Eco-visionarios. Arte para un planeta en emergencia.
Matadero. Paseo de la Chopera, 14. Madrid. Comisarios: Pedro Gadanho y Mariana Pestana. Hasta el 6 de octubre
Mientras seguimos tirando indistintamente la basura al contenedor, saliendo en coche los fines de semana o comprando papayas en el supermercado, el mundo va camino de un cambio en que todas estas cosas se convertirán en costumbres del pasado. Tan anacrónicas como tomar rapé o llevar miriñaque. Tenemos atisbos de ello: en la panadería ya no regalan las bolsas de plástico, las ventas de coches híbridos triplican este mes las de junio del año pasado y una islita japonesa del archipiélago de Hokkaido, ha desaparecido. Empieza a ser del dominio público que comemos microplásticos en el pescado, que las ciudades no son saludables, que sube el nivel del mar y que el turismo es una plaga.
Quién nos lo iba a decir. Bueno, la verdad es que nos lo habían dicho todo hace ya varias décadas, pero la Humanidad en general y quienes la gobiernan, en particular, son duros de oído. Lo somos. Sin embargo, entre los que atendieron en su día ese mensaje encontramos a muchos artistas. Y ahora pasa lo mismo, con redobladas fuerzas. Porque los artistas son como veletas muy leves, que detectan las primeras brisas antes de que se manifieste con todo ímpetu el viento de la Historia. Ha pasado muchas veces: lo que son las excentricidades del reducido mundo del arte se convierten en moneda corriente para la siguiente generación. Con ese espíritu asisto a esta exposición de Matadero Madrid, que desde el título advierte de su carácter: expone un abanico de visiones de un futuro que, en realidad, es puro presente. Enterémonos de una vez: mientras la mayoría seguimos haciendo lo de siempre, al otro lado de nuestras paredes hay una revolución en marcha.
Desde el mismo montaje de esta exposición ya se nos está anunciando un concepto diferente de mundo: mobiliario precario o reciclado y combinado con él, esa sofisticada tecnología que hoy está al alcance de cualquiera (a decir de los entendidos, el software de un smartphone es más potente que el del cohete que llegó a la Luna). En ella encontraremos creaciones de arquitectos, artistas, diseñadores y otros actores culturales (en la revolución a la que aludía, esas diferencias son menos importantes que la coincidencia en los temas). La bien tramada tesis de la exposición la divide en cuatro partes. La primera se titula ‘Desastre’ y alude a las consecuencias previstas de nuestro modo de producción y nuestra organización social. Por eso el colectivo HeHe ha fabricado un enchufe que emite humo y así nos recuerda la contaminación que produce el consumo rutinario de energía. Unknown Fields Division alude a la compleja geopolítica de la extracción de minerales: más de la mitad del litio del que tiene hambre el mundo se encuentra bajo un salar boliviano, lo que supone tanto una bendición como una maldición.
La segunda sección se llama ‘Extinción’. Se refiere a la drástica pérdida de biodiversidad, que según los biólogos puede conducir a la gran Sexta Extinción de vida en el planeta (la última acabó con los dinosaurios). Jacob K. Steensen resucita virtualmente el pájaro Oo de Kaui, cuya desaparición se produjo en 1987. En esta videografía alucinógena contemplaremos un maravilloso ecosistema… como los que indirectamente destruye la sofisticada tecnología con la que ha sido creado. La pieza audiovisual de Eva Papamargariti indaga en la simbiosis entre seres humanos y otros seres (biológicos y artificiales), para declarar que la voluntad o la memoria no son capacidades exclusivamente humanas y que el paisaje también siente. La obra de A. D. Ginsberg especula con qué tipo de hipotéticas nuevas especies ocuparán el lugar de las que desaparecen, como equilibrarán los sistemas ecológicos dañados y cómo afectará esto a nuestra especie.
El fondo de la cuestión es que no "estamos" en este planeta, formamos parte de él y él es parte de nosotros
‘Coexistencia’, la tercera sección, recuerda que en el escenario del Cambio Climático, las causas están interconectadas y las consecuencias son de escala planetaria. Esto es lo que multiplica la dificultad de comprender el problema y buscar soluciones. Las tramas de violencia y desposesión que subyacen a todo ello se mantienen rigurosamente ocultas. Carolina Caycedo, con su trabajo en comunidades indígenas, muestra cómo lo que llamamos progreso es un término profundamente ideológico y que acaso no haya mayores progresistas que quienes resisten las campañas extractivas y las presas. Biemann y Tavares documentan en Forest Law un caso ejemplar: el empeño del pueblo Sarayacu hasta lograr un estatuto legal de la selva como ser vivo, con derechos reconocidos. Anima, de Gaetano Adi, es una especie de robot que reacciona sensiblemente y nos hace dudar de nuestras convicciones sobre la vida no humana.
Finalmente, si los seres humanos hemos sido capaces de provocar esta catástrofe ecocida, ¿no seremos capaces de evitarla? ‘Adaptación’ es el último capítulo. El colectivo SKREI ha diseñado una unidad doméstica de trasformación de residuos para la autosuficiencia energética del hogar. La Office for Political Innovation proyecta arquitecturas que cuentan con las necesidades de agentes no humanos. Y creo que este es el fondo de la cuestión. No "estamos" en este planeta, formamos parte de él y él es parte de nosotros. Sólo si asumimos en profundidad esa interdependencia podremos realizar el cambio que evite el suicidio de la Humanidad.