Cuando ya estábamos cansados de hablar de cancelación de exposiciones, baile de fechas y recortes, llegan los más jóvenes a darnos una lección magistral. Cansados de rellenar convocatorias, que unas veces salen y otras no, y de esperar a que les llamen, han tomado la sartén por el mango. En los últimos meses han aflorado nuevos espacios expositivos en Madrid que tienen un denominador común: sus promotores rondan o acaban de estrenar la treintena (han nacido en torno a 1990, sí), miran hacia la escena local y han tenido algún vínculo –de estudios o de trabajo– con Londres y sus alrededores, algo que se palpa en la estética que se respira en las exposiciones resultantes.
La pandemia ha acelerado algo que ya estaba en el ambiente. Ha puesto el foco en lo más próximo y ha traído de vuelta a España a muchos de ellos. También la incertidumbre ha sido un buen nutriente, se consigue lo máximo con lo mínimo, hay mucho de boca a boca y de Instagram. Los precedentes los conocemos bien: está el espíritu de inmediatez de Salón, hoy ya un clásico, en la vivienda de Ángela Cuadra. Yaby, el proyecto que iniciaron Beatriz Ortega Botas y Alberto Vallejo, comisaria y artista, en su estudio (ahora en la zona de Sol). También la energía de Aragon Park, la bienal de guerrilla en un edificio abandonado de Coslada, que en julio consiguió con su frescura que nos sacudiéramos la planitud de las pantallas. O la idea de escaparate, de un arte 24/7 que llevamos tiempo viendo el Alimentación 30.
Sin horario de cierre
Esa frontera líquida entre el interior y el exterior tan necesaria en los tiempos que corren es la que persigue Aparador Monteleón (en la calle Monteleón, 48), un espacio de 3 metros cúbicos que se deja ver a través de un escaparate. Es el frente del estudio del artista peruano Aldo Chaparro, que está programando con brío Javier Montoro. Las limitaciones se convierten aquí en virtud, y el local ha inspirado proyectos específicos a los artistas invitados, de las investigaciones científicas de Gabriel Alonso, a la reciente instalación inmersiva de Andrés Izquierdo forrada de parafina, o las esculturas de Esther Merinero. Los siguientes serán Alfredo Rodríguez (en abril) y Ana Martínez (antes de verano).
La pandemia ha funcionado como acelerador. se consigue lo máximo con lo mínimo, hay mucho de proximidad, de boca a boca y de Instagram
La idea de Habitación número 34 surgió en pleno confinamiento, cuentan desde Londres Belinda Martín Porras y Paula Ramos Mollá (Lava Art Project), las comisarias de este curioso “cubo blanco acristalado” y esquinero que sorprende al transeúnte en Usera (Avenida Cerro de los Ángeles, 34). El promotor es el artista RGB y tiene como singularidad su escenografía permanente: un dormitorio invertido con una cama, una mesilla y hasta un baño colgados del techo, una metáfora de lo vivido en este último año pero también un reflejo de los "sueños" de los inquilinos del local. Acoge proyectos instalativos y musicales, y la periodicidad es mensual. Acaba de inaugurarse la propuesta de Nora Silva.
También hacen falta galerías jóvenes, más ahora que ha desaparecido García Galería. Intersticio, que igual que The Ryder nacía en Londres como espacio de proyectos, ha abierto hace dos semanas (en la calle Alcántara, 31, muy cerca de la Sala Amadís), con una exposición colectiva que es una buena carta de presentación. Claros del bosque discurre entre lo ritual, lo místico y lo mágico, porque en cierto modo tiene algo de eso encaminarse en un nuevo proyecto. Detrás están Cristina Herraiz, Sol Abaurrea y Ana Coronel de Palma, todas ellas con experiencia en galerías nacionales e internacionales. El local, de dos plantas, es generoso, y de esta primera selección deducimos que habrá mucha escultura y performance, nombres de artistas de esta generación sin representación en galerías de Madrid y una estética fresca. La mayoría de las obras son recientes, algo que se agradece. A destacar, por sorpresa: la mesa de recepción cubierta de cera del artista-diseñador Andrés Izquierdo y la Fuente de Talismanes (2020) de Julia Crehueras, una pieza hipnótica vertebrada a través de un hilo de plata por el que van cayendo pequeños objetos que se funden en un charco de galio, en la que se cruza lo sutil, lo poético y lo mecánico. La planta baja es la más esotérica, bañada por el audio-carta astral de Paul Maheke, que nos introduce en un ceremonial de ocultismo a través de unas cortinas rojas. Hay también piezas interesantes de Lucía Bayón, Nora Aurrekoetxea y Diego Delas.
¿Otros espacios de proyectos? Pradera acaba de arrancar en el estudio de Embajadores de la escultora Ana Martín Fernández. Se plantea tres exposiciones al año y va a ir acompañado de Club Lonely, una serie de podcasts que abordan el tema de la soledad. El Chico, en Ronda de Toledo, 16, emplea también la palabra como materia prima. Y muy pronto (el 17 de abril) las comisarias Sofía Corrales y Vera Martín inauguran Pradiauto (en Pradillo, 11), un antiguo taller mecánico transformado en laboratorio expositivo. Arrancará con Hot links, una muestra muy escultórica que apela a los usos pasados del local. Participan Gabriel Alonso, Lucía Bayón, Esther Merinero, Rafa Munárriz, Elisa Pardo y Víctor Santamarina. Venderán, pero con otros márgenes (un 30 % para el espacio en vez del 50 %). Aire fresco y mucha madera en estas nuevas propuestas diseminadas por todo el mapa de Madrid.