Lucy Lippard durante la conferencia en el Museo Reina Sofía
El Auditorio 400 del Museo Reina Sofía estaba abarrotado de gente joven que iba a escuchar a la escritora y activista Lucy Lippard (Nueva York, 1937). Fue ella la encargada de inaugurar la Cátedra Juan Antonio Ramírez con la conferencia ¿Qué queremos decir? ¿Cómo queremos decirlo?, en la que lanzó varias reflexiones y otras tantas preguntas. Su trabajo, reflejado en una veintena de libros, ha sido vital para debates como la desmaterialización del arte a finales de los 60, la protesta artística frente a la Guerra de Vietnam en los 70, la identidad feminista o la relación entre arte, territorio y ecología.Durante la conferencia, en la que cada diapositiva servía para recordar alguna acción, exposición o artista, ha recordado que un creador "tiene que pensar en ideas visuales que el espectador pueda entender". No solo se trata, por tanto, de qué que queremos decir y cómo queremos hacerlo sino también saber quién es el interceptor. En este sentido Lippard menciona la obra de JR, un artista francés que empezó haciendo grafiti pero que basculó hacia una fotografía monumental que pega en edificios de un sinfín de países.
Asuntos urgentes como el "racismo, la misoginia, la homofobia o el terrorismo" son escudriñados por Lippard "desde una mirada feminista". A este respecto menciona la reciente instalación de Doris Salcedo, Palimpsesto, en el Palacio de Cristal del Reina Sofía o el arte abstracto de Harmony Hammond. El reto es "hacer una obra interesante para atraer al público y lo suficientemente fuerte como para que el espectador permanezca", cree. Por eso, Lippard afirma que una obra tiene que salir de una experiencia, de un entorno conocido en el que el artista pueda forjar alianzas aunque en ocasiones haya que sacrificar la estética". Aunque, quizá la pregunta más "peliaguda que debemos plantearnos es qué valoramos más: ¿el éxito individual o una victoria social colectiva, por muy nimia que sea en apariencia?"
Tras "instar, durante años, a la gente a la calle" Lippard se trasladó a un pequeño pueblo de Nuevo México en el que ha entendido que los temas que nos afectan son globales aunque la manera de afrontarlos sea diferente. Se refiere a la sostenibilidad ("que depende de la empatía, algo imposible en una sociedad capitalista"), el medioambiente ("la desertificación, la subida de los niveles de los océanos, la desaparición de los animales, el cambio climático"). "Los artistas pueden ayudar a cambiar nuestra relación con la naturaleza, que no es una mercancía sino la comunidad en la que vivimos y a la que pertenecemos. Estamos más cerca del final que cuando Estados Unidos y la URSS mantuvieron su lucha atómica". Por eso hay que pensar en presente continuo, discutir los fracasos y arraigarnos en la realidad con una dosis de esperanza.
¿Una solución? Que la energía social se considere arte, apunta. "Los artistas han empezado a mirar fuera de la ventana de sus estudios y de las paredes de los museos. No entiendo cuando un artista dice que no puede hacer determinado proyecto porque no le han concedido la beca a la que optaba. Lo que tiene que hacer es salir a la calle y observar lo que ocurre, tiene que ir más allá de lo que ocurre en las galerías y en el mercado del arte". No es fácil renegar, continúa, "del reconocimiento del mercado y de las instituciones y, cuando alguien lo logra, es muy probable que no sepamos qué está haciendo. ¿Importa? ¿Sigue siendo arte? ¿A quién le preocupa?". Por eso Lippard tiene fe "en los proyectos pequeños de ámbito local. Es ahí donde podemos tener impacto", cree. Y como es costumbre en ella, concluye la conferencia citando a Antonio Gramsci: "pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad".
@scamarzana