Toulouse-Lautrec: En un reservado (1899) y, a la derecha, Picasso: La espera (1901)
El Museo Nacional Thyssen Bornemisza acoge Picasso / Lautrec, una muestra que pone a dialogar las obras de estos dos artistas de la modernidad. Aunque la influencia que el francés tuvo en la trayectoria del malagueño es conocida esta es la primera vez que se explora en una exposición.
"Hay dos aspectos en esta exposición que la hacen muy especial e intrigante", comenta Guillermo Solana, director de la pinacoteca. Por un lado explora "un área de penumbra, una intersección entre un Lautrec que termina y un Picasso que empieza", relata. Fue justo en el año 1901 cuando aparece la firma definitiva de Picasso (hasta entonces firmaba sus obras como Pablo Ruiz Picasso, Pablo R. Picasso o similares), y en ese breve solapamiento de ambos hay algo intenso, una sintonía natural como si por un momento Lautrec se hubiera reencarnado en el artista malagueño", comenta el director del Thyssen.
Toulouse-Lautrec: Yvatte Guibert cantando Linger, Longer, Loo (1894) y, a la derecha, Picasso: Diseuse (1901)
La otra intersección que le interesa es la que se crea entre el dibujo y la pintura. En un momento en el que el arte occidental pedía que la pintura cubriese toda la superficie del lienzo surgieron técnicas como la acuarela, el gouache o el pastel, "técnicas donde se no cubre la tela por completo", explica Solana. En cada una de las salas hay obras hechas en cartón y dibujos "que pueden parecer tentativas, ensayos o bocetos pero no hay que dejarse engañar porque hay obras mayores", incide. En ese momento Picasso estaba buscando su camino y en esa intersección entre ambas disciplinas "es donde se estaba creando la pintura moderna".Francisco Calvo Serraller, comisario de la muestra junto a Paloma Alarcó, ha comentado que esta influencia de Lautrec en Picasso es "un tema estudiado en monografías pero nunca en forma de exposición". En ese sentido, las hipótesis, continúa, son interesantes pero "el contacto directo entre las obras las afianza y se convierte en un hecho". Lo cierto es que la huella de Lautrec late en toda la trayectoria de Picasso pero "era difícil encontrar las obras adecuadas para que el diálogo fuera eficaz", añade Alarcó. El planteamiento de la exposición fue, por tanto, descubrir "qué vio Picasso en Lautrec". Y lo que vio, en efecto, es lo que se muestra en esta exposición dividida en los temas que unen a ambos artistas.
Desde la bohemia al eros recóndito
Al tiempo que Lautrec entendió que la caricatura era una forma de poner sobre la mesa la personalidad de los modelos que retrataba, Picasso investigaba en Autorretrato con chistera el ambiente nocturno de las prostitutas de las obras del francés. En Bohemios están, por tanto, los retratos "que hace Picasso conociendo a Lautrec de soslayo a través de las obras de Ramón Casas y Rusiñol", apunta la comisaria Alarcó. En Los bajos fondos, sin embargo, se muestra un gusto compartido por los excesos de la noche parisina. Lautrec fue el primero en incluir en su obra elementos de la cultura popular, marginal y bohemia y Picasso exagera en ellas las figuras con características más satíricas. En esta sección se enfrentan figuras de cabarets y cafés-conciertos con obras "dedicadas tanto a los artistas como a los espectadores".Toulouse-Lautrec: Autorretrato (1893) y, a la derecha, Picasso: Hombre sentado con sombrero (1972)
En Ellas a pesar de que la temática es la misma, la prostitución, la mirada que ejerce cada uno de los artistas es diferente. "Lautrec era amigo de las prostitutas y las retrataba de manera empática mientras que Picasso las trataba con una compasión que al final de su vida evolucionó hacia una mirada explosiva", anota Alarcó. El pintor francés convivió durante un año con ellas y las plasma en su vida cotidiana mientras se asean y juegan a las cartas frente a las de Picasso que, enfermas de sífilis, se inspira en los apuntes del hospital de Saint Lazare.
Por último, Eros recóndito, recoge las obras que en su momento fueron destinadas a salas reservadas. Un potente desnudo de Lautrec de una acróbata de circo a las formas y las siluetas más sutiles dejándose influir por Degas se enfrentan aquí al erotismo de Picasso. Un erotismo que siempre fue más cruel y que al final de su vida recuperó con la misma intensidad que desprende Las señoritas de Aviñón.
@scamarzana