¿Quiénes son estas señoritas de Aviñón?
La nueva disposición de la colección del Museo Picasso Málaga presenta un tapiz de 'Las Señoritas de Aviñón' realizado por la tejedora Jacqueline de la Baume-Dürrbach. El director del museo, José Lebrero, nos cuenta los detalles
25 agosto, 2020 08:10¿Las Señoritas de Aviñón en el Museo Picasso de Málaga? Muchos se sorprenderán, pues esta obra de Picasso se encuentra en el MoMA de Nueva York. Entonces, ¿qué hacen en la ciudad en la que nació el artista? El visitante pronto se dará cuenta de que, a pesar de su similar tamaño, los colores de esta pieza son diferentes y al acercarse a ella verá que no está frente a una pintura, sino ante un tapiz. A esto hay que añadirle otra curiosidad más: no está firmada por Pablo Picasso, sino por Jacqueline de la Baume-Dürrbach. La intriga sigue creciendo: ¿quién es Jacqueline y por qué está su tapiz en el museo malagueño?
Pues bien, estas otras señoritas forman parte de la nueva metamorfosis del Museo Picasso Málaga, que ha reformulado su museografía recientemente. Este tapiz es el resultado de la colaboración entre Jacqueline de la Baume-Dürrbach, tejedora que tenía un estudio en Cavalaire, y el maestro cubista. Ya en 1928 Picasso colaboró con la modista Marie Cuttoli, que tenía un taller en Argel con mujeres que hacían tapices para venderlos en París, en la creación de un Minotauro. Fue ella la encargada de persuadir a los artistas vanguardistas para que crearan diseños para este medio tradicional. En este entorno también se movía De la Baume-Dürrbach, cuyo trabajo Picasso conoció en 1951.
Su primera colaboración le llevó a tejer Pierrot y el Arlequín y más adelante se embarcó en una misión mucho más ambiciosa: abordar el Guernica, la gran obra maestra del artista español. Una de las versiones, recuerda José Lebrero, director del museo, la compró el mecenas Nelson Rockefeller, que luego la donó a las Naciones Unidas, donde se encuentra desde entonces. “Jacqueline escribió al mecenas explicando que Picasso le había pedido que hiciera un tapiz de Las Señoritas de Aviñón, pero creo que pudo ser al revés, que ella acudiera a él para hacer versiones de sus obras”, señala el director.
La tejedora decidió alejarse del lenguaje del lienzo y “reemplazó los colores mezclados del original con transiciones nítidas entre parches de color de bordes duros, creando un equivalente al pincel de Picasso tomando prestadas las marcas de sombreado agresivas en las caras de las dos figuras a la derecha y distribuyéndolas por la composición”, sostiene el museo en un comunicado. “Mis invitados piensan que es horrible y hablan de sacrilegio. No pueden ver mis colores en él, pero eso es precisamente lo que me atrae", le dijo Picasso a Brassäi. Y estas palabras las reafirma John Richardson, uno de los grandes biógrafos de Picasso, que aseguró que el artista decía que la versión tejida era “mejor que la original”.
Al pintor le debió de hacer gracia ver versiones en tapiz de sus piezas, pues existen algunas fotografías realizadas de manera “doméstica” por Roberto Otero —cuyo fondo fotográfico fue adquirido por el museo y pueden verse actualmente en una exposición— en las que vemos al artista junto a la pieza de la tejedora. El fotógrafo recuerda en sus memorias cómo le pidió a Picasso que posara al pie de estas otras señoritas de Aviñón para una fotografía: "Saldrá solamente tu cabeza en un rincón”, le dijo al darse cuenta de que si no, no cabrían las chicas en la instantánea. “Como si fuera una firma", respondió Picasso sin pestañear.
Se desconoce el número de versiones que Dürrbach realizó pero sí que esta pieza que ahora cuelga en las paredes del museo malagueño es la que Picasso guardó durante toda su vida en la villa de La Californie. “Parece que no es posible sorprender a un artista que para 1966 ya había expuesto todo lo que podía, ya había ganado todo el dinero posible y era famoso de todas las maneras en las que podía serlo. Sin embargo, que alguien le pidiera hacer tapices de sus obras le debió de interesar”, cree el director del museo. Además, habla mucho del sentido del humor del pintor y para Lebrero abre el viejo debate en torno a las obras originales y las copias. De hecho, cuando Picasso expuso por primera vez su obra en 1916 no se vendió, “pasó por un periodo maldito, de poco interés, porque era una obra muy revolucionaria y sorprendente”, recuerda José Lebrero. Finalmente, la obra con la que nació el movimiento cubista se vendió en los años 20 y sigue estando en el MoMA de Nueva York y no en Málaga.
La reorganización de la colección del Museo Picasso Málaga
El museo ha reorganizado su propuesta museográfica para ofrecer una lectura en la que vemos el desarrollo de la obra de un artista que se mantuvo activo desde los 13 a los 90 años. “Tenemos colección que se complementa muy bien con los préstamos a medio plazo de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA). Hemos realizado un nuevo capítulo de la colaboración y esta nueva organización combina la obra de la fundación con la del propio museo”, comenta Lebrero. Bajo esta nueva mirada el espectador podrá entender la trayectoria de una artista que, en palabras del director, “nunca está satisfecho y vuelve atrás para seguir adelante, huyendo de ser esclavo de un estilo”.
Esta nueva disposición escenográfica, titulada Diálogos con Picasso. Colección 2020-2023, es fruto del trabajo conjunto del Museo Picasso Málaga y de FABA, con la colaboración del profesor del departamento de Arte de la Universidad de Nueva York, Pepe Karmel, que propone tres etapas diferenciadas entre sí. El revolucionario abarca sus inicios académicos, su etapa de juventud en Barcelona, su establecimiento en París, la evolución de la época azul a la época rosa y el nacimiento del cubismo. Ya como El guía de la vanguardia, el recorrido nos lleva hasta mediados de los años veinte, cuando frecuenta a la alta sociedad en compañía de su mujer Olga Khokhlova y empieza a conocer el éxito como innovador irrefrenable y líder indiscutible de la vanguardia. Seguimos por periodos en los que con la misma maestría alterna diferentes estilos que registran las convulsiones políticas y sociales de la época, hasta llegar a El viejo mago, tras la liberación de París en 1944, cuando goza de una celebridad jamás conocida por otro artista, tornándose más audaz en cada nueva década hasta su fallecimiento en 1973.