Es posiblemente el montaje más arriesgado en esta Apertura de las galerías madrileñas y sorprende gratamente que lo firme una artista joven y que se estrene así con su primera individual en Madrid. A simple vista, el espacio está prácticamente vacío. Varias planchas de pladur envuelven algunos tramos de las paredes de la sala, atravesadas por varillas metálicas. La ausencia de color es evidente, gris en los paneles, peanas metálicas en el centro… y funciona como invitación para mirar de cerca. Al hacerlo, descubrimos que de esas varillas cuelgan varios anillos y una trenza de metal. Y que sobre esas peanas descansan ramos de flores de resina, cera, silicona y arcilla.
El trabajo de Nora Aurrekoetxea (Bilbao, 1989) es muy táctil, tiene resonancias de las experiencias vividas y está connotado por un fuerte trasfondo psicológico. Traza una línea en esta muestra entre lo necesario y lo superfluo, la arquitectura y el ornamento, y escoge para ello objetos de enorme carga simbólica: anillos (que nos hacen pensar en compromiso) y ramos de flores (en celebraciones o disculpas). Hablan estas piezas, además, de la propia biografía de la artista, que hasta la llegada del Covid trabajó en una floristería.
Sus piezas hechas con extensiones de pelo rubio, trenzadas sobre estructuras tubulares, fueron una de las sorpresas del último ARCO (las adquirió la Comunidad de Madrid). Ha utilizado materiales blandos y duros y dio un paso de gigante con el máster de escultura en el Royal College de Londres. Lo vimos en su propuesta de Itinerarios XXV, en el Centro Botín, donde reflexionaba sobre cómo el lenguaje puede afectar a nuestra percepción de la experiencia.
Hay en este nuevo proyecto en la galería Juan Silió una reivindicación del auto-cuidado: I Bought Flowers for Myself (me compré flores para mí, dice su título, no para otro). Estas piezas de resina se convierten en masas cristalizadas sobre las peanas, casi minerales solidificados amarillentos y verdes. Un motivo que nos hace pensar en la muestra del Palacio de Cristal en la que Petrit Halilaj exhibe las flores que han tenido algún significado en su relación con su pareja.
Parece como que cada una de las historias de Aurrekoetxea terminase con presencias que no vemos. En esta nueva exposición sus piezas individuales funcionan, además, como una instalación única.