Nadia Arroyo: "El reto es saber combinar lo familiar con lo inesperado"
La Fundación MAPFRE cumple 30 años trabajando con la cultura. Hablamos con la responsable del área.
17 mayo, 2019 13:48Nació hace 30 años con la idea de ocupar el espacio cronológico que en aquel momento dejaban los programas del Museo del Prado y el Reina Sofía, en un momento en el que aún no tenían sus límites temporales tan definidos como ahora. La Fundación MAPFRE centró entonces sus exposiciones en el arte español de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, "un periodo -dice Nadia Arroyo, directora del área de Cultura- que necesitaba ser estudiado, expuesto y reivindicado". Y ese fue su objetivo durante muchos años, "hasta que poco a poco fue ampliando su espectro de exposiciones y de públicos y fue así cobrando más protagonismo en la vida cultural de la ciudad", explica la que desde enero de este año sustituye a Pablo Jiménez Burillo al frente de las exposiciones y actividades culturales de la institución.
Como en cualquier centro o museo, el crecimiento del continente amplía también metas y horizontes, y en el caso de MAPFRE han sido fundamentales la apertura de la sede de la Fundación en el Paseo de Recoletos de Madrid en 2008 y, unos años más tarde, en 2015, la inauguración de la sala de Barcelona, en el emblemático edificio Casa Garriga i Nogués. De esta evolución y de la oferta cultural que ofrece hoy la institución, hablamos con Arroyo, cuyos primeros proyectos propios veremos a partir de 2020.
Pregunta. Mucho ha cambiado el panorama desde que abrió sus puertas hace 30 años, ¿cómo se ha ido adaptando la Fundación? ¿Qué es lo que más ha marcado el devenir de la misma durante estos años?
Respuesta. El panorama ha cambiado de manera drástica. La actividad cultural en España se ha enriquecido y multiplicado enormemente, algo que es estupendo y que nos exige más. Nos obliga a pensar mucho los proyectos que queremos ofrecer y buscar dar la máxima calidad en todos los niveles: el que busca el público general y el que demanda el especializado. Fundación MAPFRE ha sabido construirse un proyecto para la institución que fue liderado por Pablo Jiménez Burillo, mi predecesor. La Fundación fue creciendo año tras año con importantes cambios en el camino, como por ejemplo el arranque de la programación de fotografía, que se ha consolidado como una referencia internacional. En la actualidad aspiramos a mantener una programación basada en la excelencia y ofrecer una ambiciosa oferta cultural a la sociedad que enriquezca el panorama en ambas ciudades y, al mismo tiempo, dialogue con las propuestas de otras instituciones.
"Hay que confiar en la complicidad de un público que ha formado parte de su gusto visitando nuestras exposiciones"
P. El cambio de sede en 2008, ¿marca un antes y un después en la vida de la Fundación MAPFRE y su apuesta por la cultura? ¿Cómo?
R. Por supuesto, así es. La apertura de la sala de exposiciones en el centro de Madrid -en el eje donde están los grandes museos de la capital- marcó un gran cambio y añadió desafíos a nuestra programación; de alguna manera nos obligó a repensarnos como espacio cultural. En otoño de 2008 inauguramos la sala con tres exposiciones: Entre dos siglos. España 1900, que recogía y resumía a modo de colofón toda la etapa anterior centrada en el arte español; Degas. El proceso de la creación, que mostraba la línea de exposiciones que queríamos ofrecer en adelante; y Las Hermanas Brown de Nicholas Nixon, basada en nuestras colecciones y que daba pie a toda la actividad que iniciaríamos al año siguiente en el ámbito de la fotografía.
P. Desde 2008 las salas de exposiciones de la Fundación MAPFRE ocupan un enclave privilegiado, Paseo de Recoletos 23, en el triángulo del arte madrileño, junto al Museo del Prado, Thyssen, Reina Sofía y CaixaForum, ¿cómo conviven con los museos y centros de alrededor y cómo influye este hecho en su oferta artística?
R. Me gusta esa noción de convivencia más que la de coexistencia. Convivir significa llegar a acuerdos, compartir un espacio, tratar de crear estrategias comunes, pensar en el bien común al mismo tiempo que se mantiene la propia especificidad e identidad. Ese es el reto de quienes estamos en este espacio común y, desde luego, el nuestro. Por otro lado, el hecho de tener cerca instituciones y centros de ese calibre nos obliga a mantener ese nivel de excelencia del que hablaba hace un momento. Por otro lado, junto a los citados, hay que añadir otros que expanden esa oferta de sur a norte, desde Matadero y La Casa Encendida hasta el Museo Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional o la Fundación Canal.
P. En Recoletos, la programación mira hacia la pintura y escultura desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del XX, pero, ¿cuáles son exactamente las claves de las exposiciones de esta sala?
R. Nuestras exposiciones se han basado efectivamente en ese período, que en su vertiente internacional ha estado tradicionalmente poco representado en las colecciones españolas, debido a razones históricas obvias. Por eso, ahora la clave está en seguir explorando las posibilidades que ofrecen los márgenes de ese periodo tan rico en las artes plásticas, de ese momento de estallido creativo y de cuestionamiento con el que en buena medida mucha gente se identifica en la actualidad. Cuando hablo de márgenes, me refiero a artistas o giros de ese periodo que requieren una reivindicación, de algún descubrimiento, pero también de lecturas nuevas de los grandes nombres. Se trata de poder combinar y de confiar en la complicidad de un público que ha formado parte de su gusto visitando nuestras exposiciones.
"El nuestro es un público femenino, de entre 50 y 65 años, que es el que sostiene la actividad cultural en España"
P. A finales de 2016 inauguraba en Madrid otra de las joyas de la Fundación en Madrid: Espacio Miró, ¿cómo surge esta iniciativa y cómo ha sido recibida por el público?
R. Se trata de un gesto de enorme generosidad por parte de la Sucesión Miró, no solo hacia nosotros como agente cultural, sino también hacia el público. La presencia de este depósito temporal de Miró nos ha permitido mantener actividades permanentes de carácter educativo, crear diálogos con algunas de nuestras muestras y ha otorgado durante unos años una suerte de "genio del lugar" a nuestro espacio expositivo. Me gusta pensar que colecciones como esta tienen vocación de impermanencia, que hoy puedan ser vistas en Madrid y, en unos años, pueda ser público de otras latitudes el que la pueda disfrutar. Me parece que mantener una concepción así de un patrimonio de este calado habla muy bien de la siempre compleja gestión del legado de un artista como Miró.
P. ¿Cuál es su público y qué estrategias emplean para abrirse a otros visitantes, al público más joven quizá?
R. Hoy en día se tiene muy analizados a los públicos. El nuestro para la programación de artes plásticas, tanto en Madrid como en Barcelona, es un público mayoritariamente femenino, de entre 50 y 65 años, que es en definitiva el que sostiene la actividad cultural en España. ¿No resulta, por cierto, extraordinario, que sean las mujeres, además en la madurez, las que mantengan la rica trama cultural de este país? El público de fotografía es más paritario y más joven, de entre 35 y 44 años. Nosotros deseamos encontrar las claves de esa conexión creciente entre la Fundación y un público más joven. En ese sentido estamos llegando a acuerdos con universidades y escuelas de fotografía para que todos sus alumnos tengas entradas reducidas. En este último caso, además, programamos actividades conjuntas diseñadas expresamente para ellos, como, por citar solo una, la clase magistral ofrecida por Nicholas Nixon para un grupo de alumnos de fotografía y cine con motivo de su exposición.
P. Precisamente la fotografía ha sido siempre uno de sus principales intereses y en 2014 estrenaron también sala en Bárbara de Braganza para ampliar el espacio de Azca que ya venían dedicando a la imagen, ¿cómo influye esta inauguración en su programación?
R. La apertura de la sala de Bárbara de Braganza nos permitió traer al centro de Madrid la programación de fotografía que ya desarrollábamos desde 2009 y así acercarla a un mayor número de personas. En verdad este movimiento no influyó en la programación ya que mantuvimos -y mantenemos- las mismas líneas con las que la arrancamos: organizar exposiciones bien de los indiscutibles maestros que han escrito desde principios del siglo pasado la historia de la fotografía artística, de Walker Evans a Eugène Atget, Paul Strand o Garry Winogrand, entre otros; por otro lado, artistas en activo pero ya considerados "clásicos" de nuestro tiempo, como Graciela Iturbide, Stephen Shore, Josef Koudelka o Nicholas Nixon; y por último aquellos otros que, con trayectorias más breves, han alcanzado ya el reconocimiento internacional por la madurez y la singularidad de su trabajo, pero que no han tenido una gran retrospectiva en nuestro país, como fue el caso de Fazal Sheikh, Dayanita Singh, Anna Malagrida o Vanessa Winship.
"Nuestra comunidad ha pasado de ser madrileña a ser también barcelonesa e internacional"
P. Pero no se ha conformado la Fundación MAPFRE con marcar la agenda artística en Madrid y en 2015 da el paso a Barcelona para abrir sede en la Casa Garriga Nogués, ¿a qué se debió este salto? ¿Qué tal fue la acogida allí?
R. Para nosotros siempre fue atractivo -y un gran reto- entrar en la agenda cultural de una ciudad con una oferta tan rica, poder dialogar con las otras instituciones y presentar proyectos que pudiesen ser del interés de la sociedad catalana y de las personas de todo el mundo que visitan Barcelona. La acogida ha sido muy buena, seguimos trabajando por calar hondo y echar raíces, tratando de que más gente nos conozca y que se haga asidua a nuestras exposiciones. Es hermoso ver crecer un proyecto en un contexto nuevo y diverso, como es para nosotros el de la ciudad de Barcelona.
P. ¿Cuál es la línea de esta nueva sala y cómo complementa la cartelera artística catalana?
R. La línea de programación hasta ahora es la misma que la que llevamos desarrollando en Madrid tantos años. Allí presentamos cada año dos exposiciones de fotografía y una de artes plásticas que vienen a dialogar con la oferta que plantean instituciones como Fundación Foto Colectania en fotografía, Fundación La Caixa, MNAC, Museo Picasso y otros. Siempre pensamos en proyectos que puedan aportar una nueva mirada o que puedan tener un interés para Barcelona en un momento en que la ciudad parece estar algo desbancada respecto a la efervescencia cultural que vivió en los años noventa. En fotografía siempre nos regimos porque el artista que exponemos no haya tenido una gran retrospectiva en la ciudad en al menos 18 años. En artes plásticas, hasta ahora nos hemos planteado las exposiciones como una manera de presentar a la ciudad cuáles son nuestras señas de identidad y ver cómo responde ante nosotros el mismo espacio que, en ese período, el de la primera modernidad artística, fue un punto clave de encuentro de artistas y propuestas.
P. En cuanto a la colección de la Fundación, ¿sigue creciendo? ¿Cuál es su línea argumental?
R. La colección de Fundación MAPFRE siempre se ha construido de forma paralela a la programación. En sus orígenes se centraba en artistas españoles de finales del siglo XIX y primeras vanguardias y una vez la programación de exposiciones se fue haciendo más internacional, la colección empezó a incluir obras de artistas internacionales que habían pasado alguna temporada en España y habían influido en nuestro arte para acabar incluyendo pequeñas joyas en papel de grandes nombres de artistas como Schiele, Klimt, Klee, Otto Dix… entre otros muchos. A su vez la colección de fotografía se empezó a forjar cuando se empezaba a trabajar en los primeros proyectos, allá por 2007, y se seguía las mismas pautas que mencionaba anteriormente. En general, en fotografía tratamos de reunir un conjunto de obras que nos permitan conocer a grandes rasgos la trayectoria de un artista y, en algunos casos concretos, hemos conseguido agrupar un importante número de obras, como es el caso de Paul Strand, Graciela Iturbide, Paz Errázuriz o Nicholas Nixon, de quienes estamos orgullosos de poder decir que tenemos la colección más importante que existen en el mundo. En general, nos gusta ver cómo la colección va cobrando una identidad que también nos forja como institución.
P. Además de las exposiciones, ¿qué otras actividades organizan? ¿Cuáles son sus puntos fuertes para "hacer comunidad"?
R. La actividad principal del Área de Cultura de Fundación MAPFRE es la expositiva y todo lo que la rodea: sus publicaciones y el gabinete pedagógico. En alguna ocasión organizamos ciclos en relación con el discurso de una exposición. Nuestra comunidad ha pasado de ser madrileña (con todo lo que eso significa, es decir, bastante universal) a ser también barcelonesa e internacional. La presencia de nuestras publicaciones de fotografía en las librerías internacionales es constante y nos sorprendió que, el año pasado, el New York Times eligió dos de nuestros catálogos entre los diez mejores del año. Eso muestra que las comunidades se crean solas, nosotros no hacemos más que brindar un espacio de encuentro: una sala con una buena exposición, un libro bien editado, un taller colaborativo...
P. Como directora del área de Cultura de la Fundación MAPFRE, ¿cuál es su objetivo más inmediato?
R. Como directora de Cultura de la Fundación recién aterrizada en el puesto, mi objetivo inmediato es atar los proyectos que Pablo Jiménez Burillo dejó en marcha y pensar y lanzar los nuevos -alguno ya se verá en 2020-. El riesgo de un trabajo como este -y como muchos imagino- es que las urgencias del día a día nos roben el tiempo necesario y el reposo exigido para pensar con calma. Yo estoy contenta porque la estructura del área y el equipo son muy sólidos, hemos conseguido tener a gente muy comprometida que trabaja en un ambiente creativo y donde se fomenta el pensamiento, la colaboración y el entendimiento. Si logro ejercer como eje entre mi equipo (toda esa parte invisible, esa tramoya humana fundamental de las exposiciones), los comisarios, artistas e instituciones con los que trabajamos, y un público cada vez más diverso e interesado, puedo asegurar que me puedo dar por satisfecha en esta primera etapa de dirección.
P. ¿Cuáles son los retos que tiene por delante la Fundación MAPFRE?
R. El reto es mantener el prestigio que la institución ha adquirido en los últimos años. Aquí hemos hecho el recorrido por estos 30 años haciendo exposiciones y hemos visto como ha habido diferentes hitos en los que la Fundación ha crecido. Estamos muy bien posicionados, nuestra historia de treinta años nos precede y nos enseña. Mi reto es mantener esa reputación y a la vez pensar en que hay líneas de exposiciones que tiene sentido que desarrolle la Fundación MAPFRE de aquí en adelante, algunas más continuistas, otras más arriesgadas; es decir, saber combinar lo familiar con lo inesperado. Y cuando hablo de mi reto hablo del nuestro, en plural porque, si bien en esta programación irá mi huella, es algo que desarrollaremos, de manera consensuada y colaborativa, entre todo el equipo.