Tríptico Tres estudios para una crucifixión, h. 1944
El Museo Guggenheim de Bilbao inaugura la muestra Francis Bacon: de Picasso a Velázquez, que rastrea la influencia que tuvieron artistas como Goya, Velázquez, Picasso, Juan Gris o Giacometti en la obra del pintor británico.
"Teníamos una deuda con Bacon", dice el director. Cuando la pinacoteca abrió sus puertas hace casi 20 años los precios de las obras del pintor "eran inasequibles" y esa es la razón por la que Bacon no está presente en la colección del Museo. No obstante, la muestra de más de 80 piezas que alberga en sus paredes supone saldar esa cuenta con el atormentado pintor. La importancia que en él tenía la tradición se puede observar mediante la puesta en relación de los artistas que le influyeron. Aunque jocoso e irónico, Martín Harrison, editor del catálogo razonado y comisario de la exposición junto a Lucía Agirre, opina que en sus primeros años "estaba influido por artistas influidos por Picasso y no por Picasso de manera directa". Aunque la evidencia está en la obra Composición (Figura), de 1933, en la que se reconoce la familiaridad con el pintor malagueño.
Fue en 1945 cuando pintó Fury, "figura de forma fálica que no se distingue qué es" pero que recuerda a otra pequeña obra de Picasso. "Tuvo que quitarse a Picasso de encima" y lo hizo con otra de sus claras referencias, y casi obsesiones en este caso: el lienzo del Papa Inocencio X que pintó Velázquez. Esta relación se ve en diversos lienzos en los que Bacon transforma una y otra vez al pontífice en diferentes formas hasta retorcerlas haciendo parecer que la carne es plastilina. "Compro libro tras libro con esa ilustración del Papa de Velázquez porque sencillamente me acosa y porque despierta en mí toda clase de sentimientos y, también, podría decir, áreas de imaginación", dijo Bacon. Pero una vez más, tras hacer múltiples variaciones, Bacon quemó todo lo creado.
En una etapa temprana el irlandés era monocromático, hacía uso de colores oscuros y tan solo de vez en cuando aparecían pinceladas de color. "En Hombre de rodillas en la hierba se ven algunos colores verdes y algunos trazos rosáceos en la carne humana", explica Harrison. Fue oscuro hasta 1957 y a partir de entonces empezaría a cultivar el color, influenciado por Van Gogh, hasta convertirse "en un magnífico colorista". Una de las características de Bacon, añade el comisario británico, es que "casi ni se molestaba en poner pintura en el lienzo" y muchos no lo entendían. Así como tampoco comulgaba con su forma autodestructiva de vivir.
Un espectador recorriendo la exposición Francis Bacon: de Picasso a Velázquez
Desnudos masculinos, violencia y deudas
El primer desnudo del que se tiene constancia es de 1949 en el que retrata a un hombre de espaldas que recuerda a Tras el baño, mujer secándose de Edgar Degas. Aunque Bacon, amante de los hombres en una Inglaterra que penaba la homosexualidad, capturó desnudos masculinos. Otro, en el que pinta a una pareja de hombres, data de 1953. En ellos, el pintor desfigura a los protagonistas retorciendo posturas cotidianas y recreando figuras animales hasta convertirlas en formas imposibles. A Peter Lecey, con quien mantuvo un tormentoso romance, lo pintó en una jaula.Se comentaba, de hecho, que el pintor irlandés era violento aunque el comisario lo defiende, de nuevo con humor, diciendo que tan solo hay violencia en su pincelada, "en el toque de la pintura". Se levantaba de su borrachera de la noche anterior y pintaba para plasmar su enfado con la vida, lo aburrido y lo tormentoso. Con crudeza. Pero "no hay ni una sola prueba de que fuera violento en su vida", asegura.
Es cierto que no tenía un estudio fijo, no tenía dinero y se lo pedía a sus amigos adinerados y coleccionistas de arte con la excusa de comprar pintura para sus lienzos. Pero era mentira. Se lo gastaba en apostar y lo perdía todo. Y bebía. Hasta que en el verano de 1962 la Tate quiso una exposición de sus obras y se encerró a pintar para obtener el reconocimiento que quería. Hacía mucho que no creaba un tríptico de gran tamaño y lo hizo para la ocasión. Tres estudios para una crucifixión. Así lo llamó y "quizá esta sea su pintura más violenta", asegura Harrison. Y lo razona con las propias palabras de Bacon cuando decía aquello de que una crucifixión es un retrato. Aunque resulte una afirmación exagerada. Que lo era. Pero así era Bacon.
Tras aquel violento tríptico vinieron muchos más. Y se hizo el maestro. En uno de ellos retrata a dos hombres teniendo sexo (del cual hay un ensayo completo en el catálogo razonado). Pintó 11 lienzos de este carácter, tres de los cuales están presentes en la muestra. "Cuando veo un trozo de carne en una carnicería pienso que debería de ser yo", decía Bacon. Y si por algo destaca es por la crudeza con la que retrata la vida. Su vida.
@scamarzana