David Shrigley. Cavilaciones mordaces
As soon as possible
14 junio, 2007 02:00Balloon head in bed, 2002
D ibujos, esculturas, fotografías, poemas-objeto, vídeos de animación… El repertorio disciplinar de David Shrigley (Macclesfield, Inglaterra, 1968) es tan diverso como los propios temas que aborda, o mejor, tan disperso como el modo en que analiza un solo argumento: la realidad existencial. Porque frente a la habitual continuidad formal de una muestra individual, en ésta impera una clara sensación de discontinuidad, de corte permanente, como si el artista retase a nuestro entendimiento, al suscitar, en cada una de sus obras, otras tantas reflexiones sobre diferentes aspectos vitales que nos asaltan con distinta reiteración e intensidad: el sentido de la vida, las relaciones sociales, el temor, la dicha, la frustración, la memoria. En este aspecto sus obras son sintéticas, tanto en lo que respecta a su proposición argumental cuanto a su definición formal, pues suelen concentrarse en un solo icono.Como tantos otros artistas de hoy, Shrigley renuncia a la expresión a través de un lenguaje específico que otorgue identidad a su obra, a excepción de sus dibujos cuya personalidad es inequívoca. En ellos se adivina una ejecución rápida, casi nerviosa, que combina texto e imagen, aunque el primero tiene mayor relevancia que el segundo, hallándose más cercano de la estética de los graffiti que de la del cómic. Le sirven para emitir sentencias sobre nuestros comportamientos y actitudes ante la realidad, prolongando los procedimientos de ciertos artistas conceptuales, como Jenny Holzer, aunque sustituyendo la limpieza tecnológica y formal de aquélla, por una gestualidad voluntariamente descuidada. Por eso en sus obras más estrictamente pictóricas, los signos lingöísticos abandonan su condición semántica para ser utilizados como unidades plásticas, conviviendo, metamorfoseándose en gestos estrictamente pictóricos. En sus vídeos de animación, formados por dibujos sintéticos, cercanos a los del humor gráfico, acentúa su visión ácida de la vida mediante un intenso humor negro. En el más reciente: The Light, alguien juega con el interruptor de la luz, creando con su permanente acción de encendido y apagado una verdadera sinfonía audiovisual que al mismo tiempo puede encarnar lo caprichoso, lo absurdo o la incertidumbre de la existencia.
El mundo del objeto constituye la tercera vertiente de su trabajo, unas veces concebido como forma escultórica, otras fotografiado, siempre tratado en la tradición del poema-objeto. En el primer caso los sitúa directamente en el suelo (New Leaf) o el muro (Sculpture of a nail), confrontándolos a espacios muy amplios en relación a su tamaño, lo que contribuye a concentrar tanto su imagen como su significado. En el segundo, la fotografía registra composiciones semejantes en unos contextos más amplios y generalmente exteriores. Su mordacidad le lleva a utilizar iconos como la mano y el pie cortados que remiten a Buñuel y Magritte, respectivamente. Otras obras, como la galleta atravesada por un clavo, delatan un espíritu casi brossiano. David Shrigley es un atento observador de la realidad. Con ella alimenta unas obras cargadas de caústica ironía. Por eso su contemplación provoca una sonrisa que de inmediato se torna inquietud.