos, entre lo táctil y lo visual, entre lo orgánico y lo geométrico. El espectador, invitado accidental en su arquitectura flotante, queda atrapado entre planos, el dibujístico y el escultórico, el racional y el carnal.
La instalación que ha montado en Espacio Valverde funciona como una retícula en la que parecen levitar las formas, que como en sus dibujos amables y afilados, los que penden en la otra sala de la galería, son ingrávidas, silenciosas, solemnes; resuenan en el tiempo entre un viejo clasicismo y una rabiosa modernidad.
Las esferas matéricas, los triángulos marmóreos, las líneas ligeras como acentos de una lengua nueva son enunciadas en una falsa simetría, la que declina las formas esenciales de su imaginación en resinas, maderas, hierros, cueros o escayolas. Impecable.
En lo de Rosa Tharrats (Barcelona, 1983) en la galería Ehrhardt Flórez también pasan cosas. Pasan en una frecuencia muy baja, la que emiten las ondas theta, las ondas cerebrales que se producen durante la transición de la vigilia al sueño. Ocurren cosas que se filtran entre los tejidos que penden del techo como una jaima o una cabaña para pensar.
Tharrats manipula, tiñe, interviene con grandes pinceladas tejidos familiares, los que rescata de su archivo personal, que combina con bioplásticos y esponjas marinas que obtiene del mar de Cadaqués, mármoles y granitos, estos últimos utilizados como anclajes de sus membranas textiles y fluorescentes que parecen agarrarse a la tierra.
Llegada del mundo del diseño –gana el Premio Gaudí al mejor vestuario por la película Liberté de Albert Serra– propone una instalación, unos dibujos circulares como ondas en la superficie del agua y unas esculturas totémicas que funcionan como un ecosistema marino, traslúcido y salvaje, a medio camino entre la moda y las artes plásticas.
Miembros amputados, duplicidades, lo cotidiano desconocido o lo infantil perverso son cualidades de “Lo siniestro” como enunció Sigmund Freud, y esto es lo que sucede en la exposición Irregular de Rosalía Banet (Santiago de Compostela, 1972) en la galería Rafael Pérez Hernando.
Los cuadros naif de colores planos de las gemelas caníbales que beben sangre y lágrimas, los dibujos de órganos inspirados en ilustraciones científicas o su conocida pieza del banquete de postres y tartas negros nos alertan de un mundo terrible y perverso, una impostura que esconde monstruos contemporáneos.
La instalación de la planta inferior de intestinos gruesos es abyecta pero divertida. Podemos ver también los dibujos más antiguos, para mí los mejores, de cuerpos amputados y deformes que recuerdan a los de Louise Bourgeois. Como dijo Gloria Fuertes: aprendamos por fin de las tinieblas de las bestias, por lo demás aquí no pasa nada.