Image: Daniel Knorr

Image: Daniel Knorr

Arte

Daniel Knorr

Kunsthalle Basel (Basilea, Suiza). Del 20 de septiembre al 15 de noviembre. www.kunsthallebasel.ch

2 octubre, 2009 02:00

Vista de la instalación de Daniel Knorr en la Kunsthalle de Basilea

Es uno de los artistas rumanos más importantes de su generación. Éste de Basilea es uno de sus proyectos más importantes hasta la fecha.

Cuenta Rumanía con una buena cantera de artistas. La tierra de Brancusi ha dado un número envidiable de creadores contemporáneos que son habituales en las grandes citas y en los circuitos del arte de nuestros días. Daniel Knorr, que nació en Bucarest en 1968 es, por supuesto, uno de ellos, y no debemos olvidar a Mircea Cantor, de quien hemos hablado en este sitio en reiteradas ocasiones, Dan Perjovschi, Matei Bejenaru o Victor Man. Todos ellos hacen que Rumanía se encuentra entre las potencias emergentes en el ámbito del arte contemporáneo. Knorr lleva una trayectoria impecable. Este mismo año ha tenido una importante individual en el Museum Fridericianum de Kassel, y ha participado anteriormente en no pocas colectivas de interés, entre ellas la Manifesta del sur del Tirol o la Bienal de Berlín.

Knorr es uno de esos artistas que ha tenido la suerte de gustarle a uno de los comisarios más relevantes del panorama europeo, el polaco Adam Szymczyk, director de la Kunsthalle de Basilea y comisario de la Bienal de Berlín de 2008. Muchos de los artistas que con él participaron en la Bienal alemana (los que visitaran la Bienal berlinesa recordarán la pieza de Knorr en la Neue Nationalgalerie, aquel friso de banderas de los diferentes asociaciones estudiantiles alemanas -todas vinculadas de un modo u otro a la derecha- en un cuestionamiento del pasado reciente alemán y a su identidad nacional) lo han hecho más tarde en la salas de la Kunsthalle que dirige y lo que no lo han hecho lo harán. No lo duden… Pero lo cierto es que Szymczyk ha hecho cosas muy interesantes recientemente y, de hecho, no es esta la primera vez que ELCULTURAL.es visita las exposiciones que diseña. ésta de Daniel Knorr no es sino la constatación del variadísimo espectro de intereses que maneja el director, cuyos gustos van desde las manifestaciones escultóricas derivadas de ese renacer de la estética povera que, a través de lo cotidiano, se asocia al postminimalismo y que se manifiesta en artistas como Thea Djordjaze o Gabriel Kuri (ambos presentes también en Berlín); las relecturas de la modernidad, tan en boga hoy, como se desprende de su interés por artistas como Pedro Barateiro, Cyprien Gaillard o David Maljkovic; o los nuevos modos de expresión y de exhibición del hecho artístico, visibles en los trabajos de Haris Epaminonda o el mismo Daniel Knorr.

El rumano trabaja, por utilizar sus propias palabras, en un ámbito a caballo entre la tradición conceptual y la performativa lo cual, en principio, podría no decir gran cosa. Su quehacer es variado, pues actúa sobre lo ya existente, interfiere en lo normalizado, utiliza materiales pobres de un modo silencioso y sutil y al mismo tiempo es capaz de incidir en el imaginario público desde una postura radical y casi altanera. Prueba de esto es uno de sus trabajos más conocidos, el realizado en Copenhague no hace mucho, cuando puso un pasamontañas a todas las estatuas de la ciudad.

La exposición que ha organizado en Basilea tienen en las nuevas tecnologías su principal protagonista. Ha diseñado un complejo sistema informático con láser por el que, a través de pantallas situadas en cada una de las cinco salas de la Kunsthalle, se puede ver el número de visitantes y su situación en la sala por medio de puntos rojos. Otro trabajo a partir de sensores responde al paso de cada visitante en un gran friso de 30 metros. También hay un dispositivo que anuncia cuándo el artista no está dormido. Y al mismo tiempo, en un plano muy distinto, Knorr presenta trabajos escultóricos, como un muñeco de nieve realizado con piedras que sostiene una hoja de palma, una figura común que sufre leves pero significativas transformaciones como los espantapájaros vestidos con trajes de alta costura que apabullan en una de las salas grandes de la Kunsthalle.