Fachada del Museo Universidad de Navarra
El arquitecto presenta en Pamplona el Museo Universidad de Navarra que acogerá la colección de la familia Huarte y el legado del fotógrafo Ortiz-Echagüe
Cuenta Moneo que cuando Huarte donó sus piezas, las cuales se unieron al fondo de la universidad que ya contaba con 10.000 fotografías y 100.000 negativos, tenía una cierta "urgencia" en verlas expuestas. Por lo tanto, pensaron en habilitar un pabellón cercano a la biblioteca. No convenció la idea porque resultaba una medida de emergencia que dejaba intranquilos a propios y extraños. "Finalmente este enclave es ventajoso porque se quiere establecer un contacto directo con la ciudad", cuenta Moneo. Así, erigió un edificio "severo en el exterior, rico y complejo en el interior" y al servicio del público.
Tal vez se considere uno de los proyectos más ambiciosos de un arquitecto que ha cultivado una trayectoria profesional con "una misma lógica y una misma manera de enfrentarse a las cosas". Lo más importante a la hora de configurar el Museo fue su conjunción con el paisaje. Algo, comentan desde la dirección de la pinacoteca, se cumple. "Nace con la vocación de servir al paisaje, sin una estructura imperiosa y con un interior roto y fragmentado que marque su personalidad", explica. De este modo, el ala izquierda de la primera planta se empleará para las exposiciones temporales, mientras que al fondo se albergará la colección permanente, la del clan Huarte.
El material más empleado en la elaboración de este edificio es el hormigón y la madera. El hormigón prevalece en casi todas las salas dedicadas a la pintura. La razón es el diálogo que van a mantener pintura y pared. "Esta textura permite el contraste, los cuadros se observan mejor si están en un soporte que no sea pintura; madera o tela, por ejemplo", explica. De este modo, el contraste es complementario a la pieza. Al mismo tiempo, la sala de exposiciones temporales es susceptible a ser dividida. "La intención es no reducir espacio a las figuras ortogonales y la cubierta refleja el perfil del edifico", analiza.
Rafael Moneo durante la presentación del Museo Universidad de Navarra
Quien fuera el Premio Pritzker en el año 1996 (único arquitecto español en recibir el galardón) cuenta ya con una larga trayectoria profesional. Este no ha sido, ni mucho menos, su primera pinacoteca. Ha construido lugares emblemáticos como el Museo de Arte y Arquitectura de Estocolmo, la Fundación Pilar y Joan Miró de Palma de Mallorca, el Museo Davis en Massachussets y el Museo de Bellas Artes en Houston, sin olvidar la ampliación del Museo del Prado. Con algunos de ellos, confiesa, guarda similitudes, todas derivadas de esa manera de hacer que aboga por integrar los edificios en su lugar y ciudad en vez de colocarlos como meros objetos independientes en una localización específica.Ha desarrollado, en el caso del Museo Universidad Navarra, una "geometría enfrentada de salas que se desliga del simple almacenaje y permite darle un carácter diferente a cada espacio". Algo que transmite la sensación de diversidad estilística. Así, las piezas de Picasso, Rothko, Tàpies, Chillida, Oteiza, Sistiaga y Palazuelo con las que cuenta el Museo, conversan en un entorno propicio con la colección Huarte y el legado del fotógrafo José Ortiz-Echagüe. Incluso con artistas internacionales como Henri Cartier-Bresson, Kandinsky y Robert Capa.También ha supuesto un reto la "conjunción de espacios diversos que estén articulados de manera intersticial para arropar un programa diverso", confiesa. A su juicio, la pinacoteca ofrece un lugar de reunión para que cada usuario tenga la sensación de que el edificio no les cataloga. "La idea es que cada uno lo vea como su casa sin causar ningún trastorno en el resto de usuarios", concluye.
Pero el edificio "se resiste a ser un objeto perfecto" y por ello guarda la posibilidad de una ampliación en caso de que en un futuro fuera necesario. Las dos torres que complementan el edificio son los dos lugares por los que se puede aumentar su diversidad y amplitud. Asimismo, teniendo siempre en cuenta que la investigación, la docencia y la difusión son los tres objetivos principales del centro, el teatro-auditorio de 750 butacas y las salas expositivas quedan a disposición de los usuarios. 11.000 metros cuadrados de espacio y una apertura que se lleva a cabo con tan solo el 25% del almacén ocupado.
El arquitecto, que se mostró asimismo muy satisfecho con el trabajo realizado por todo el equipo, hizo hincapié en el tamaño: "un edificio volumétricamente contundente que sin embargo reduce el impacto al ojo humano". Es decir, el interior es de una gran amplitud pero su fachada no da semejante sensación.
Un lugar polivalente porque, al fin y al cabo, "la vida en general es polivalente", bromea.