Puesta de sol, 2, 2008
Una nueva exposición dedicada al género de paisaje puede verse estos días
en Suiza, tras la inaugurada hace unas semanas en la Fundación Beyeler de
Basilea en torno a la figura del Ferdinand Hodler tardío. Ahora es el Museum
Haus Konstruktiv de Zurich el que se centra en la radiante figura de Alex Katz, el
octogenario pintor americano que presenta sus cuadros por vez primera en un
museo del país centroeuropeo en
una muestra que reúne pinturas realizadas desde
1949 y que incluye también obra reciente.
Katz, que nació en Nueva York en 1927, vio nacer y crecer a todos los movimientos
artísticos desde la posguerra como el Expresionismo Abstracto, el minimalismo,
el arte conceptual y el pop. Su paleta solitaria, cálida y austera a partes iguales,
miraba con distancia el desarrollo de estas gestas, aunque Museum Haus
Konstruktiv trata en esta exposición de acercar a Katz a algunos de estos hitos
del arte del último medio siglo y de no dejarle suelto en tierra de nadie, que es
como tradicionalmente se le ha visto al pintor. La exposición se titula
Landscapes,
y los paisajes forman, efectivamente, el grueso de la muestra pero, en el ya
longevo diálogo entre abstracción y representación que se da cita en su obra,
¿no deberíamos constatar que toda la pintura de Katz, incluidos sus retratos,
constituyen un inmenso paisaje? ¿No podemos, acaso, interpretar muchos de sus
retratos, en especial los de gran formato, utilizando términos como "geografía" o
latitud"? ¿Cómo ver el magnífico
Passing, pintado hace 50 años y hoy perteneciente
a la colección del MoMA, como un gran "campo de color", lo que los anglosajones
llaman "color field", sólo sesgado por esa media sonrisa algo socarrona del artista?
Tormenta de nieve, 1, 2005
Aún más temprano es el cuadro
Two Trees, de 1955. Aquí el diálogo entre
representación y abstracción sitúa al espectador en una compleja e incierta
encrucijada. Katz parecía tener claro que su pintura (tenía entonces 27 años)
habría de iniciar un recorrido en torno a las posibilidades plásticas de lo real en
oposición a la densidad que emanaba del Expresionismo Abstracto. Buena prueba
de ello es que
Katz comenzó a pintar a partir de fotografías en torno a estas fechas,
si bien nunca la sedujeron las prácticas excesivamente realistas que también
empezaban a encontrar su hueco en el crisol enorme de opciones pictóricas que
fue la ciudad de Nueva York.
Two Trees representa esa tensión inicial con claridad.
En él entran en juego fenomenologías perceptivas relacionadas con la figura y
el fondo, con las posibilidades musicales que brindaban las imágenes... Fue un
gran amante del jazz y también de la poesía, especialmente la de los años sesenta,
cuando frecuentó a muchos de los grandes poetas que coincidieron en Nueva York
como Frank O'Hara, John Asbery o Allen Ginsberg. Los poetas le resultaban mucho
más interesantes que los propios pintores.
El catálogo de esta exposición suiza cita una entrevista que le realizó David
Sylvester en la que Katz afirma que la pintura era un medio que permitía bucear en
el interior de uno mismo y explorar cuánto de no verbal y de inconsciente había en
la experiencia pictórica. Es a través de estas ideas como
su trabajo puede tender
puentes con otros de artistas pertenecientes a generaciones posteriores, como
Gary Hume o Wilhelm Sasnal. ¿No remiten al primero las dos manchas del antes
citado
Two Trees, con esa tensión entre los figurativo y lo abstracto? ¿Y ese paisaje
con tres áreas de color tan básicas tan certeramente dispuestas de
Provincetown?
¿No son visibles las analogías entre ese espléndido y enigmático retrato en blanco
y negro de Ada, su mujer y musa, de 1997,
Black Ada, y las imágenes y los temas
del polaco Sasnal?
Landscapes, en Museum Haus Konstruktiv, es una oportunidad extraordinaria para
entender a Katz fuera de los discursos normativos en los que se le ha tendido a
enmarcar. Con una tradición basada en el constructivismo y en la abstracción, la
institución suiza nos invita a mirar más allá de la apariencia figurativa y poética de
la pintura del neoyorquino y a situarla en un campo más proclive a la experiencia
filosófica, algo más abstracta y compleja.