Tenemos ante nuestros ojos una innovadora y sugestiva exposición, en la que podemos apreciar una síntesis de la trayectoria del artista Guillermo Mora (Alcalá de Henares, 1980) con una forma de presentación bastante distinta de las habituales. En la sala se presentan 39 obras, que se complementan con un catálogo de la muestra, un objeto-libro que también hay que considerar como obra.
La presentación de las piezas, que van desde 2007 hasta la actualidad, no es cronológica, sino que se articula en un proceso de despliegue en comunicación con los espacios de la estancia, intensamente intervenidos por el artista. Con ello se busca propiciar una forma diferente de mirar las piezas, que permite alcanzar los matices que hay en ellas y un flujo de concentración.
Los espacios de la sala, tras la intervención de Guillermo Mora, son completamente diferentes. En primer lugar, se ha eliminado el muro anteriormente situado de forma frontal ante su entrada. Con ello, al entrar en el edificio podemos ver desde fuera el conjunto de la sala en una perspectiva abierta. Y ya dentro de la sala también podemos ver fragmentariamente desde allí, a través de la puerta de cristal del edificio, la luz y el movimiento de personas y automóviles en la calle Alcalá. Dentro y fuera...
Los espacios de la sala, tras la intervención de Guillermo Mora, son completamente diferentes
Pero además de esa intervención hay otra que determina aún más profundamente nuestra mirada, lo que vemos a través de ella, y cómo lo vemos. Se trata de la introducción de doce estructuras de gran formato, doce marcos rectangulares todos ellos pintados con una gama de colores diversos, que se desplazan desde el inicio hasta el fondo y de abajo a arriba de la sala expositiva de grandes dimensiones en la que se presenta la muestra. Y así, todo cambia: nuestra manera de mirar y de desplazarnos por la sala se transforma en un flujo abierto, en el que las sorpresas se estructuran a través de un marco de visión activamente innovador.
Aquí llegamos a una cuestión clave: esa intervención, concebida como instalación artística, y como una de las 39 piezas que hay en la sala, tiene como título Un puente donde quedarse, el mismo que se le ha dado a la muestra. Pienso que es importante destacarlo, porque esa instalación es en sí misma, con su gran formato, no solamente el marco de nuestra visión de todas las demás piezas sino también una síntesis de las características del trabajo artístico de Guillermo Mora a lo largo de los quince años en los que hasta ahora se despliega su trayectoria.
Lo que Mora busca y plantea es una concepción intercomunicativa de prácticas artísticas consideradas diferentes: pintura, escultura y arquitectura, algo que a través de la instalación podemos ver en todas las demás piezas, que llaman nuestra atención desde el suelo, en las paredes, en rincones de paso. Y así, al mirar de forma distinta, podemos llegar a ver y a comprender el pensamiento que se nos quiere transmitir.
Los colores, los materiales y la articulación de las formas constituyen el núcleo plástico de las obras de este artista
Encontramos piezas de pequeño formato de carácter escultórico elaboradas con más de 50 kilos de pintura acrílica sujetadas con gomas elásticas, fragmentos y restos de materiales de su estudio de trabajo, una serie de diminutas “estanterías” que son paquetes de libros y papeles, objetos escultóricos construidos con cintas de embalar, y un conjunto de tres collages elaborados con planos de papel monocromo fijados en la pared con grapas y que después se han ido desgarrando. Toda una reunión de piezas y materiales no figurativos que habitualmente no miramos, y sobre los cuales al recorrer este puente de la visión despiertan nuestra mirada.
Los colores, los materiales y la articulación de las formas constituyen el núcleo plástico de las obras de Guillermo Mora. Pero junto a ello hay que señalar también la importancia del despliegue autobiográfico implícito en todas ellas. Un despliegue que puede apreciarse en sus títulos, que contienen algo así como “relatos interiores”, construcciones narrativas a partir de los materiales plásticos.
Podemos encontrar una plasmación central de esta cuestión en Siete veces yo (2022), una obra producida especialmente para esta exposición. Guillermo Mora nos da en ella la síntesis de un relato de siete días en los que fue dando forma a un conjunto de siete cilindros de papel grapado, con los colores con que se vistió durante una semana: columnas de papel tendidas y unidas en el suelo que con sus ecos de colores nos hablan del paso del tiempo.
Por eso, este “puente” es para quedarse: el trabajo artístico de Guillermo Mora nos incita a recorrerlo, para así pasar de simplemente mirar a ver y pensar.