Esculturas de la isla de Nueva Irlanda en el stand de la galería Charles-Wesley Houdé. Foto: Saioa Camarzana
Si hay algo que define a Tefaf Maastritch y en lo que coinciden todos los galeristas españoles en su 31ª edición es la exigencia de una feria que celebra más de 7.000 años de Historia del Arte. En esta ocasión son 280 galerías divididas en diferentes secciones, de la cuales tan solo son cinco las procedentes de España. La cita holandesa congrega a infinidad de galeristas, coleccionistas y mecenas que buscan, al igual que el equipo organizador, la excelencia de los stands y de las obras. En esta ocasión se cuentan 16 galerías nuevas, pintura, escultura, joyas, mobiliario y numerosas obras de Picasso en papel contribuyendo a que Tefaf se posicione como una de las ferias más importantes del mundo.Del 10 al 18 de marzo el edificio MEEC de esta ciudad medieval, con unas instalaciones diseñadas por un urbanista que permiten controlar los flujos de gente, será el epicentro artístico con obras como San Albino y San Bernardo, de Filippino Lippi de la galería Kollenburg Antiquaris, Torso de una mujer en cuclillas, de Camille Claudel, escultura modelada en 1887, fundida en 1913 y que refleja la complicada y tormentosa relación de Claudel con Ausgute Rodin en Daniel Katz. También llaman la atención el Retrato de Franceso Santoro, un lienzo de Sorolla que recuerda, ligeramente, a Manet en la galería Jean Luc Boroni, el lienzo Tête d'Homme de Picasso en Van de Weghe y las esculturas tribales procedentes de la isla de Nueva Irlanda, en Papúa Nueva Guinea, que expone la galería Charles-Wesley Hourdé.
Tefaf Maastritch. Foto: Loraine Bodewes
La más veterana de las galeristas españolas es Deborah Elvira, que ha recogido el testigo de su padre, el primer stand patrio en entrar en la feria. Aquello fue en 1992 y Elvira destaca "la calidad de las obras y del montaje" de la feria. Cada stand está diseñado al milímetro con un mobiliario que conjunta con lo que se muestra y con unos colores que se alejan, por completo, de las paredes blancas a las que nos acostumbran las galerías actuales. Como es costumbre, esta veterana joyería se centra en el barroco español, la joyería histórica y el hierro forjado. Con una horquilla de precios que van desde los 1.000 hasta los 100.000 euros, para la galerista es importante "apoyar al coleccionista joven ofreciendo piezas no muy caras que les animen a iniciarse". Además, un año más apuesta por la joyería contemporánea de Luz Camino, recientemente galardonada con el Premio Palladio.
Por otro lado, la dirección de la feria exige no repetir de un año a otro más del 20% de las obras. "Hay que renovar las piezas, cada edición es un reto y supone mucho esfuerzo", afirma Elvira. También exige investigación. En ocasiones, el núcleo principal de trabajo de la galerista, el barroco español, se tiene que ampliar y la búsqueda de piezas importante es una de las constantes para Tefaf. "Cuando acaba una edición empiezo a pensar en la siguinte", apunta Elvira. Ese mismo argumento defiende Diego López de Aragón, un anticuario con 23 años de experiencia en esta cita: "Para nosotros el año gira en torno a Tefaf, supone mucho trabajo y es arriesgado porque nos lo jugamos todo aquí", explica. Su obra principal en esta ocasión es un retablo de Joan Figuera que representa a la Virgen María rodeada de San Pedro Mártir y San Marcos y sus correspondientes leyendas. Sus características llevarían a pensar en un museo o fundación como posible comprador pero, de momento, "tiene dos novios privados", bromea el dueño de la galería López de Aragón, dispuestos a pagar los 1.600.000 euros que cuesta. "Es un precio razonable para el valor artístico e histórico de la pieza", opina.
Stand de la galería López de Aragón. Foto: Loraine Bodewes
También las atribuciones deben ser precisas, la calidad de las obras, sublime y su estado de conversación, impecable. De lo contrario la pieza no pasa el filtro que se persigue. Esto lo conoce bien Alejandro Martínez, de la galería Caylus, protagonizada este año por una obra anónima de la escuela flamenca que muestra una preciosa vista de El Escorial y que se vende por 1.500.000 euros. También aterrizan este año, y ya son 18, con un stand en el que han elevado los techos para colgar una obra de Juan de Roelas de 50 kilos que han tenido que colocar con la ayuda de una grúa, una pieza de El Greco valorada en 350.000 euros, un bodegón de la escuela española del sigo XVII, un busto de Gaspar Núñez Delgado y la apuesta por la pintura gótica con unas tablas procedentes de un retablo mayor.Para que cada una de las piezas sea aceptada por los más de cien expertos encargados de analizarlas, las galerías deben presentar un informe técnico en el que se precisen todo tipo de detalles históricos, científicos, de pigmentos, de atribución. "Estos se pueden extender desde las cinco a las diez páginas", anota Martínez, dado que con los viejos maestros el escrutinio "es más riguroso" por las posibles falsificaciones o atribuciones a taller (si la procedencia no queda clara, queda fuera) que pueden existir y que son más improbables en el caso del arte moderno.
Experto comprobando la autenticidad de una escultura. Foto: Loraine Bodewes
Alejandro Martínez, de Caylus, cree que ofrecer dos jornadas de visita para los coleccionistas antes de abrirse al público puede funcionar, porque ya en las primeras horas de apertura del jueves consiguieron vender varias piezas. Además, "la gente entra más y se la nota más tranquila", admite. En el caso del expositor español Colnaghi (la antigua Coll y Cortés compró la marca inglesa hace tres años) atrae la atención de importantes coleccionistas con sus magníficas obras de Luca Giordano, José de Ribera, las esculturas de Pedro de Mena o las ya vendidas Christ of the Man of Sorrows de Alonso Berruguete y Mater Dolorosa de Murillo.
Coinciden todos, por tanto, en que es una buena feria tanto a nivel comercial como de creación de redes de contacto. Deborah Elvira no solo vende durante los días que dura la feria sino que "establece conexiones para el futuro". Y en ese sentido, Artur Ramón i Navarro asegura que además del elemento comercial que conlleva la feria también es importante el componente "cultural para dar a conocer nuestra obra, en este caso la pintura española". Por eso, al galerista le gusta la interacción con los más jóvenes que son quienes pueden empezar aquí las colecciones del futuro.
@scamarzana