Joana Biarnés
De pequeña quería ser telefonista hasta que su padre la convenció de que la telefonía dejaría de funcionar a través de clavijas. Tampoco nunca había pensado en ser fotógrafa como su padre pero un día él no pudo encargarse de un trabajo por exceso de labores y ella decidió hacerlo por él. Así que cogió la Leica de su padre, el flash de dos kilos y con los conocimientos que había adquirido de su progenitor salió a la calle. Joana Biarnés (Tarrasa, 1935) se convirtió así en la primera mujer periodista en dedicarse a la fotografía de manera profesional en España. El libro Joana Biarnés. Disparando al corazón, editado por Chema Conesa y publicado por la editorial Blume, reúne el legado de esta reportera.Sus inicios no fueron nada fáciles. Biarnés cuenta hasta tres golpes que le hicieron dudar y tambalear su voluntad pero la promesa que le hizo a su padre prevaleció ante todo lo demás. "Cada vez que he dudado me he acordado de él y he continuado", apunta. Fue él, de hecho, quien le aconsejó estudiar Periodismo aun a sabiendas que entonces no era una profesión fácil para una mujer. Cursó sus estudios y poco después llegó el primer golpe. "Me preguntaron si me gustaban las corridas de toros y dije que no porque odiaba la sangre, no porque no me gustaran los toros, que no había ido nunca. De modo que me enviaron al matadero de Barcelona a hacer un reportaje en profundidad", relata. No fue aquella una experiencia grata aunque, al menos, le dijeron que sería una buena reportera. Además, ya no podía decepcionar a su padre.
El segundo golpe llegó en la década de los 60 mientras fotografiaba un partido de fútbol con él. Antes de que empezara el encuentro el árbitro dijo que no daba comienzo el encuentro hasta que ella no abandonara el terreno de juego. Biarnés se negó, mostró su acreditación y, finalmente, no tuvieron otra opción que continuar con la jornada. Pero entonces el machismo de los presentes floreció con fuerza. "Me llamaron guarra, me dijeron que si necesitaba un plan que me esperaban fuera, otros que me fuera a fregar platos", relata. Los acontecimientos de aquel día fueron "para marcharse" pero una vez más la imagen de su padre asaltó sus pensamientos. "No podía renunciar, él estaba en la otra portería, lo estaba viendo y al ver que no me movía pensó que yo estaba fuerte. No lo dejé por él y por mi propia voluntad".
Salvador Dalí, Miguel Bosé y Luis Miguel Dominguín en Girona, 1971
Claro que no todo fueron golpes en la trayectoria de la primera mujer fotoperiodista de España. Un logro, por otro lado, que abrió el camino a otras mujeres. Retrató a personalidades como Salvador Dalí, Buñuel, Orson Welles, Clint Eastwood, Roman Polanski, Los Beatles en su primer concierto en España. Pero el encuentro en una habitación de hotel con la banda de Liverpool, minutos por los que la preguntan a menudo, no es de lo más importante que ella recuerda. Sí lo es, por el contrario, un reportaje social que hizo con José Luis Navas.
"Tuvimos que huir de Madrid"
En el año 1968, en pleno franquismo, Navas le dijo a Biarnés que corría el rumor de que en el orfanato San Fernando maltrataban a los niños. Era un centro que acogía a los hijos de solteras y les había llegado la noticia de que a uno de los niños le habían reventado el tímpano de un manotazo. "Cuando llegamos allí el niño aún tenía la marca de la mano en la cara y sangre reseca en el oído. Fuimos a hablar con el director y nos dijo que al fin y al cabo eran hijos de soltera y con esa declaración abrimos el periódico", apunta. Emilio Romero, director del diario, "le echó mucho valor" pero la respuesta no se hizo esperar. "Franco le llamó la atención y los del orfanato empezaron a perseguirnos". Amenazados de muerte Romero les recomendó salir unos días de Madrid hasta que la tensión se diluyera. Viajaron una semana a Helsinki, donde continuaron trabajando, y a su vuelta volvieron al colegio. Esta vez fueron en compañía.Reportaje de Tip y Coll para la portada del disco Obdulia (1970) y, a la derecha, una imagen del reportaje de Marisol en la base militar de Torrejón de Ardoz (1967)
Lo que se encontraron no fue, precisamente, un ambiente amable. El orfanato había manipulado la información que publicó el periódico y los niños los recibieron con palos y piedras. "Nada más entrar los curas les dijeron a los niños que éramos nosotros quienes habíamos dicho eso de 'hijos de soltera' así que empezaron a perseguirnos campo a través". Biarnés corrió carretera abajo mientras que su marido, Navas y otros compañeros lo hicieron en otra dirección. Eran las 11 de la mañana cuando llegó a un bar de carretera en el que no había nadie. Entró, se situó al fondo y cuando vio aparecer la silueta de un hombre pensó que alguien del colegio la había seguido hasta allí. "Se puso delante de mí y me dijo que no me asustara, que había seguido el trabajo que estábamos haciendo. Ese domingo quiso ser testigo de lo que ocurría y como Guardia Civil me dio su tarjeta por si necesitábamos testigos en caso de ir a juicio".Sin embargo, cuando el diario Pueblo cerró todos los negativos de las fotografías de Joana Biarnés se quedaron dentro y, por esa misma razón, necesita que "recuperar al menos la portada del diario. Esta es la historia de algo que no se ha podido contar bien", se lamenta. Por eso, cuando le dicen que se lo ha pasado bien haciendo su trabajo matiza que también hubo momentos duros.
"No quería participar en mentiras y montajes"
Ni los tres golpes del inicio, ni la persecución y tensión vivida con el orfanato, ni bajar a las minas de uranio hicieron que Biarnés colgara las cámaras. Fue la frivolidad quien la apartó. Y lo decidió de la noche a la mañana después de hacer un reportaje humano sobre un hombre que se curó de un cáncer y se quiso anunciar para crear un grupo de terapia con el que poder ayudar a otros en su misma situación. "Para vender este tema pensé en una revista del corazón porque el periódico lo lees por la mañana y ha acabado mientras que la revista tiene más recorrido, está en el dentista, en la peluquería". Pero el director le dijo que ese contenido no vendía. "¿Qué vende?", preguntó ella. Y la sorpresa llegó cuando le enseñó un reportaje de Lola Flores vestida de Reyes Magos junto a su familia. "¿Voy a vivir de una mentira o de un montaje? Ahí dije que me iba y me fui. Al día siguiente vendí todas mis cámaras, me trasladé a Ibiza y abrí un restaurante", cuenta con una sonrisa en la boca."Actualmente no se valora la fotografía"
De sus palabras se desprende el orgullo de quien se dedica a algo por pasión, vocación y convicción. Una convicción que consiste en dedicarse a su profesión con seriedad, al servicio del lector. "El periodismo está muy cambiado. Para mí, que vengo de la escuela que vengo, ha cambiado para mal pero hay que progresar y en el progreso algunos se quedan fuera y otros triunfan", opina. "Recuerdo un encuentro que tuvimos en el que me impactaron las manos artríticas del entrevistado. Quien escribe tiene su función y el fotógrafo tiene que colaborar y añadir algo al reportaje. Ese es el periodismo que yo aprendí", se lamenta.Actualmente "no es eso, no se está valorando la fotografía, las mujeres seguimos igual y lo que no se puede permitir es que se pague lo que se paga por publicar una foto en primera página". Todo ha cambiado, y "ahora el periodismo es diferente y quien llega primero triunfa. Antes había que responder al encuadre, a la calidad de la imagen, al tema, tenías que seguir al redactor en la conversación", se lamenta. El periodismo ha cambiado y ella sigue fotografiando bajo la máxima que aprendió de su padre: Todo reportaje debe condensarse en la foto.
@scamarzana