Image: La trilogía del Prado

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Arte

La trilogía del Prado

Lo mejor del año: Análisis

27 diciembre, 2003 01:00

Manet: El ferrocarril, 1872-73

Especial: Lo mejor del año

Nos hemos pasado el año esperando: dicen que el señor Godot no llegará hoy, sino mañana. Como Estragón y Vladimir, nos aburrimos, nos desesperamos oyendo hablar de las grandes cosas que sucederán el año que viene. De las grandes inauguraciones de los grandes museos, la apertura del Casón y los demás espacios del Nuevo Prado, el monumento de Nouvel para el Reina Sofía, las nuevas salas del Thyssen ampliado. Y mientras tanto, ¿qué? Las grandes fundaciones privadas están paralizadas o simplemente muertas (un poco por las fusiones bancarias y un mucho debido a la crisis de sus programas, obsoletos y mal diseñados). La Juan March ha cambiado de director y vendrán más cambios, la del BBVA parece atrapada en sus conflictos internos y la del Santander Central Hispano, completamente fuera de combate, con su sala de exposiciones cerrada; a esta epidemia sólo sobrevive Mapfre, que parece haber acertado con su territorio y su audiencia. En cuanto a los centros de arte, nacen y mueren por toda España; algunos se consolidan, como el Patio Herreriano de Valladolid, con exposiciones de calidad excelente, y otros se van por el desagöe, como el de Salamanca, abortado por los mismos políticos que lo habían improvisado. El año próximo será más feliz también para los centros de arte.

Lo mejor de este año (casi diría lo único) es que el Nuevo Prado no haya esperado al año que viene. Su director, Miguel Zugaza, además de abrir las ventanas para airear esa oficina siniestra que era la administración del Museo, ha reaccionado con una rapidez de reflejos inédita en España. Después de siglos de letargo en el Prado, de tantas exposiciones eruditas pero insignificantes, hemos tenido de golpe Vermeer, Tiziano y Manet: una trilogía abrumadora. Si quisiera ponerme agorero, diría que el único peligro que amenaza al Nuevo Prado es que a partir de ahora sólo quiera hacer exposiciones con nombre de grandes "superstars". La situación del otro Museo Nacional, el Reina Sofía, suscita un entusiasmo menos unánime. Bajo la dirección de Juan Manuel Bonet, el Reina parece haber asumido la misión de rescatar nuestro patrimonio histórico-literario. Tuvimos a Ramón Gómez de la Serna y hemos tenido a Rafael Alberti: el año que viene veremos la retrospectiva de otro gran escritor, Solana. Es verdad que el Reina también nos ha traído la magnífica exposición de Calder y hemos podido ver a grandes artistas vivos, como Juan Uslé, o Francis Alÿs (un espléndido descubrimiento), o como Olafur Eliasson. Pero esperamos todavía más del Reina. Tendrá que ser el año que viene.

Nuestro hit parade recoge no sólo las exposiciones del Prado (¡todas!) y del Reina. Tenemos también Moving pictures, la espléndida antología del Guggenheim de la fotografía y el vídeo de los noventa, inventario de una revolución silenciosa en el arte de las últimas décadas, que ha desplazado a los viejos medios y ha puesto en cuestión al mismo tiempo nuestra fe en la objetividad de la imagen fotográfica, utilizando la manipulación digital al servicio de las ideas más excéntricas. En nuestra agenda de este año figura, como siempre, el Centro Galego de Arte Contemporanea de Santiago de Compostela con una muestra exquisita del portugués José Pedro Croft. Y el José Guerrero de Granada, un centro pequeño pero cuyas iniciativas siempre consiguen proyección nacional, con su magnífica exposición del fotógrafo William Wegman.

En nuestro hit parade figuran en fin, las dos joyas de la corona de la crítica progresista: el MACBA de Barcelona y el Espacio de Arte Contemporáneo de Castellón. El MACBA, con una exposición indiscutible de rescate de una figura histórica de las neovanguardias, Richard Hamilton. En cuanto al Espai de Castellón, este año ha echado el resto con una exposición en tres entregas, Micropolíticas, que sintetiza todo el proyecto del que ha sido su director en los últimos años, José Miguel G. Cortés. Micropolíticas no representa, como quieren hacernos creer, una posición marginal. El espeso puré de feminismo radical, ecologismo y vindicación gay no tendrá la mayoría en nuestros parlamentos, pero desde luego constituye la ideología oficial en el mundo del arte contemporáneo. Por mi parte, debo decir que el discurso insumiso y transgresor sobre los sujetos dispersos y la economía libidinal me aburre infinitamente, como todos los sermones. Pero hay que reconocerle a José Miguel G. Cortés el haber estado muy bien en lo suyo y el que se marche, como Aznar, una vez cumplida su misión. En fin, que nos aburrimos, nos desesperamos hasta pensar en el suicidio, mientras seguimos esperando. Hasta el año que viene.