Residencias para artistas. ¿Dónde, cómo, por qué?
España se encuentra a la cola en este campo, pero varias iniciativas intentan paliar la situación
16 diciembre, 2011 01:00Hangar (Barcelona). Arriba, Nave 16 de Matadero (Madrid)
Es otra de las piedras en el zapato del artista en España que molesta a cada paso a la hora de trabajar. Con ella, difícil ganar la carrera internacional. Las residencias para artistas cojean en nuestro país, están a años luz de las extranjeras y nos colocan a la cola en cuanto profesionalidad. Pero, ¿por qué? ¿Tenemos claro qué son y para qué sirven? ¿Qué modelos hay?¿Realmente funcionan? ¿Cómo deben promocionar al artista? La reciente apertura pública de El Ranchito, en la Nave 16 de Matadero, así como la puesta en marcha de otras iniciativas domésticas como FelipaManuela en Madrid y Halfhouse en Barcelona, nos dan pie para analizar su vigencia y su urgencia.
Para primavera de 2010, esa idea de laboratorio experimental la bautizan como El Ranchito. Empezaron habilitando un piso de dos habitaciones en el barrio de Legazpi como una residencia gratuita para que gestores y artistas internacionales conozcan el tejido artístico madrileño. Por él han pasado comisarios como David Armengol y Ruth Estévez, que han hecho sendas selecciones de aristas menores de 35 que trabajan en Madrid para el Archivo de Creadores, o la israelí Yael Messer, que está preparando una exposición colectiva en el marco de PHotoEspaña 2012. "Creemos que este pequeño programa de residencias puede mejorar la falta de visibilidad internacional del arte contemporáneo español. Es una experiencia piloto que hemos puesto en marcha con un coste económico muy bajo y que nos sirve para poner a prueba este modelo de residencias para artistas a través de la práctica y la experimentación. Como institución pública, uno de nuestros pilares es el Apoyo a la creación local y es por ello que ofrecemos espacios de trabajo gratuitos", explica Manuela Villa.
El arranque de El Ranchito coincidió con otra reflexión: qué hacer con la Nave 16 de Matadero, un espacio de 4.800 m2. También allí se ha creado otra modalidad de residencias para artistas, integrando estudios dentro del espacio expositivo. El resultado de un año de trabajo se acaba de presentar y estará abierto al público hasta el próximo mes de abril. Lo que vemos en la Nave 16 no es una exposición, sino un hervidero de proyectos producidos (piezas de André Komatsu, Todo por la praxis, Enrique Radigales, Guillermo Mora, etc), otros en curso (como el El Gato con moscas o Tercerunquinto) y a artistas, simplemente, trabajando como Elena Jiménez o Debajo del sombrero. "Una de las claves de los espacios de trabajo está siendo cómo integrarlos en su presentación pública o fase expositiva. ¿Puede una exposición ser un espacio de trabajo? Pues no lo tenemos claro, pero lo vamos a probar", añade Manuela Villa.
El Ranchito busca su propio modelo como residencia para creadores sobre la marcha, trabajando de forma colaborativa y horizontal, sin controlar al 100% el rumbo del proyecto y dando cabida al accidente. Quiere ser un lugar de oportunidades. En su organización trabajan la arquitecta Nerea Castillo, los comisarios Luisa Fuentes Garza e Iván López Munuera, la productora especializada en artes escénicas Catarina Saraiva junto al equipo de coordinación de Matadero, Pablo, Manuela y Gema Melgar. Junto a ellos otras organizaciones evalúan el trabajo, proponen temas y desarrollan lazos con el tejido cultural de Madrid, como YProductions, Black & Noir y Hablar en Arte. Estos últimos, son los responsables de uno de los proyectos más interesantes en Madrid, Curators' Network 01, una plataformas de intercambio entre profesionales del arte en Europa que ocupó también el espacio de Matadero hace un mes.
Encontrar el modelo eficaz de lo que debe ser una residencia para artistas no es fácil teniendo en cuenta que no está claro ni qué es, ni qué significa, ni para qué sirven. "Actualmente hay cierta confusión entre una residencia que implique un espacio donde vivir, y una residencia que suponga un espacio para trabajar. A veces las dos cosas van unidas y otras, las residencias para vivir suponen un espacio (y sobre todo un tiempo). En este momento de sobrecarga de información y trabajo, me parecen especialmente interesantes las residencias que ofrecen simplemente espacio, tiempo y recursos para que el residente pueda pensar -añade Villa-, pero, lamentablemente ante las carencias del contexto español, no nos podemos permitir ese modelo". ¿Y cuáles y cómo son nuestros modelos? Un breve repaso por las más de 40 propuestas que hay en España, con enfoques muy diferentes, nos llevan a varias respuestas. No es lo mismo un programa de estudios que una residencia; un taller para trabajar que un equipo de gente que trabaja para dar luz al trabajo en el taller; tener o no que alquilarlo; contar con dinero o no para poder producir proyectos; el aislamiento de un entorno rural a la integración con el circuito artístico de la ciudad... .
Trabajar fuera
No es lo mismo un centro de producción en España que fuera. Más de 300 hay repartidas por 50 países, aunque sólo algunas despuntan. Sólo en Europa hay una buena batería de opciones: Gasworks en Londres; las francesas Cité Internationale des Arts, Le Cube o Astérides; Argos en Bruselas; Bethanien de Berlín; NICC en Amberes; BEK en Bergen, Noruega; la Rijksakademie y NIMk en Ámsterdam; IASPIS en Estocolmo... La lista es larga. Entre ellas, una rareza, BAC en Visby, Suecia: residencias sin límite de tiempo. Ibon Aranberri es uno de los españoles que va y viene para trabajar allí. ¿Por qué España no tiene, todavía, competencia con todas ellas?.
Javier Duero sacó varias conclusiones tras organizar, junto a Luiza Teixeira de Freitas y Martí Manen, equipo curatorial de la feria JustMad, el programa Producer's Desk, la presentación de buen número de centros de producción de países con modelos estables como Francia, Suecia o Finlandia: "Durante los años 80 y 90 nadie se interesaba por estas cuestiones. Los aspectos de investigación y producción eran asumidos en su integridad por los propios artistas, que trabajaban en un régimen de explotación, más parecido al servilismo que a una relación profesional. En este contexto, una residencia de artistas hubiera facilitado la ruptura con la estructura jerárquica tradicional del arte y hubiera permitido otro tipo de prácticas y trabajos. Desde entonces, las asociaciones de artistas las llevan reclamando. El principal problema es que las estructuras públicas han estado gestionadas por políticos ajenos al sector, poco preparados y con falta de visión y experiencia internacional. Una residencia de artistas o un centro de producción no es algo vistoso, no genera réditos inmediatos en términos de visibilidad. Es, sin embargo, una estructura básica si se quiere tener un sistema de producción cultural sostenible, que genere artistas profesionales y altamente preparados. Desde lo privado, no ha existido una cultura de emprendizaje y patrocinio de estas estructuras. Se ha privilegiado la gran exposición y el gran evento, y se entendía que el contexto productivo principal era el mercado del arte, con su sistema de colecciones, galerías y ferias".
Excepciones excepcionales
Por suerte, siempre hay excepciones. Por ejemplo, la iniciativa privada del coleccionista Carlos Rosón con su programa de residencias para artistas en la Fundación RAC, en Pontevedra. También proyectos como Campo Adentro, que le han dado la vuelta al trabajo en el medio rural con una plataforma de investigación que este verano llevó a 13 artistas a sumergirse en diversos lugares de la península. El proyecto dura hasta 2013 y tiene varias fases y presentaciones. Justo esta semana hace una parada en La Casa Encendida para presentar algunos de los resultados. También algunos museos ofrecen modelos, especialmente enfocados a la investigación, como las del MACBA y el Reina Sofía. El Hotel MARCO, del museo de Vigo, podría establecerse en el futuro como un programa de residencias. Al desafío que supone trabajar con las nuevas tecnologías LABoral y Telefónica I+D acaban de lanzar Next Things 2012 un programa también en Barcelona y Gijón.
Otras alternativas han surgido en espacios domésticos, ante la escasez de las institucionales. El lobby que son capaces de generar no es tan fuerte como el de otros espacios más establecidos, como por ejemplo Bilbao Arte o Can Xalant, en Mataró, pero tiempo al tiempo. En Barcelona, Homesessions es el loft que, desde 2007, ofrece alojamiento y taller a cambio de una obra; Halfhouse es la mitad casa y mitad espacio de arte de Sineád Spelman y Alberto Peral en el barrio de Poblenou. Durante el año tiene un programa de exposiciones y charlas. Los dos meses de verano es una residencia para un artista que acaba con una exposición.
En Madrid, FelipaManuela, un piso en el barrio de Delicias, se ha convertido en una residencia que incluye alojamiento, taller, programa de visitas y presentación pública final. Su nombre viene de Felipa Manuela Martínez Esteban, quien vivió en esta casa de la calle Ferrocarril de Madrid más de cincuenta años. Junto al portal tuvo también, durante cinco décadas, su mercería El Capricho. Hoy, las actuales dueñas del piso, dos sobrinas de Felipa Manuela, quieren darle un uso diferente a este piso. Al frente está Andrea Pacheco: "Hace más de un año me di cuenta de que en Madrid no había ninguna residencia de artistas (antes de que saliera a la luz El Ranchito). Yo venía de colaborar con Can Xalant (una residencia de artistas en Mataró) y el trabajo directo con los artistas residentes me había entusiasmado. Vi muy claramente que por ahí quería dirigir mis pasos como comisaria, más que organizar exposiciones, participar, fomentar, apoyar la creación, la práctica artística emergente. Presenté un proyecto a las dueñas, que son mi familia política, como si lo presentara a una institución para pedir dinero, con toda una investigación para que dos señoras que no saben nada de arte ni de instituciones artísticas, entendieran qué era una residencia, para qué servía y vieran esta rentabilidad 'no económica' que podían sacar de su piso. De pronto ellas sin querelo se transformaron en mecenas".
Iniciativas así son, añade Duero, "hijas de la crisis y han abierto el debate de pensar cómo trabajamos en el día a día. Una residencia pude ser una estructura barata, eficaz y muy útil para generar un sistema de producción cultural más democrático y horizontal".
Aunque su origen se remonta a la idea de academia -la primera residencia para artistas en Europa es del siglo XVII- hoy estos espacios se han convertido en laboratorios. El Ranchito es una de las últimas iniciativas que se ha lanzado al experimento, pero con el mismo espíritu hay residencias míticas en España, como Arteleku, en San Sebastián, que a finales de los 80 sentó las bases de ese modelo alternativo, con una programación de actividades multidisciplinar y un interés por la formación personalizada.
Expansión y fusión
Hoy por hoy, Arteleku avisa de un cierre hasta nuevo aviso. Las inundaciones que sufrió hace poco más de un mes, tienen al centro funcionando a medias. Su futuro pasa por la renovación de Tabakalera, la antigua fábrica de tabacos convertida en Centro Internacional de Cultural Contemporánea que prevé abrir en 2015. Ya han empezado las obras y firmado el convenio para fusionarse no sólo con Arteleku, sino con el Koldo Mitxelena, la Filmoteca Vasca, la Unidad de Cine de Donostia y el Instituto Etxepare.
Otro de los referentes, el Centro de Producción de Artes Visuales Hangar, nacido en 1997 en una antigua fábrica de Poblenou en Barcelona, abrió otra vía más, indispensable en el desarrollo de estos espacios: la conexión internacional con otros centros de residencias. La responsable de los programas de investigación artística de Hangar, Marta Gracia es también una de las que mejor ha estudiado la evolución de las residencias para artistas en nuestro país. Junto a Toni Subirà y Ana Urdániz ha creado Art Motile, una iniciativa única en España que investiga y facilita información sobre las residencias españolas. Lo hace mediante una web, presentaciones y asesorías, y es la socia española de Trans Artists, la gran guía de residencias para artistas a nivel mundial. "No creo que no existan residencias potentes en España, sino que el sector de las residencias está poco articulado. La variedad de residencias es buena. Lo importante es saber que, más que un espacio de trabajo, una residencia debe ofrecer un contexto, ya sea en forma de proyecto artístico, red, circuito", explica.
Precisamente lo de generar contexto es lo que le falta a una de las que más ofrece, la Academia de España en Roma: 9 meses en un estudio, 1.200 euros al mes, una bolsa de viaje y seguro médico. Ejemplo de que con más se puede hacer mejor. Lo explica Guillermo Mora, uno de los últimos artistas en pasar por allí y residente, ahora, en El Ranchito: "La Academia es una estructura bastante completa que te permite concentrarte plenamente en tu trabajo. Yo puedo asegurar que ha marcado un antes y un después en mi producción, y que allí he crecido como artista, pero falla la burocracia de la institución, su funcionamiento a veces arcaico y su desvinculación con lo que realmente está sucediendo en Roma. De hecho, mi contacto real con el contexto artístico de la ciudad vino después de la residencia. Ese es uno de los principales problemas del mundo de las Academias en Roma. Son núcleos artísticos que funcionan como burbujas. Se vive en la ciudad, pero muy ajeno a ella. Residir no debería ser entendido como 'estar de paso', que es la sensación que se suele tener en residencias de corta duración. En períodos cortos, el artista actúa más como observador que como participante. El Ranchito no es llegar y montar, es estar".
¿Futuro seguro?
La crisis está jugando en contra de muchos de estos programas, algunos tan prestigiosos como la Rijksakademie de Ámsterdam, cuya vigencia peligra ante los recortes en Holanda. Aquí también notamos su efecto negativo. A la espera de avance está el centro de producción que la Comunidad de Madrid proyecta en Getafe; Artechmedia, un proyecto que debía inaugurarse en septiembre en Bilbao y Tenerife, pero anda parado. Krea, en Vitoria, se ha cerrado a punto de inaugurarse y sin explicaciones. Crida arrancó este año en Palma de Mallorca pero su futuro pasa por el cambio político. Los precios de la vivienda tampoco ayudan. Y uno se acuerda en este momento de todos los pisos vacíos en manos de bancos y cajas de ahorro. Del gran trabajo que se hace en el sector del arte y las asociaciones de artistas. De cómo mejorarían las cosas con más apoyo externo y de la urgencia de por qué hacerlo.