Image: La pintura rigurosa de Santiago Serrano

Image: La pintura rigurosa de Santiago Serrano

Arte

La pintura rigurosa de Santiago Serrano

Llaves

3 febrero, 2005 01:00

Llave 118, 2004

Egam. Villanueva, 29. Madrid. hasta el 19 de febrero. de 2.100 a 20.500 euros

Desde la anterior exposición de Santiago Serrano en esta misma galería han pasado seis años. En ese lapso hemos podido ver en Madrid otras dos muestras -Conde Duque en 1999 y Depósito 14 en 2003- determinantes para una mejor comprensión de su obra última y para un entendimiento cabal de su prolongada e intensa labor, que juzgo imprescindible desde los años setenta.

Las series Abanderado, Instrumentos de pasión y Orillas, el núcleo de la exposición del Conde Duque, están, más que en el origen de Llaves, en una lógica secuencia experiencial de las facultades de la superficie pintada para presentar identidades plásticas consistentes, pero no cerradas, mediante el uso casi exclusivo de particiones. En los Abanderado, la extensión del lienzo se secciona en zonas fraccionadas por diferentes tratamientos, que crean subdivisiones de áreas tensionadas, ya sea por la confrontación de colores, ya sea por la irrupción de uno más vivo o luminoso, que corta o relampaguea sobre la hirviente monotonía del fondo. Los Instrumentos exploran dos elementos plásticos primordiales, el color y la línea, llevándolos al punto de corporeizarse. Por último, en Orillas, se exacerba la rotundidad de esas fronteras interiores impuestas entre los "objetos" o "artefactos" que hacen figura en el cuadro, a la vez que el continente imprime a la mirada su sombra.

En las series descritas, como ahora en Llaves, el rey absoluto del trabajo de Santiago Serrano era y es el color. No es un colorista, sino, y le robo otra vez los términos a Armando Montesinos, un alquimista laico del color (no hay contemporáneo lúcido que no sea escéptico). Amarillos pajizos o limonados, negros carbonosos o bañados, la gama íntegra del rojo... Podría continuar intentando describir no sólo su apariencia individual, sino lo que unos obran en otros, o lo que uno solo hace consigo mediante transparencias por las que asoman los vástagos de su alma y reflejan la proyección de la nuestra. Preferiría, sin embargo, terminar con unas preguntas: ¿cómo haremos comprensible la historia más fuerte de nuestro arte, si las puertas de los museos nacionales permanecen cerradas para sus protagonistas? No es sólo que, a mi juicio, Santiago Serrano sea uno de los grandes pintores en activo, sino que deberían verlo en su integridad y obligadamente quienes quieran pintar hoy, y para eso debe serle reconocida institucionalmente su alta talla.