José Ramón Amondarain en su estudio
José Ramón Amondarain lleva toda la vida a vueltas con la pintura. Desde el lienzo se ha enfrentado a la Historia de Arte y, desde hace unos años, también, se la ha apropiado. Lo mismo que hace ahora con el Guernica de Picasso. Un proyecto en ocho pasos que gira en torno al original y la copia y que presenta el 30 de marzo en el Artium de Vitoria.
Un proyecto ambicioso que, reconoce el artista, "si se me hubiera ocurrido a mí, lo hubiera rechazado por desmedido". Han sido meses de mucho trabajo en la nave que le sirve de estudio en Astigarraga, a las afueras de San Sebastián. Las enormes telas, de una textura especial, han venido de China y solo montarlas le llevó semanas. Luego, cuatro meses literalmente dentro del Guernica y dos viajes al Reina Sofía para ver el original. "La primera vez fue muy emocionante porque estuve prácticamente tocándolo, con el equipo de restauración, claro. Hice las pruebas de color que es quizá lo más delicado del cuadro que, después de una restauración en el MoMA en los 60 y debido a una capa de cera que le dieron por detrás, ha ido amarilleando. Dar con el color ha sido complicado, al final he optado por una gama de grises cálida", explica.
-¿Ha logrado meterse en la piel de Picasso?
-Eso es imposible. Picasso fue un genio. Es demoledor porque es sublime. Tocara lo que tocara siempre era diana. Analítico, sintético, clásico o moderno. Yo me he convertido en una especie de actor de Picasso.
Con humildad asume que su trabajo no tiene nada que ofrecer al Guernica pero que, por otro lado, el hecho de existir ya cambia de algún modo el original. La reflexión sobre la obra inicial y la copia surge sola: "El que se enfrenta a mi proyecto se pregunta de inmediato en qué medida está viendo el Guernica o no, en qué grado es el cuadro de Picasso, el icono, la pintura, todo. La copia no puede suplantar al original, pero la imagen tiene fuerza por sí sola. Pensemos en cuándo vemos un poster de la pintura, por ejemplo, y exclamamos sin pensarlo, 'mira, El Guernica'".
Por otro lado, Amondarain no es el primer artista que se ha enfrentado al mural de 1937, ni será el último. El proyecto que él inicia de algún modo se cierra con los trabajos de otros cuatro artistas que Artium inaugurará en mayo. Cristina Lucas, Pepo Salazar, Daniel García Andújar y Pilar Albarracín mostrarán sus particulares aproximaciones al cuadro. Y el círculo se completa.
-Esta vez se ha servido de las fotos de Maar pero son muchos los trabajos que se relacionan con la fotografía. ¿Cómo ha evolucionado este tándem?
-La fotografía ya no existe. Es una técnica pictórica más. Pensemos en Photoshop. La foto ya no es un documento real, ya no hay garantía de veracidad. Por eso hablamos de imagen, no de fotografía. Es una paradoja pero la idea de pintura ha absorbido a lo que fue la fotografía. Y ya no importa si una imagen ha sido o no manipulada: ya no sirve como documento. Venía para quedarse y ha pasado al rango de imagen y, desde luego, no es más que la pintura.
-Su obra trata sobre los conflictos del medio pictórico pero hoy, una vez superada la muerte de la pintura, ¿cuál es el principal problema?
-El gran problema de la pintura es que es muy vieja, está muy gastada, con ella se ha hecho de todo... El vídeo, que surge en los 60, es un niño al lado de la pintura. Otro de los problemas de la pintura es que en la era de la imagen, en un momento en que la imagen de lo real es más real que lo real mismo, la pintura pierde parte de sus presupuestos porque todo es imagen.
Parece un trabalenguas, pero está claro que la pintura le absorbe. Una inquietud que le ha llevado, desde 2006, a releer y apropiarse de obras emblemáticas de artistas actuales, como Douglas Gordon, Nan Goldin o Thomas Ruff. "Los artistas pertenecemos a una especie de colectividad en la que todos tenemos parte de todos, somos porcentajes. La elección de estas obras tiene que ver con el inconsciente y el azar. He trabajado con algunas que no me interesan nada como obra pero sí como imagen. Busco una fisura por la que poder entrar y reconducirla. A veces es sólo cambiar el encuadre, otras es traducir el blanco y negro a color".
-A pesar de todo, la pintura no sólo no ha muerto sino que parece que está más viva que nunca, ¿cree que la crisis la ha beneficiado?
-Es cierto que las diversas resurrecciones de la pintura suelen coincidir con momentos de crisis. Como producto es fácil de colocar. En los años 90, en España pintar estaba muy mal visto, era casi un castigo. Es cierto que ahora se pinta más pero en muchos casos es una pintura con poca intensidad, que mantienen una actitud muy superficial. El hecho de pintar no te convierte en pintor. Ha ocurrido también con la fotografía que en muchos casos se ha convertido en un trabajo temático, sobre ciudades, arquitecturas... Hay uno interesante pero 100 malos.
-Los artistas españoles de su generación no han tenido suerte en el extranjero, ¿es imposible salir?
-El nivel del arte español es superior al galerístico o al institucional. Muchos pintores españoles podrían sustituir en buenas posiciones a otros extranjeros en el ranking de los mejores. Pero vivimos en un país acomplejado y eso se ve en las programaciones donde a veces se da cabida a artista de fuera por el hecho de serlo. No hay un interés real por construir. El futuro es muy negro para el arte español.
-Le noto pesimista.
-En absoluto. Yo voy al taller como cuando tenía 25 años, igual de ilusionado, de asustado. Amondarain cumple hoy 48 años, casi los mismos que lleva pintando. "¡Pinto desde pequeño, no sé hacer otra cosa!". Felicidades.