Podemos traducir Une peintre en bâtiment, el título de esta exposición, como “Una pintora de edificios” o quizá, haciendo un mejor uso del castellano, “una pintora de brocha gorda”. Puede parecer anecdótico pero sintetiza muchos de los motores del trabajo de Gloria Martín (Sevilla, 1980), atenta siempre a la historia del arte, a la que se acerca de manera desprejuiciada cruzando los límites entre lo artesanal y lo artístico, reflexionando no solo sobre los usos de la pintura a lo largo de su historia sino también sobre las artes decorativas. Se ha detenido con su obra en museos de copias, moldes, almacenes –la instalación de varios metros de largo en el CAAC de Sevilla era formidable–, tesoros de orfebrería, cerámicas y piedras, husmeando siempre en la trasera del arte y en el uso de los materiales.
Juega Martín con lo instalativo y con el trampantojo, liberándose del corsé bidimensional de la pintura
Juega Martín de nuevo en su exposición en la galería Silvestre con lo instalativo y con el trampantojo, liberándose del corsé bidimensional de la pintura. Y toma para ello como punto de partida un tratado de 1908 que recoge distintas técnicas decorativas de casas: pintura, espejos, vidrieras, loza, tapices, etc. Se expande a la pared con una pintura mural de tonos rosáceos que se deleita en lo ornamental, en las formas lineales de las molduras y en su zócalo, volviendo sobre el concepto barroco del trampantojo que siempre la acompaña. Es la pieza central del conjunto, situada junto a un caballete-muestrario que se auto-sostiene y contiene varias telas que se pueden consultar como si se tratara de un catálogo de productos. Entre las muestras hay almohadillados que recuerdan a las ornamentaciones renacentistas, motivos geométricos y hasta un biombo de mármol verde. Igual que en su exposición anterior en la galería –Modelo y modo, en 2019, sobre los fundamentos del dibujo y de la pintura–, le interesa el aspecto pedagógico de estos manuales, la manera en la que muestran el “cómo se hace”.
El montaje está lleno de detalles. En una esquina descansa, discreto, un pequeño lienzo sobre el suelo. Es casi un meta-trampantojo, representa una pieza de mármol circular que al natural estaría apoyado del mismo modo. Hay también varios papeles con molduras de colores, un muestrario de mármoles con las formas y colores imposibles que imagina la artista y que ya forman parte de su particular imaginario. Son todos ellos guiños a las ilustraciones del tratado del que, fiel a su espíritu didáctico, se puede consultar el facsímil a la entrada de la exposición.