El poder de la abstracción
Alexander Calder: Saché pour Denise, 1973
El miércoles 19 de septiembre se abre al público en Las Palmas la muestra Arte Abstracto y la galería Denise René, una gran revisión de la abstracción geométrica. Producida por el Centro Atlántico de Arte Moderno, la exposición reúne 230 obras de 75 artistas internacionales como Arp, Calder, Mondrian, Malevich, Delaunay o Vasarely. Pintores y escultores cuyas obras se expusieron en su día en la galería parisiense de Denise René, a quien la muestra, comisariada por Serge Fauchereau y cuya versión reducida se vio la pasada primavera en el Pompidou, ha querido rendir homenaje.
Junto a Vasarely, otro artista contribuyó a imprimir a la galería de Denise René una orientación estética definida, incluso dogmática: el viejo Auguste Herbin. Militante sucesivamente del fauvismo, el cubismo y la geometría pura (había sido cofundador en 1930 del grupo "Abstraction-Création"), marcaría a una generación de abstractos estrictos. Pero la figura más importante de la galería era la que menos se ajustaba al credo de la abstracción geométrica: Arp. Su itinerario, también largo, comenzaba en el entorno del grupo Der Blaue Reiter, pasaba por la fundación de Dadá en Zörich y llegaba hasta el París de los surrealistas. Denise René tuvo la inteligencia de exponer su obra, así como la de otros clásicos de la vanguardia menos conocidos en Francia, como Mondrian, Malevich o el polaco Strzeminski.
Aparte de los clásicos, en los años cincuenta, una generación de jóvenes abstractos encontraron en la galería de Denise René y en el Salón Réalités nouvelles (fundado por Herbin) un arca para sobrevivir al gran diluvio del informalismo. Nombres hoy olvidados, como los de Dewasne y Deyrolle. Como los escandinavos Olle Baertling, Jacobsen y Mortensen. Y más tarde los suramericanos, que excepto Cicéro Dias, instalado en Francia desde mucho antes, irían llegando desde mediados de los cincuenta: Soto, Cruz-Díez, Tomasello, Martha Boto, Vardanega, Le Parc... Como ha explicado la propia Denise René, un factor crucial para atraer a estos artistas extranjeros fue la exposición El movimiento, celebrada en su galería en abril de 1955. Hasta entonces, los artistas de Denise René cultivaban versiones más o menos diluidas de la abstracción constructivista anterior a la guerra. El movimiento introdujo una variante no inédita del todo pero aparentemente innovadora: la de las "maquinitas". En aquella exposición se reunió a supuestos precursores del arte cinético, como Duchamp o Calder, junto a los jóvenes Agam, Pol Bury, Soto y el más interesante de todos, Jean Tinguely. Pero en Tinguely había una dimensión dadaísta que Denise René no podía tragar: el artista le propuso organizar un concierto nocturno de latas de conserva negras en el espacio pintado de negro de su galería. Ella se negó y Tinguely se marchó a la galería de Iris Clert.
El arte cinético encontraría una continuidad en el GRAV (Groupe de Recherche d’Art Visuel), con Julio Le Parc, Morellet, Sobrino, Stein, Yvaral, y su obsesión por la obra manipulable, interactiva o participativa, que entonces parecía el colmo del progresismo político y científico. La galería Denise René y sus artistas alcanzaron la cima del éxito a mediados de los sesenta, con la efímera moda del op y el cinetismo, versiones extravertidas y populares de la vieja tradición abstracta. Pero estas corrientes nunca serían aceptadas por los teóricos del modernism, que rechazaban su tendencia ilusionista. El arte óptico y cinético tocaría fondo a mediados de los años setenta, cuando Denise René tuvo que cerrar sus sucursales en Estados Unidos y en Alemania.
No parece que esta exposición vaya a iniciar un ciclo de rehabilitación. En su primera versión parisiense, ni siquiera lo pretendía; parecía sólo un tributo personal, casi un ejercicio de piedad. De ahí la cólera de Julio le Parc, artista incluido en la muestra, que repartió el día de la inauguración unos panfletos donde criticaba el protagonismo de Denise René y atacaba la "sumisión" de las instituciones francesas al arte norteamericano (sin dejar de mencionar, como es de rigor, al Departamento de Estado y a la CIA). Desde luego, el espacio dedicado por el Beaubourg a la exposición era limitado, y la exposición se restringía al período 1944-1978. La versión española del CAAM parece ir más en serio; su comisario, Serge Fauchereau, ha duplicado el número de artistas (hasta 75) y de obras incluidas (hasta 230) y ha dilatado la extensión cronológica hasta hoy mismo. Pero esta amplificación no nos convence mejor de la necesidad de revisar la historia, sino que más bien confirma la justicia de ciertos olvidos. Las mejores piezas son algunas obras menores de los grandes maestros abstractos de la primera generación, como Kupka y Kandinsky, Arp y Calder, que ya eran mayores o habían muerto cuando entró en escena Denise René. Entre los que vinieron después, los más interesantes son precisamente quienes escapan más a la adscripción purista geométrica, como el escultor Jacobsen (cercano a la tradición de los "herreros" Julio González y David Smith, y no muy distante de Martín Chirino) o las piezas tempranas de Tinguely, esos "metarrelieves" motorizados que sugieren un juego irónico, paródico, a costa del suprematismo y de toda la tradición abstracta geométrica.